De Tlatelolco a Ayotzinapa

El camino ha sido largo, doloroso y aciago. Dos hechos trascendentes han ensombrecido la historia moderna de México, pero también revelado las inconsistencias del sistema político gobernante que durante años prevaleció dentro de los bordes del autoritarismo, la corrupción y la impunidad. Sistema que tenía como bandera, en su retórica hueca y simulada, los principios de una revolución de principios del siglo XX que, si bien reorientó en sus inicios la sociedad hacia fines justos y necesarios para las clases campesina, obrera y media, con el paso del tiempo degeneró y sus ideales quedaron sólo para el discurso oficial y acompañantes con intereses y privilegios. Como señala Enrique Tierno Galván, político socialista español y hombre de su tiempo, todo sistema político desde que nace, lleva en su interior el germen de su propia destrucción y así fue la degradación del nuestro.

El movimiento estudiantil de 1968, obra de jóvenes valientes –como ha calificado en otro contexto el historiador Pedro Salmerón, en su legítimo derecho de libertad de expresión que no obsta para ejercerlo el ser funcionario público–, desgarró la investidura presidencial y abrió los ojos a una sociedad apática que aceptaba una realidad arropada por ficciones y mitos. Existía en aquellos años tres cosas intocables para los medios de comunicación: la figura presidencial, el ejército y la Virgen de Guadalupe. Este movimiento desacató la primera y muchos de sus integrantes pagaron con sus vidas, cárcel y destierro su osadía, que apareció como un relámpago en un cielo presuntamente tranquilo. Cierto es que antes hubo luchadores que tomaron la vía violenta contra el gobierno que respondió con la llamada “guerra sucia” y fueron aplastados sin piedad, como las rebeliones de Rubén Jaramillo (último líder autentico del zapatismo), Demetrio Vallejo, Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, Cuartel Madera, Liga Comunista 23 de septiembre, sólo por citar algunas.

De Ayotzinapa a Tlatelolco.
Ilustración: CNH.

La enorme grieta abierta por estos movimientos dio paso a algunos maquillajes del régimen represor, pero no se dieron cambios de fondo como se exigían. El gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, que vivía todavía los beneficios del llamado milagro mexicano con un crecimiento económico notable, no tuvo la visión de abrir las compuertas democráticas, y enfrentó la intimidación con una violencia superior, apoyado por el ejército y los cuerpos policíacos especializados como la Dirección Federal de Seguridad de triste memoria. El longevo partido político oficial (PRI) se negó a la democratización interna y provocó el cisma de 1988, que a la postre lo llevó al punto que hoy se encuentra.

Las campanas de réquiem tocaron al expresidente Enrique Peña Nieto, cuando por una omisión inaceptable, no vio la gravedad de los hechos ocurridos la noche del 26 de septiembre de 2014, al desaparecer “misteriosamente” 43 jóvenes de la escuela Normal de Ayotzinapa en Guerrero, que junto a los escándalos de corrupción y crímenes cometidos por elementos del ejército y policías de los tres niveles, desembocó en un problema mayúsculo que actualmente tiene no sólo en vilo los procedimientos usados para esclarecerlo, sino la persistencia en la memoria colectiva y la lucha incansable de padres y familiares que reclaman con  justicia, la verdad sobre lo ocurrido aquella noche de Iguala.

Ayoztinapa.
Ilustración: Daniel A.

Corresponde al nuevo gobierno federal encabezado por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, encontrar a los autores materiales e intelectuales de este hecho, sean estos servidores públicos o delincuentes, que a cinco años no ha tenido una respuesta convincente ni verosímil, y ha quedado inerte como el movimiento del 68, cubierto en la penumbra de complicidades y simulaciones. La responsabilidad es cuantiosa en estos momentos de tantas incertidumbres que rodean ambos casos, por lo que los tres poderes –Ejecutivo, Legislativo y Judicial– conllevan en sus áreas respectivas, la obligación de encontrar la verdad lisa y llana de lo sucedido.

¿México mágico o México trágico?

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Nydia Egremy

Claro y oportuna su reflexión. Se agradece esa sensatez en tiempos de oportunismo y complicidades como bien dice Ustedes, estimado don Elías Cárdenas.

marisol

Qué excelente artículo el suyo, Lic. Cárdenas. Me gusta que arroje luz sobre el derecho a la plena libertad de expresión del historiador Pedro Salmerón, aunque a peleles como Attolini y a la chairez les pese. Salió a la luz de parte de un testigo presencial de los hechos de Ayotzinapa, con el respaldo de tres de sus compañeros de reclusión, que también estuvieron ahí, el testimonio de en dónde precisamente están los restos de los muchachos. Me indigna pensar que alguien como Vidulfo Rosales, su abogado de Tlachinollan, ya lo supiera desde hace tres meses, e igualmente la autoridad, y que no se haya hecho nada. Bien dicho, México TRÁGICO, pero por las conveniencias políticas del poder, sexenio tras sexenio, incluyendo éste de Andrés Manuel López Obrador. Muchas gracias por su lucidez y oportunidad.

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