Recientemente fue dado a conocer el Informe 2013 de la Corporación Latinobarómetro. Los resultados para América Latina, en su conjunto, son positivos, aunque para México resultan negativos y preocupantes.
En el Informe se señala que “América Latina vive un momento (de) disminución de la pobreza, aumento de la educación, aumento del crecimiento económico, que ha proporcionado el mayor nivel de satisfacción de vida desde 1995”. En contraste, se remarca que “La precariedad, la pobreza, la desigualdad, la discriminación, siguen siendo, sin embargo, el Talón de Aquiles de la región, que de alguna manera le impide pasar al siguiente escalón. La democracia se ve retenida por la desigualdad en el acceso a bienes políticos y también bienes económicos”. En esta última circunstancia adversa se inscribe la dolorosa realidad mexicana desde mediados del 2000´s, tal como se considera por la ciudadanía.
En efecto, desde la Introducción, en el Informe se establece que la región vive un nuevo paradigma de progreso, que contrasta con la situación que prevalecía en las últimas décadas del siglo pasado. Así, América Latina disminuyó su pobreza de 44% a 28% y cerca de 50 millones de latinoamericanos pasaron a ser parte de la clase media, aproximadamente 8% de la población total de la región. Hechos que contrastan con el crecimiento de la pobreza en México.
De acuerdo al Secretario General de la OEA, el Informe resalta que en América Latina hay mucha democracia y poca institución, en tanto “los datos 2013 muestran una región próspera, cada día más educada, más demandante y más rica, a la vez que todavía una región con altos niveles de desigualdad. Se dice, por ello, que “América Latina nunca había sido tan rica como ahora”.
Como corolario, se establece que “Ciudadanos de países ricos, pobres, gobernados por la izquierda y la derecha están defendiendo sus derechos, y al mismo tiempo no cumpliendo con sus obligaciones con el mismo entusiasmo”. Por lo que la democracia en América Latina se ha vendido bien a los ciudadanos y ahora quieren la distribución de la riqueza.
El Latinobarómetro integra la información de 18 países, a partir de entrevistas cara a cara celebradas este año en cada país, incluido México, con muestras representativas del 100%, con un margen de error de 3%, de acuerdo a lo indicado en el Informe. El Informe 2013 se centra en dos temas, por una parte un recuento de la evolución del apoyo a la democracia en cada uno de los 18 países de la región y, por otra, en un análisis de las expectativas de los ciudadanos.
En relación al primer tema, en 11 países aumentó el apoyo a la democracia en 2013 respecto del promedio observado en el periodo 1995- 2013 y en 7 países disminuyó. Dentro de este conjunto de países que menos apoyan a la democracia se ubicó México. Es relevante que México ocupó el segundo lugar después de Costa Rica en la pérdida de apoyo a la democracia y resalta el hecho de que tal proceso se centra en países centroamericanos, además de Uruguay.
La pérdida sostenida de apoyo a la democracia en México comienza con Felipe Calderón en 2006, al pasar de 54% a 48% en 2007, en tanto en 2013, con la vuelta al poder por el PRI, con Enrique Peña Nieto, México logró que sólo 37% de su población apoyara a la democracia. Tal apoyo es el más bajo desde 1995. Es decir, México en tres lustros alcanzó en 2013 el menor apoyo a la democracia, ya que 53% de su población no apoya o le es indiferente la democracia (10% de los encuestados no respondió).
De por si alarmantes las cifras presentadas, la tendencia de apoyo a la democracia observada de 1995 a 2013 resulta aún más grave. La preferencia por un gobierno autoritario logró 16%, siendo el porcentaje más alto observado desde 2003. En este mismo tenor, la preferencia por “da lo mismo” alcanzó 37%, habiendo sido la proporción más elevada en todos los 18 años reportados para México por Informe. Esta indiferencia es posible que sea creciente a futuro dado que el promedio observado entre 1995-2013 fue 25%, porcentaje menor al observado en 2013.
Las cifras presentadas sobre México evidencian claramente un descontento con la democracia, a pesar de la llamada alternancia experimentada en 2000 y a pesar del regreso del PRI en 2012, cuyo triunfo no fue mayormente cuestionado como el de Felipe Calderón en 2006. Los pasados tres lustros demuestran un descontento secular y creciente de los mexicanos con la democracia. Sobre ello se dice que “No es objeto de este informe entrar en las profundas causas de este fenómeno que afecta a México, pero la violencia y el narcotráfico son parte importante de la explicación. La vuelta del PRI después de escasos dos gobiernos es sintomática de la búsqueda de una solución no a problemas políticos, sino más bien de la sociedad mexicana y la violencia”.
Al respecto, el Informe es omiso en considerar otra información presentada, sobre la cual se pueden inferir causales del descontento con la democracia en México, tanto en términos del país, como en su comparación con otros países de la región. Analíticamente, si en el resto de América Latina la percepción de la población sobre su situación económica personal ha aumentado sustancialmente, es posible inferir que éste ha sido un factor que podría explicar el crecimiento observado en el apoyo a la democracia, que alcanzó en promedio 56%, frente al declinante 37% en México.
Miguel Carbonell (La democracia bajo el agua, El Universal, 14 de noviembre, 2013) señala que, además de la educación, “otro factor que incide en el bajo apoyo de la democracia es el bajo nivel de vida de muchos mexicanos, que en un alto porcentaje sigue viviendo en la pobreza”. Carbonell enfatiza que en 2033, de acuerdo al Informe, 55% de los mexicanos manifestó haberse quedado sin dinero para comprar alimentos en los últimos doce meses, porcentaje que contrasta fuertemente con Brasil en donde tal situación fue únicamente de 19%”.
El porcentaje de carencia económica reportado en México para comprar alimentos es cercano estadísticamente a la estimación de mexicanos que viven en situación de pobreza, tal como se ha reportado CONEVAL, por lo que el Latinobarómetro confirma lo bien sabido. Pero bien enfatiza Carbonell que la democracia está en riesgo por “la escaza capacidad de las autoridades para elevar el nivel de vida de millones de mexicanos y traducir en mejoría económica las ventajas del pluralismo”.
Tal aserto se corresponde con el hecho de que en tanto en México la imagen del progreso es de 19%, el promedio latinoamericano es de 37%, teniendo Ecuador el nivel más alto de 77%. De esta manera, México ocupa el quinto lugar más bajo de imagen de progreso de los países reportados en el Informe, habiendo disminuido su porcentaje en relación al alcanzado en 2011. Obviamente, esto se correlaciona con la “mala situación económica actual del país”; en la que México ocupa el tercer lugar, con 46% de la calificación de la población, sólo debajo de Honduras y Guatemala, y muy lejos del promedio de la región de 29%.
El Informe es ampliamente rico en información, sobre la que pueden efectuar análisis más detallados, tanto en lo relativo a cada país, grupo de países y en contraste entre los mismos. El hecho incontrastable para México es que los “problemas económicos” son los que se perciben como los más importantes, aún sobre la inseguridad y la corrupción, tal como se aprecia la gráfica.
En ese sentido, México es el tercer país en el que se cataloga a los problemas económicos como los más importantes para la población. Tal hecho se ha soslayado sistemáticamente por el gobierno y buena parte de los partidos, enfatizándose en la aplicación de medidas económicas que no han dado los resultados electorales y gubernamentalmente prometidos. Hoy se transita una vez por el mismo camino, cuando la población ha manifestado, de acuerdo al Informe, que en México puede haber democracia sin Congreso Nacional y sin partidos políticos. Tal visión nacional está sobre la del resto de los 17 países reportados por el Latinobarómetro, por lo que en México no sólo no se apoya a la democracia, sino también no se aceptan a sus instituciones.
Es obvio que el descontento con la democracia en México tiene una razón funcional que resulta en una descalificación de sus instituciones. En el primer caso, la democracia en México no ha resultado positiva para mejoramiento de la vida los mexicanos. En el segundo caso, las instituciones de la democracia, como el Congreso y los partidos políticos, no se consideran necesarias para la democracia porque no han ayudado a que la sociedad pueda mejorar su nivel de vida.
Bajo ese escenario, el país corre el riesgo del autoritarismo o de la irrupción social, quedando al menos, como siempre y de manera ideal, la opción ciudadana, sobre la que se ha dicho que se encuentra más allá de los partidos y el gobierno. Todos desearíamos que el prometido mejoramiento de vida de los mexicanos se lograra o que, al menos, tales expectativas la mayoría las tuviéramos, no en balde México ha sido una de las economías con menor crecimiento en América Latina, como lo señaló en su campaña Enrique Peña Nieto. Entonces se podría hablar de una democracia progresiva y dejaríamos de idealizar la tan lleva y traída democracia mexicana sin adjetivos.
Tengamos presente que el desencanto con la democracia en México se puede decantar y que ese es el reto económico que hoy una vez más enfrentamos.
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