Cuando me morí. Reflexiones sobre una muerte indigna

Pues sí, aunque no lo crean, yo mismo no lo podía creer, pero me morí.

Y me morí todito… pasaron los minutos, las horas y los días, y… efectivamente, estaba muerto.

Debo confesar (aunque los desilusione) que no vi la luz, ni el túnel, ni los ángeles celestiales, sólo sé que, como si apagáramos un foco, mi vida se extinguió. No sentí dolor ni sufrimiento, debo decir que todo estaba en paz. Y como todo estaba en paz, y la ociosidad no es lo mío, empecé a elucubrar.

Entonces me pregunté: ¿Cómo serán las cosas en mi ausencia?

Pues bien, me morí, pero no me fui, al menos no al principio, vi mi funeral y escuché lo que de mí opinaban. Algunos, recuerdo, decían que siempre fui un cabrón, otros sin embargo, hablaban mal de mí. Ya saben, así es la vida, aunque yo la veía desde mi perspectiva quasi celestial.

Mi esposa, decían [porque a ella no la vi, ella es una santa y seguramente por eso no la veía] que estaba desconsolada pero satisfecha. Lo de satisfecha, debo confesar, nunca supe si era por la vida que llevamos juntos, o por que finalmente se deshacía de mí.

La muerte, pude apreciar, no es tan complicada; desde la no existencia, las cosas se ven diferentes, ya no hay apuro, ya nada importa, estás muerto y ya, al final resulta irrelevante qué tan buena persona fuiste, [si es que lo fuiste] o lo que los demás opinen de ti.

Morir es como si tu vida dependiera de un apagador, uno cuya mano que lo activa [o desactiva] no la conoces, pero que sabes sin duda, que no tiene reversa. Al final, eso lo sabes, lo asumes y finalmente, lo comprendes. En concreto, todo se acaba con un clic, y viendo a la calaca, la miras a los ojos y le dices: “ya estuvo mi flaca”, “vámonos de aquí, llévame contigo”.

Me morí, y parece que a nadie le interesó, concluí que mi paso por este mundo fue insignificante, baladí, fútil, nimio en todos los sentidos. En efecto (pensé), no hice nada bueno por la humanidad, no descubrí un remedio para el cáncer, los pobres seguirán siendo pobres en mi ausencia, no hay nada de lo que yo pueda estar orgulloso, no fui un pro-hombre. Concluí finalmente que, si acaso fui, fui un pre-hombre.

Toda mi vida me di cuenta de que, en términos de la humanidad, fue innecesaria, superflua, irrelevante y poca cosa. Y yo que me creía [permítaseme la expresión] tan chingón y tan valioso, descubrí [ya muerto] que no era así.

Pues sí, déjenme les cuento. Me morí y para mi pesar, apenas unas cuantas personas fueron a mi funeral (por ejemplo, Mariana mi editora no fue). Yo, el que en Facebook tenía chorrocientosmil seguidores, a mí que me seguían en Twitter e Instagram, yo que era el rey del Snapchat, a quien me escribían diciendo que mi vida era ejemplo y modelo a seguir [La verdad esto nunca sucedió, pero muchas veces lo pensé].

Pues nada, simplemente me morí y a nadie le importó.

Me morí y para mi sorpresa, el mundo siguió su curso, Trump continuó diciendo sandeces, Kim Jong-un siguió amenazando con su bomba nuclear, lo sirios siguieron en su guerra fratricida, los japoneses (enfrascados en sus metas de producción) siguieron produciendo y vendiendo muchos mazdas, toyotas, o hondas. Y mis amigos de Sierra Leona, seguían envidándome por mi “alta” expectativa de vida.

La lección, por cierto, ya después de muerto, fue que el mundo no gira en torno a nosotros, nosotros somos una parte más [no indispensable e ínfima] de este mundo rotatorio. Estamos y no estamos, somos y no somos.

Nadie [decía yo en vida] es indispensable, y cuando me morí, comprobé plenamente mi teoría.

Que si tuve muchos amigos, que si saltaba en paracaídas, que si escribí algunas cosas, que si buceaba, que si andaba en moto, que si fui un buen padre y esposo, que si trabajé mucho. Nada de eso importó, simplemente me morí de un infarto al miocardio, o sea, mi corazoncito dijo “ya estuvo”, “hasta aquí”. ¡Y cómo no lo iba a decir! [creo que incluso a mi corazoncito debo ofrecerle disculpas], ya que siempre fui sedentario, fumador y cervecero.

Lo anterior no es, precisamente, una muerte que presumir, yo quería salir en las noticias, en los periódicos, en la TV, quería que mi muerte fuera trend topic. Pero no, aquél que se muere de un triste infarto al corazón [particularmente si no eres famoso] no es noticia, y consecuentemente a nadie le importa.

Esperaba yo que la bolsa de NY se cayera o que el Nazdaq sufriera un colapso, pero nada de ello pasó.

En mi facultad, en la Universidad Autónoma de Nuevo León, me dieron de baja de la nómina de empleados y me pasaron a la de los muertitos, ahora el cheque sale a nombre de mi esposa, yo simple y llanamente ya no existo.

Por cierto, les advierto, queridos lectores, que me quedé un buen rato vagando por los pasillos de la UANL, buscando estudiantas que asustar. Es más, debo revelar, recorro dos o tres veces diariamente la Avenida de los Rectores, esperando siempre ver una inauguración formal de alguna calle, o de perdido de algún callejón que lleve mi nombre, pero no. Nada de eso ha sucedido.

En fin. Mi última reflexión fue que esperaba que mis cenizas se esparcieran por los jardines de la universidad. Aunque, aquí en confianza, confieso que en vida siempre creí que sería más divertido que las aventaran del segundo piso del Coco Bongo, (ustedes escojan, el de Cancún o el de Playa del Carmen, tampoco quiero parecer exigente). Con un poco de suerte, pensaba cuando en vida pensaba en mi muerte, viviré eternamente en las bubis de las extranjeras.

Por cierto, y ahora que me acuerdo, cuando empecé este texto quería escribir desde una perspectiva bioética y biojurídica sobre las complejidades y la importancia de la llamada “muerte digna”. Pero ya no pude hacerlo, pues, como les adelanté, simple y llanamente me morí, aunque no muy dignamente que digamos.

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Ruth

Jajajaja excelente descripción! De buenas que fue de mentiritas

Mónica

No puedo parar de reír!!! Efectivamente me quedé esperando su reflexión sobre la muerte digna, pero la reflexión es esa a qué nos referimos cuando decimos “muerte digna” ¿en qué consiste? ¿digna para quién? ¿cuáles son los factores que debe incluir? ¿quien determina si es digna o no?

Alfonso García

Bienvenido de regreso al mundo de los insignificantes seres vivos. Espero que cuando su muerte sea de a devereas (para lo cual espero que pasen todavía muchos años) me inviten a su funeral para ser uno de los tres o cuatro asistentes. Ja ja ja!

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