El Banco Central: de la autonomía económica a la independencia política

A raíz de las declaraciones del Dr. Agustín Carstens, gobernador del Banco de México (BANXICO), sobre la posibilidad de bajar las tasas de interés en “aras de promover el crecimiento”, la calificadora Moodys emitió una opinión adversa a tal posible decisión, lo que ha desatado un relativo debate entre los especialistas.  Tal debate se evidencia con el relevante artículo de Ignacio Beteta V., ¿Es fundada la crítica de Moodys a Banxico?, publicado en El Semanario, Sin Límites, 26/Enero al 01/Febrero/2013.  De igual forma, por comentarios que han circulado en los medios académicos, particularmente del Dr. Ricardo Solís, de la UAM, especialista en los temas monetarios.

El tema de la posible reducción de la tasa de interés por BANXICO tendría amplias implicaciones para la economía en su conjunto y estaría directamente vinculada a la naturaleza autonómica del Banco Central (BC).  En esta última instancia pareciera yacer la posición adversa de la calificadora sobre la dable decisión monetaria nacional.  Por lo que el modelo de autonomía y la forma en que es gobernado un BC se torna fundamental para entender las implicaciones institucionales que ello tendría.

Así, aún con el riesgo de fracasar en el intento, y sin pretender dictar cátedra, bien vale la pena reseñar sucintamente los modelos de autonomía del BC que son posibles de identificar, para bosquejar la naturaleza de independencia del BANXICO.  Por lo que en otro artículo sería posible abordar específicamente su sistema de gobernanza para, finalmente, analizar las posibles implicaciones macroeconómicas que una baja en la tasa de interés nacional tendría para la economía mexicana.  Esto último, en el entorno prevaleciente de las visiones técnicas, aparentemente encontradas, que la crisis internacional ha revivido.

La función y ámbito del BC está anclado en la visión ortodoxa de que la inflación es un asunto monetario, según lo argumentó contemporáneamente Milton Friedman (1999), identificado por algunos como el padre de la escuela de Chicago; al menos de la escuela monetarista de esa universidad.  Bajo esta consideración técnica, ha habido la preocupación de que una ´política monetaria discrecional, es decir en materia de masa monetaria y tasas de interés, podría llevar a un riesgo inflacionario.  De esta manera, se ha estimado que un BC autónomo (BCA) tendría aversión a una alta inflación.

Bajo estas consideraciones, en la trama de la “nueva economía política” se ancló desde fines de los 1980’s el principio de que era necesaria la creación de una estructura institucional creíble y predecible para la definición de la política monetaria (PM).  Es decir, se convino en la necesidad de que el BC tuviera una autonomía en relación a los otros poderes del estado.  Esta posición implicó que el BC en sí mismo debería tener y mantener autonomía, para considerar a la PM de acuerdo a una visión de largo plazo, evitando la incertidumbre que podrían significar los efectos electorales.  En esencia, con la autonomía se buscaba que la PM estuviera aislada de la posible inestabilidad política.

La conjetura subyacente para la autonomía del BC, entonces, fue que la disciplina monetaria reduce el nivel y variabilidad de la inflación[1], por lo que a mayor grado de autonomía menor inflación sería de esperarse.  Sin embargo, se ha encontrado que un BCA no tiene grandes beneficios o costos en términos de desempeño real de la economía (OCDE).  En términos más específicos en materia de la autonomía del BC, se ha encontrado que no hay correlación entre independencia del BC y variabilidad del producto-empleo[2].

De esta forma, se ha hallado que entre el grado de independencia y la inflación no hay una correlación significativa.  Relevantemente, Stanley Fisher, connotado economista, ex-funcionario del Fondo Monetario Internacional (FMI) y actual Gobernador del Banco Central de Israel, ha dicho que no hay relación causal entre autonomía del BC e inflación[3].

 En este contexto y a partir de Fisher es posible identificar dos modelos básicos de autonomía del BC.  El primer modelo, Fisher lo denomina del “banquero central conservador” (Conservative-central banker -CCB) o de independencia política.  El segundo modelo lo denomina del “principio del Agente-Principal” (agent-principal approach-AP), o de autonomía económica.  Los dos modelos consideran el principio básico del manejo de la política monetaria para fines del control de la inflación, aunque sus alcances difieren.

El modelo de autonomía política del BC parte del control sobre la PM con independencia de metas e instrumentos.  En este caso, el propio BC fija las metas a lograr, especialmente el nivel de inflación, o son fijadas de manera automática con independencia del gobierno o de los otros poderes del estado.  Para el logro de tales metas el BC cuenta con independencia total, además de poder definir los medios que podrá usar para cumplirlas.  En este caso casi la única preocupación del BC es la inflación.  El Bundesbank, alemán, y el Banco Central Europeo (BCE) son prototipos de éste modelo.

El modelo de independencia económica o del Agente y el Principal parte de la existencia de un “contrato” sobre las metas que debe lograr el BC, contando con independencia de los instrumentos que puede usar para tal fin.  En este modelo, el agente, identificado con el BC, y el “principal” o “dueño”, considerado como el gobierno, convencionalmente a través del ministerio de finanzas, establecen un “contrato” sobre el desempeño que en materia de metas de inflación debe cumplir.  Normalmente el cumplimiento de la meta de inflación queda en comunión con otras metas, especialmente de empleo y producción.  El tipo de BC con autonomía económica, es decir de medios, se identifica mayormente con los casos de Nueva Zelanda y el Reino Unido, UK.

Además de la determinación de fines y medios entre los dos modelos, existen diferencias, que tienen implicaciones sustanciales, que los hace sustancialmente diferentes.  En el caso del modelo de independencia política prevalecen las preferencias del “banquero central conservador” sobre las preferencias políticas y sociales.  Por lo que no hay mayor consideración en controlar la inflación, sobre otras variables económicas, particularmente el empleo y la producción.  En esencia el banquero central busca consolidar su reputación, aunque no están sometidos a la rendición de cuentas.  En contra posición al modelo de independencia política, en el modelo de independencia económica, el banquero central es sometido a una rendición de cuentas, a partir del contrato convenido con el Principal.  Por lo que el Agente puede ser penalizado de no conseguir las metas convenidas, obviamente de manera particular las metas de inflación.

En el contraste y evaluación de los dos modelos de autonomía, de metas e instrumentos, llamada de independencia política, o sólo de instrumentos, denominada autonomía económica, Fisher se inclina, finalmente, por este último modelo.  Uno podría decir que ello se debe, a que existe una rendición de cuentas precisa; hay incentivos para el logro de metas específicas establecidas en un “contrato” que permite una supervisión democrática del desempeño, al estar sometido el banquero central a una evaluación del ministerio de finanzas y, muy posiblemente, al poder legislativo.

Al respecto, Fisher cuestiona, en general, cuál debe ser la naturaleza de las metas que un BCA debe perseguir: agregados monetarios, niveles de precios, o tasa de inflación.  Otros autores, al respecto, ponen en duda la relación funcional de una baja inflación con relativas bajas tasas de interés, tal como en la crisis en marcha se ha señalado, al indicarse el riesgo de una trampa por la liquidez por los efectos de muy baja inflación y tasas de interés.

Por otra parte, en tanto el modelo de autonomía económica presenta el problema de información asimétrica entre el agente (Banquero Central) y el principal (Ministerio de Finanzas) en beneficio de aquel, el modelo de independencia política aísla al BC del resto del gobierno.  Con éste modelo se corre el riesgo de desarrollar una visión corto placista de la economía, sin considerar el mediano y largo plazos de la economía en su conjunto. Finalmente, con la independencia política del BC se puede desarrollar un conflicto entre la política monetaria y la política fiscal, persiguiendo cada una de ellas objetivos económicos diferentes.

En cualquier caso, el sistema y estructura de la gobernanza constituye un aspecto que se deberá corresponder con el modelo de BCA.  Obviamente, con el modelo de independencia política se presentarían los problemas clásicos de la separación del board con la administración (management), la separación del rol del Chairman y del gerente (Chief Executive Officer) del BC y la trasparencia y difusión de la información, entre otros aspectos.  Indefectiblemente, la dificultad del manejo de estos aspectos se aminora en el caso del modelo de autonomía económica del BC.

Finalmente, en un ámbito más amplio, se ha considerado que la autonomía puede ser el resultado de élites autoritarias, que a partir del aislamiento institucional del BC permite decisiones económicas fuera del control democrático.  Hecho que posibilita constreñir las posibilidades de logros a los gobiernos próximos, a partir de la protección de intereses de grupo.

En la discusión de los modelos de autonomía, no se pone en tela de juicio cual debería ser el objetivo primario del BC, sino cómo la meta de inflación y la autonomía del BC se encuentran o no vinculadas a otros objetivos y controles, que posibilitarían la coordinación de la política fiscal con la política monetaria y la rendición de cuentas del BC.  Aspectos que se han abordado en México de manera parcial, bajo el ruido mediático de la proposición de que el BANXICO debe apoyar también la generación de empleo y producción.  Objetivos que per se podrían sesgar la naturaleza de la autonomía del BC.

Muy recientemente el Primer Ministro Japonés anunció que el Banco Central de Japón (BCJ) se propondría una meta de inflación anual de 4%.  Ello en un afán de activar la economía desalentando el ahorro e induciendo el consumo.  Es decir, combatir la trampa por la liquidez que han generado la casi deflación y las tasas de interés prácticamente de cero.  Tal decisión contravino la ortodoxia monetarista y por primera vez, en más de quince años de crisis, busca la coordinación entre la política monetaria y la política fiscal para reactivar la economía nipona.  Tal acción, además de alentar el mercado interno, obligaría a una depreciación del yen lo que estimularía las exportaciones.  Bien ha definido Paul Krugman la decisión nipona como ABEnomics, como acrónimo entre el nombre del Primer Ministro japonés y la economía.  Bien se dice que no puede haber política económica sin economía política.

En la discusión de que el BANXICO estaría perdiendo autonomía si decidiera bajar la tasa de interés en las actuales circunstancias, subyace el principio de que el banco central tiene una independencia política.  Por lo que se estaría sujetando a las pretensiones del gobierno federal en turno para activar la producción nacional.  Situación que contrasta fuertemente con la relación pública que prevaleció entre BANXICO y el gobierno anterior, cuando el Presidente en turno proponía bajar las tasas y el Gobernador del banco central abiertamente negaba tal posibilidad.

Sin duda, hoy se viven otros tiempos y circunstancias y es posible que el Banquero Central haya entendido que la inflación y los riesgos financieros son asuntos que van más allá de la simple política monetaria.  La miopía con la que se trató genéricamente el pasado boom financiero casi a escala mundial así lo aval y la forma en que se han alimentado sus adversas consecuencias.

Bien vale tener presente al posible converso Milton Friedman cuando dijo que se podría correr el […] “peligro de asignar a la política monetaria un rol mayor del que puede cumplir, en peligro de pedirle que lleve a cabo tareas que no puede cumplir y, como resultado, de esto, en peligro de impedirle el aporte que sí puede hacer[4].

[1] Alesina A., Summers, L. (1993), “Central Bank Independence and Macroeconomic Performance”, Journal of Money, Credit, and Banking, Vol. 25, No2, May.

[2] Alesina; A. and R. Gatti (1995), “How independent should the central bank be: low inflation at no cost?” American Economic Review, May.

[3] Fischer, S. “Central-Bank Independence Revisited”, American Economic Review, Papers and Proceedings, 85, 2 (May) 1995, 201-206.

[4] Friedman M. (1967), “The Role of Monetary Policy, Allocution Presidential a la American Economic Association”, American Economic Review, Mach, 1968.

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