Desde el año pasado, el Fondo Monetario Internacional estimó la continuación sostenida en el incremento de precios de los alimentos. Tales incrementos, México lo ha observado también desde 2008. Sin embargo, fuera de lo convencionalmente previsto, el precio de los alimentos, especialmente los granos, se ha disparado a escala global, haciendo prever una situación severamente adversa para el mundo. Esto básicamente por los efectos de la baja de la producción en Estados Unidos (EU) y algunos otros países, haciendo prever una crisis alimentaria.
La situación de incremento de los precios de los alimentos ha afectado a México, especialmente en el caso del maíz y de sus derivados. Sin embargo, ante la caída sostenida en la capacidad adquisitiva del salario mínimo y en el aumento sostenido en el costo de la canasta básica, es previsible enfrentar un aumento en la población en situación de pobreza alimentaria. Hoy cuando en otros países la producción alimentaria cae o los precios internacionales de los granos suben, en México se acrecienta el hambre. Dicho esto de manera muy descarnada, pero realísticamente, aunque pueda sonar políticamente incorrecto.
En el pasado reciente, el aumento de los precios se ha explicado por el incremento de la demanda mundial por países tales como China, la India y, anteriormente, por los países del sudeste asiático. A tal cambio en el incremento de la demanda mundial de alimentos se ha agregado el de la estructura de la dieta de esos países, que cada vez se occidentaliza más.
En el primer caso, imaginemos la entrada al mercado mundial de unos cientos de millones más de consumidores, ya sea de China o de India, sin considerar el efecto que ya habían generado desde mediados de los 90’s los consumidores del sudeste asiático. En el segundo caso, es decir de la occidentalización de la dieta de los asiático, consideremos el efecto mundial que ha generado que los chinos e hindúes consuman masivamente leche, carnes o azucares, por poner sólo tres ejemplos.
Si ya de por sí desde el 2000 era claro el incremento sostenido en los alimentos a escala mundial, hoy ante la sequía que azota a EU, la baja de la producción Rusa y los efectos del cambio climático en otros países -como México y Brasil-, es obvio que la baja en la disponibilidad de alimentos hará que el aumento de los precios se acelere aún más. Bien podemos esperar que la población en pobreza alimentaria aumentará, cuyo nivel ya se había incrementado desde 2008. Hoy podemos decir que cuando la producción mundial de alimentos cae, en México se padece hambre. Es descarnado decirlo, pero es así de realista.
Sin llegar a una actitud catastrofista, como sería el decir que el destino nos alcanzó, las noticias internacionales y las recomendaciones de organismos internacionales reconocen la emergencia alimentaria que se vive. Así, se ha indicado que “El precio mundial de los alimentos registró en julio la mayor subida desde 2009, lo que abre la puerta a una nueva hambruna como la que ya sufrió el Cuerno de África el año pasado y, además, ejerce presión sobre la inflación en un momento en el que se teme que la economía mundial vuelva a recaer”
En este contexto se ha remarcado que “La sequía en Estados Unidos, los problemas de producción de Rusia y las lluvias fuera de temporada en Brasil se han traducido en un incremento de los precios del 6% en julio respecto al mes anterior […] según los datos de la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)” (El País, 9 de agosto, 2012). Además, el escenario alimentario se asume tan frágil que las Naciones Unidas han solicitado la cancelación del mandato gubernamental de EU para producir etanol, a partir de granos, relevantemente maíz (Financial Times, 9 de agosto, 2012). Obviamente, ello porque el uso de maíz para producir energía es artificialmente sostenido, ya que ese país subsidia la producción agropecuaria y por ende la producción de etanol. En la situación actual, es mejor pasar directamente ese subsidio al consumidor que a la producción de energía.
La Gráfica 1 ilustra claramente la tendencia desde 2000 de mayores precios a nivel mundial de algunos productos alimenticios seleccionados. Llama la atención que los precios del azúcar y los aceites han sido los que mayores aumentos has tenido. Ello se podría explicar porque la dieta occidental que ahora es claramente seguida por la población asiática privilegia los azucares y los productos “fritos”, según se dice como generadores de energía corporal e incentivos al paladar, como serían los casos de las bebidas de cola y las frituras. Las consecuencias de este cambio de dieta hoy ya son evidentes en tallas y problemas de salud de esa población.
Sin embargo, el aumento del precio de los alimentos y la falta de seguridad alimentaria ha afectado no sólo a los productores y al medio rural, sino también a la población en general, en un proceso en el que el poder adquisitivo se ha contraído por la inflación pero especialmente por el aumento en la canasta básica, como se puede observar en la Gráfica 2.
La gráfica recoge el comportamiento de los precios bajo una base que fue cambiada a partir de diciembre de 2010, por lo que la situación actual aparenta ser menos desfavorable para todo el periodo ilustrado. Es más, con la nueva base de precios, para junio del presente año la variación anual del costo de la canasta básica fue menor que el índice general de precios. Todo ello como producto de la creatividad de los economistas y la política institucional del ente encargado ahora de medir la inflación.
A pesar de tal artilugio estadístico, y como sabemos que la realidad es a veces majadera, de acuerdo con el Centro de la Finanzas Públicas, de la Cámara de Diputados, el aumento del costo de la canasta básica y del maíz la no parecía en mayo nada rosa para el país, ni es de esperarse que lo sea para el futuro inmediato.
De esta manera, de acuerdo con la Gráfica 3, la canasta básica a mayo había anualmente aumentado más que el índice general de precios y los alimentos habían aumentado más que esos dos indicadores. Aún más grave, como lo saben las amas de casa y los esposos que cubren directamente los gastos familiares, el maíz y sus derivados directos fueron los alimentos que más aumentaron. Sorprendentemente el maíz aumentó anualmente en promedio 17%, en tanto la tortilla casi 12%. Aumento que se ha acumulado al observado a partir del inicio de 2008, cuando rondaba a $ 8 pesos por kilo, mientras hoy es alrededor de $ 12. Un incremento de alrededor de 50%, ya no se diga el aceite, las pastas, el azúcar el arroz, entre otros productos más.
A esta situación en particular del aumento del precio del maíz y de la tortilla, productos básicos de la dieta de los mexicanos, hay que agregar las perspectivas de producción de EU, principal proveedor mundial, para imaginarnos el futuro inmediato global y de nuestro país.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en su Outlook No. (FDS-12G) 19 pp, July 2012 informó que “Las ofertas de granos alimenticios para 2012/13 son proyectadas […] menores este mes, con más baja producción de maíz por menores rendimientos”, agregando que el clima extremadamente caliente y la sequía generarán una declinación de 20 bushels de maíz por acre, reduciendo la producción proyectada a 13,000 millones de bushels, comparada con 14,800 millones de bushels estimados en junio (1,800 millones de bushels menos).
Esto significa que la oferta global de maíz americano disminuiría en aproximadamente 45.72 millones de toneladas, presionado al alza los precios de este tan valioso grano para la alimentación humana, pecuaria y base de otros productos. La misma expectativa de menor oferta se tiene en otros granos como el trigo, la soya, entre otros más, por lo que la oferta alimentaria caerá y los precios aumentarán; consecuencia a lo que México no será ajeno.
Innegablemente, las consecuencias alimentarias inmediatas de mayores precios están directamente relacionadas al poder adquisitivo, que en el caso de México no parece haber mejorado mayormente. De esta forma, de acuerdo a CONEVAL, entre 2008/2010 la población con carencia de alimentación aumentó más de 4 millones y la población con salario abajo del mínimo de bienestar en casi 5 millones. Esa era la realidad y a partir de ella podemos saber lo que acontecerá en lo que resta del año y el próximo.
Mientras, no sigamos presumiendo que los salarios mínimos son más bajos en México que en China o finjamos demencia sobre las importaciones de granos, sabiendo de antemano que nuestras miserias son producto de nuestras acciones, omisiones o concesiones. Al menos hoy podemos decir que el destino nos ha alcanzado para obligarnos a cambiar, cambiar para bien y de manera racional.