A veces los economistas gubernamentales, por omisión o comisión, terminan justificando técnicamente compromisos políticos, cuyos resultados se sabe de antemano que serán totalmente diferentes a los prometidos.
Un ejemplo impecable de tal situación fue la economía “Voodoo” (vudú) instrumentada durante los ocho años de gobierno de Ronald Reagan. Hoy parece que con la Reforma Hacendaria (RH) de Enrique Peña Nieto (EPN) se fortalece la economía “Frankenstein” que se ha ido forjando en México desde hace casi seis lustros.
En 1980, George H W Bush denominó economía “Voodoo” a la propuesta económica de su contrincante Ronald Reagan a la candidatura presidencial republicana, por considerarla técnicamente absurda y destinada a arrojar resultados negativos para la sociedad norteamericana. Así, la expresión economía “Voodoo” fue el calificativo general dado a la política económica del Presidente Reagan identificada como Reaganomics.
La historia habría de darle la razón a Bush-padre en sus previsiones de malos resultados económicos que produciría la política económica aplicada a lo largo de los ocho años que acompañó como Vice-Presidente a Ronald Reagan. Los resultados obtenidos con tal galimatías fueron una caída en el crecimiento promedio anual del Producto Interno Bruto (PIB) de 4.2% a 2.7%; el crecimiento de la deuda pública en casi tres veces, hasta alcanzar 2.8 billones de dólares; la caída del salario por hora, dando inició a un empobrecimiento creciente de la clase media; y el inicio de la concentración del ingreso.
La Reaganomics definida por Milton Friedman como la reducción del gasto, reducción de impuestos, menor regulación y una política monetaria no inflacionaria dio, según él, parciales resultados. Sin embargo, hoy la elevada concentración del ingreso es señalada como una de las razones por las que la economía de Estados Unidos (USA) no ha logrado recuperarse como era de esperarse, según lo ha enfatizado Joseph Stiglitz.
La expresión de economía “Voodoo” terminó esencialmente asociada a una política fiscal que presupone irracionalmente que recortes regresivos de impuestos incrementan los ingresos tributarios, dado el aumento en los ingresos de los negocios y personales, por lo que tales recortes no harían necesario incurrir en déficit presupuestal alguno y, por lo tanto, en mayor deuda pública. La base en tal pseudo racionalidad económica, justificada por el “ofertismo” (supply side economics), que asume que la economía se puede alentar por el lado de la oferta, llevó a la reducción especialmente de los impuestos de los estratos de altos ingresos y a las ganancias de capital.
La resultados adversos de la economía “Voodoo” los pagó a la postre electoralmente el mismo Jorge H W Bush, al ser derrotado en la elecciones presidenciales de 1992 por el demócrata Bill Clinton y decirle “estúpido es la economía”, para enfatizarle que el principal problema de USA era la economía. Tal aserto descarnado ha sido sin duda válido para México desde hace varios lustros, aunque nuestros gobernantes insistan en manejar a la economía nacional leyendo una novela rosa, para deleite de sus sueños y absurdas conjeturas sobre la realidad.
La política económica de EPN, especialmente su propuesta de RH, cuya aprobación legislativa es inminente, parece terminar por configurar un “Frankenstein”, cuya concepción y creación se inició de manera deliberada a mediados de los 1990´s. La creatura, como deus ex machina, figura ya el gobernar enajenadamente al país y comienza a generar resultados aberrantes y ser totalmente contrarios a los ofrecidos durante la campaña presidencial de EPN.
Así, la economía “Frankenstein”, que es producto del hombre, manifiesta gobernar al gobierno mismo, con imprevisibles acciones públicas, pero con previsibles resultados adversos para la sociedad. Ciertas acciones, tal como se enuncian en la RH y otros instrumentos fiscales, resultan absurdas y van claramente en contra de la misma racionalidad del sistema capitalista, que los mexicanos no acabamos de entender y menos los economistas gubernamentales apreciar. Por ello, la RH y sus razones son base pertinente para apreciar a la economía “Frankenstein”
México es el único país de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) que no cuenta con una estructura de bancos grandes nacionales, al haber permitido constituir un oligopolio extranjero y obviar el riesgo del “big to fail”, se ha recomendado internacionalmente abatir con la reducción del tamaño de los bancos y el ámbito y naturaleza de sus operaciones. A tal recomendación, ausente en los afanes de las autoridades hacendarias, se agrega el hecho de que después de quince años del rescate bancario, no se ha pagado un solo peso de su costo de capital, cuyos intereses siguen medrando las endebles finanzas públicas. A esta carga del pasado ahora habrá que agregarle el costo fiscal que significará el rescate de las Sofoles, Sofomes y otras figuras abocadas al desarrollo inmobiliario.
La apertura económica global, por la vía de los tratados y acuerdos comerciales, ha terminado por abatir el porcentaje del componente nacional de las exportaciones sostenidas por las maquiladoras. Situación que se agravará ahora que las maquiladoras deberán pagar Impuestos al Valor Agregado (IVA) de sus importaciones, que en toda lógica deberían tener un tratamiento fiscal especial, “in bond”, al ser temporales.
El ingreso fiscal que tal medida recaudatoria rendirá será a todas luces mucho menor al costo económico, en empleo y servicios, que significará al país y sus posibilidades de crecimiento futuro. Máxime que USA ha entrado en un proceso de re-industrialización que debería beneficiar al vecindario mexicano; beneficio potencial que la RH desalienta imponiendo nuevas cargas financieras. En este mismo contexto, la homologación del IVA en las zonas fronterizas terminará estimulando aún más la inflación de la canasta básica en las zonas fronterizas e incentivará la compra del “otro lado” de los mexicanos, lo que afectará la actividad económica nacional y local.
Tal posible afectación económica se da en el contexto en el que la producción nacional es una de las de menor crecimiento de América Latina, siendo hoy México altamente dependiente del extranjero en insumos y alimentos, por lo que la demanda mexicana ha terminado dinamizando a otras economías. El país carece de una política industrial y al mismo tiempo ha destinado exiguos recursos públicos al desarrollo rural, agropecuario y a la pesca. Actividades, éstas últimas, que también se propone sean gravadas.*
El barullo del impuesto a las utilidades en bolsa puede terminar por significar un elevado costo y desorden fiscal, así como un estímulo a la especulación. Si se van a gravar fiscalmente las “utilidades” ello implica que también fiscalmente se van a deducir pérdidas, por lo que ante un descalabro de la bolsa los ingresos públicos se verían afectados por un buen tiempo. Esta posibilidad de deducción fiscal de perdidas hace proclive el asumir mayores riesgos, toda vez que el riesgo se compartiría con el fisco.
Se arguye que el impuesto a las ganancias en bolsa es acorde a la recomendación internacional asociada al Nobel de economía “Tobin”, pero realmente lo que él proponía era gravar las operaciones en sí, con una relativamente tasa baja, para desalentarlas y evitar la especulación. La otra confusión es que más que gravar una “utilidad” financiera, que no es una utilidad “económica o real”, lo que debería gravarse es el cambio de propiedad de los activos productivos, es decir el control o posesión de una empresa. Como habría sido el caso de la venta de Banamex a Citibank.
La propuesta fiscal de que las personas físicas accionarias sean solidarias de las “personas morales”, es decir de sus empresas, es a todas luces una aberración económica que va en contra de la naturaleza misma del sistema capitalista. Con esta iniciativa los empresarios verán amenazada su seguridad económica física y hasta personal, contraviniéndose le responsabilidad de la persona moral. Con tal pretensión, la domiciliación fiscal en México tendrá un alto riesgo económico, desalentándose la creación de nuevas empresas e induciendo la migración de las ya existentes.
Si el capitalismo se desarrolló rápida y exitosamente, primero en el Reino Unido (UK) y después a escala global, fue en virtud de haber permitido crear sintéticamente a la “persona moral” como ente económico y jurídico, en sustitución de la persona física. Esto hizo posible que a partir de cierto capital y patrimonio la “persona moral” asumiera riesgos económicos no asignables a sus creadores físicos. En eso ha radicado el mayor artilugio financiero y legal del capitalismo desarrollado en casi todos los países del orbe. Las autoridades fiscales nacionales pretenden con un simple código borrar siglos de evolución económica.
En ese mismo afán, se busca fiscalmente tratar de manera administrativa de la misma manera a todo tipo de actividad productiva, sin importar el tamaño de las unidades económicas. Situación fiscal que no acontece en la mayoría de los países capitalistas de mayor tradición. De esta forma, el tratamiento de los llamados “Repecos”, relativo al Régimen de Pequeños Contribuyentes desparecería, con lo que se fomentaría aún más la economía informal y, por lo tanto, la evasión fiscal. Resultado recaudatorio y de regularización económica que toda iniciativa en la materia debería evitar.*
Finalmente, la grabación de las prestaciones sociales individuales a los trabajadores, ya sea de vales de despensa o aportaciones al Infonavit, entre otros medios, así como el efecto que en su vida cotidiana e ingreso familiar tendrá el aumento del costo del transporte público y alimentos, habrá de empobrecerlos más. Con ello, el ingreso personal y familiar habrá de concentrase aún más, en beneficio una vez más del gran capital y de la alta burocracia. No en balde se ha vendido oficialmente la RH como progresiva y en beneficio de los más necesitados, al tiempo que se ha mantenido en obscuro la consolidación fiscal que tiene lagunas de escape y tiempos de gracia que invalidan su posible realización.
La RH hacendaria puede ser resumida en sus resultados esperables y significación como mayor recaudación y mayor deuda pública, afectación del ingreso disponible de las familias, más gasto improductivo y desaliento a la producción y el empleo. A la par está ausente todo viso de compromiso público de mayor eficiencia y efectividad del presupuesto, reducción del gasto corriente, mayor inversión pública y una clara coherencia entre una política de crecimiento económico y empleo y la impositiva.
La política económica aplicada y sus resultados evidencian que hemos creado un “Frankenstein”, al que no sólo le tememos y nos gobierna, sino también al que sigue alimentando la casta que lo creo, para sufrimiento de casi todos los mexicanos, incluidos los empresarios, dada la entereza de los trabajadores. Ya veremos los resultados sociales de tal aventura con la próxima serie de reformas nacionales.
* Actualizado el día 18 de octubre, conocidas algunas de las medidas de la RH aprobadas por el Congreso.