“Cuentas muertas”: “La tragedia de la incomprensión”

Me da la sensación que Theresa Rebeck es una escritora incomprendida entre los miembros de su generación y en la industria del entretenimiento. Hace dos años, escribió “Smash”, una serie de televisión producida por Steven Spielberg, donde quería abordar la vida de un actor quien decide trabajar en la meca del teatro musical: Broadway.

La idea original consistía en hacer un musical televisado para mostrar el lado más oscuro del quehacer teatral. Capítulo tras capítulo, las protagonistas lucharían por ganarse un lugar en alguna producción, sin tomar conciencia de cómo el sistema se las iba devorando para convertirse en unas piezas pequeñas, sustituibles e intercambiables de este particular star system.

La televisora y la gente de Spielberg confundieron la premisa de Rebeck y convirtieron la serie de televisión en una especie de “Glee” para adultos. Toda la crítica ácida a las estructuras laborales de Broadway se desvanecieron para contar una historia ñoña de dos muchachitas con muchos deseos de triunfar en la farándula, la rivalidad entre ellas y sus aventuras amorosas al más puro estilo de las películas de Julia Roberts.

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La serie fue un fracaso total. Ante los bajos niveles de audiencia, todos quisieron meter mano en “Smash”: los de ventas, productores, directores, por decir lo menos. Rebeck quiso mantener el control creativo e insistía en que nadie había entendido su propuesta. Finalmente, el programa se mantuvo dos temporadas con la salida de la escritora a la mitad del proyecto.

Ahora se está presentando en México una obra de Rebeck llamada “Cuentas muertas”. Y, sin temor a equivocarme, ella fue víctima una vez más de la incomprensión. Los productores catalogan a la obra como una pieza con una fuerte carga crítica. Rebeck es una provocadora en su escritura, le gusta lanzarle al espectador dosis de una realidad despiadada; pero aquí el problema radica en que sus cuestionamientos no cobran la justa dimensión porque están muy bien escondidos en las anécdotas de la historia.

“Cuentas muertas” habla sobre el regreso de un hijo a la casa de sus padres por un “problema” con su esposa. El corazón del argumento está en el viaje emocional de este hombre al descubrir cómo cada uno de los miembros de su familia se encuentra en una evasión de la realidad. La madre con la religión, su hermana con la comida, el padre con la enfermedad.

Todos están dopados y son incapaces de reconocerse entre ellos. El protagonista está desamparado al creer que podía escapar de un entorno citadino, lleno de mecanismos para evadirse de la realidad, y encontrar a su familia en las mismas condiciones. Rebeck habla de cómo las adicciones a algo, lo que sea, son maneras de llenar nuestro vacío emocional.

La obra tiene reminiscencias de Chéjov en su humor, en su particular precisión para retratar lo cotidiano. El problema radica en que lo sórdido del tema está envuelto en situaciones sencillas, ligeras y con una extraña apariencia de ser chistosas. No por ser ligera, la obra deja de ser una patada en el estómago.

En el caso mexicano se vuelve más complicado todo cuando tenemos una adaptación deficiente. Hay ciertos diálogos en español sin la fuerza dramática necesaria. La obra tiene tintes de comedia pero no se puede quedar sólo en esa lectura; es mucho más compleja e interesante que el chiste obvio. Hay palabras usadas en este montaje sin la equivalencia en inglés o referencias que sólo se entienden en Estados Unidos.

La dirección de Salvador Garcini es muy hábil para conformar un espectáculo poderoso de principio a fin. Los trazos escénicos funcionan, las cadenas de movimiento son las lógicas (y necesarias), las transiciones están bien resueltas para que el ritmo no caiga; pero la historia se achata, a pesar del montaje tan efectivo, cuando desde la adaptación no se pueden vislumbrar las capas escondidas de los personajes y sus conflictos.

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El montaje pretende mantener un tono cómico todo el tiempo que no corresponde con el texto. Y digo “pretende” porque la sensación final es como la de un champurrado: no es una comedia pero tampoco es un melodrama; no es una pieza pero tampoco es una tragicomedia. Cuando sales del teatro, no sabes bien a bien qué viste.

En la parte actoral no hay falla. Arath de la Torre, Helena Rojo, Andrea Noli, Ernesto D´Alessio y Nora Salinas tienen la energía necesaria y mantienen un ritmo adecuado; además, es sorprendente el carisma y el encanto de estos actores. Aquí tengo una pregunta: ¿por qué Andrea Noli no hace más teatro? Sus recursos y rango tonal son sorprendentes. Por momentos, ella se lleva la obra.

Espero que la revolución le haga justicia a Theresa Rebeck y a sus “Cuentas muertas”. El montaje mexicano es efectivo pero no llega a las dimensiones donde debería llegar. Estoy seguro que el público se va a sentir complacido  por el trabajo actoral pero con muy poca claridad en la historia; a la obra le conviene olvidarse un poco de su ligereza para trabajar en una complejidad de relaciones e intenciones.

 

“Cuentas muertas”

De: Theresa Rebeck

Dirección: Salvador Garcini

Teatro del Centro Libanés (Barranca del muerto y 2 de abril, colonia Crédito Constructor)

Viernes 19:30 y 21:30 hrs., sábados  18:30 y 20:30 hrs., domingos 17:30 y 19:30 hrs.

 

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