Cumpleaños de la morenita mexicana

Este 12 de diciembre, como es habitual cada año, se desarrollan en la basílica de Santa María de Guadalupe las festividades centrales de conmemoración a la virgen María, en su advocación Guadalupe, patrona de los mexicanos y cuyas costumbres culturales han sido exportadas a una decena de países latinoamericanos, al grado de denominársele “Patrona de las Américas”. Estas celebraciones multiculturales y pluriétnicas tienen su origen histórico con la aparición de la virgen santísima al campesino indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin, a los pies del cerro del Tepeyac, un sábado de diciembre de 1531. Según diversos registros, en esta actividad han participado más de diez millones de feligreses, quienes se avocaron a agradecer los diversos “favores” hechos por la madre de Jesucristo; pero además para fortalecer su fe en la deidad.

Para empezar, el hecho de que la actividad religiosa coincida con la entronización de un líder izquierdista, como lo es Andrés Manuel López Obrador (AMLO), debe servir como punto de encuentro para que todos los mexicanos logren el consenso en medio de las más álgidas divergencias, en la búsqueda del bien común, la fraternidad y la justicia; mismas que preconiza AMLO en sus diarias alocuciones, especialmente con su promovida “Cuarta Transformación”. Merece especial atención la búsqueda consensuada a temas tan diversos como la inmigración, inversiones y “respeto” a las mismas, regulación de tasas bancarias, diálogos políticos con líderes políticos internacionales, etc.

Creo que los seres humanos siempre tenemos alguna idea de la divinidad y buscamos de manera permanente “mediadores” que nos acerquen a una idea precisa de la misma. Eventos como el celebrado en México y que se extiende a varios países es una demostración de la adhesión a la fe católica; pero que además busca convertir éste en una especie de “bálsamo” para aquellas personas que por diversas circunstancias se han visto “neocolonizados” y en consecuencia excluidos de verdaderos horizontes que les permitan “abrirse paso” ante la adversidad que “galopa” en la región latinoamericana, debido a los ingentes intereses geoestratégicos activados por potencias antagónicas como Estados Unidos y Rusia. Sumado a ello, está la creciente desesperanza provocada por la violencia; las corrupciones público-privadas que debilitan los procesos de construcción de verdaderos y vibrantes estados de derecho que reivindiquen los intereses de las mayorías; y, la falta de “ciertas libertades” en el ejercicio de la ciudadanía (caso Venezuela y Nicaragua), etc. Ante todo lo anterior, las personas -como los feligreses mexicanos y latinoamericanos- buscan sin lugar a dudas en la divinidad una especie de “contrapeso desde arriba” contra todas aquellas formas humanas de opresión, que muchas veces son institucionalizadas a través de un pernicioso y encubierto control por parte de corporaciones económicas glocales de los estados-naciones, al margen de la ética y amparándose en el libre mercado en países como los nuestros con democracias liberales.

12 de diciembre
Fieles reunidos a las afueras de la Basílica de la Virgen de Guadalupe en Ciudad de México, 2016 (Foto: EFE/Sáshenka Gutiérrez).

Por otra parte, en tiempos de caos emocional producido por las tensiones sociopolíticas a escala global y los diversos conflictos internos (muchas veces activados por sectores con intereses particulares, como en el caso hondureño por ejemplo, con las crisis estudiantiles en el sistema educativo superior, generadas por organizaciones izquierdistas para tratar de deslegitimar la administración del estado). Indudablemente, esta actividad ceremonial causa cierto “repudio” en ciudadanos de otras confesiones, pero creo que todo esfuerzo conducente a fomentar la paz y el entendimiento debe ser promovido para construir sociedades tolerantes y abiertos al entendimiento con “el otro”.

En definitiva, la conmemoración centralizada en Ciudad de México, pero extendida en diversos países del orbe, es una muestra palpable de que la fe trasciende fronteras y que se incuba ahí en donde haya apertura a las creencias religiosas.

Posdata: De acuerdo con datos relativamente recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 1970 el 96.2% de encuestados mexicanos se declaraban confesos católicos; dicha cifra disminuyó drásticamente a 82.7% en 2010.

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