Ecosistemas digitales, complementariedad para la innovación

El alcance la pandemia, la primera de la era global, ha acelerado un proceso que parecía ya de por sí raudo.

La noción de complementariedad entre los actores de la realidad multilateral permite entender el paso de un tipo de globalización centrada en la integración, hacia otra que tiene al desarrollo de entornos complementarios, como su noción fundamental.

Es cierto que los estragos de la crisis han obligado a revisar algunos de los supuestos con los que lo global transitó las primeras dos décadas de este siglo.

Pero no menos constatable resulta el hecho de que, a la manera de una sustancia que condensa y potencia, la actual circunstancia ha acelerado muchas de las tendencias que se presentaban ya desde antes de modo latente.

En todo caso, lo que tenemos frente a nosotros no es la disolución del orden global, con todo y su desorden; ni mucho menos, la vuelta a un modelo mundial superado.

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Imagen: Freepik.

Los ecosistemas digitales son uno de los puntos de referencia con los que ha venido avanzando la transformación digital en todos los órdenes, desde hace por lo menos diez años.

Aplicables en el orden de lo privado, lo social y lo público, tienen en su propio nombre el signo de su identidad. Se trata de imitaciones/adaptables que parten de la noción que el orden/desorden natural tiene el término ecosistema.

Sistema biológico, marcado por el entorno, al tiempo que sistema social, señalado por las interacciones de los sujetos que lo componen, la idea de ecosistemas que toman a préstamo el término digital sigue la línea de estas dos dimensiones: entorno e interacciones.

Dotados de suficiente flexibilidad para afrontar el cambio y su rapidez como condición de sobrevivencia, a la vez, que necesariamente escalables y sostenibles, los ecosistemas digitales se tornan en sistemas dinámicos que expresan la naturaleza cambiante de la época.

Por supuesto que la primera idea que puede venir a la cabeza al plantear el término ecosistema digital es la que tiene que ver el orden empresarial y la necesidad de que la tecnología digital pueda hacer más eficiente los procesos y resiliente su estructura institucional.

Para el orden empresarial, hablar de ecosistemas digitales suele asociarse a la relación que se establece, en términos cuanti y cualificables, entre el sitio web, el eje del ecosistema, el SEO, la Analítica y el trabajo que se hace con base en las redes sociales.

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Imagen: Deloitte.

Al escalarse, la idea de ecosistema digital adquiere una dimensión que se expande y refleja el tránsito entre una primera etapa de globalización integradora y los actuales signos que dan cuenta de una globalización de la complementariedad.

Ámsterdam refleja el éxito de su estrategia al consolidarse como un creciente ecosistema digital a nivel ciudad.

Big data, sensores, Inteligencia Artificial, algoritmos, robótica, se combinan con una genuina política de datos abiertos, economía circular, participación de los usuarios, privacidad y acceso a la información.

A la vez, la que sin duda es hoy el modelo de una Smart City de este tiempo, Ámsterdam amalgama una eficaz política pública para incentivar el establecimiento de empresas de desarrollo digital con la promoción de la cooperación regional e internacional.

Esto es la forma en que la Oficina de Promoción Económica de Ámsterdam subraya las oportunidades que la ciudad ofrece: “Las personas se conectan más y la tecnología se convierte en parte de nuestra vida diaria.

“Entre 2014 y 2015 hubo un crecimiento del 27% del tráfico de Internet en Ámsterdam. Once de los quince cables de datos transatlánticos están conectados o pasan por Ámsterdam y el AMS-IX es el segundo punto de intercambio de Internet más grande del mundo.

“En 2016, Ámsterdam ocupó el segundo lugar en el índice europeo de ciudades digitales. ¿Quieres trabajar para una ciudad más inteligente? ¡Comparte tus tecnologías aquí!”.

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Imagen: GettyImages.

Rankeada hace un año como la cuarta ciudad en el mundo en el desarrollo de Apps innovadoras, Ámsterdam reporta la presencia de aproximadamente 600 compañías relacionadas con las nuevas tecnologías, de las cuales, cerca de 200 tienen sus cuarteles generales en la urbe neerlandesa.

A este desarrollo se suman iniciativas tendientes a producir un efecto expansivo sobre la vida y el desarrollo de la ciudad en su conjunto y sus habitantes. La tecnología no como parte de “parques industriales”, sino como detonante de la transformación de la vida de las personas.

De esta suerte, destacan, por ejemplo, Coding for Amsterdam, cuyo trabajo es impulsar que niñas y niños de la ciudad se apropien de las herramientas y habilidades digitales propias del siglo XXI.

Amsterdam School of Data Science o The Amsterdam Science Park, con sus 70 hectáreas y casi 80 empresas y centros de investigación instalados.

He ahí dos ejemplos más que dan cuenta del asentamiento de este modelo basado en la idea de un ecosistema digital que a su vez alimenta y se nutre de ecosistemas de innovación, investigación, a escala.

Que las buenas prácticas y políticas públicas asertivas impactan positivamente sobre la diversidad, consolidación y expansión de los ecosistemas, tanto en su variante natural como digital, ni duda cabe.

Que su contrario, puede aniquilarlos, también.


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