¿El problema alemán o el problema europeo?

A raíz de la generalización y profundización de la crisis económica y financiera de la Unión Europea (UE) y, en especial, de los problemas bancarios de la Zona Euro (ZE), los reclamos sociales y políticos contra la postura de la Canciller Alemana, Angela Merkel, se han ido incrementado.  Los reclamos han corrido en paralelo con el tardío cumplimiento de compromisos para solventar la crisis de la UE y con la aplicación de medidas que se estima han terminado por agravar las condiciones en las que se debate el viejo continente.

El rechazo creciente a la imposición Alemana, en materia del tratamiento financiero y bancario, para atender a los países de la ZE en situación de emergencia no ha estado exento de razón.  Tal situación lo demuestra el caso de Chipre, cuyo sistema bancario ha permanecido cerrado hace ya casi una semana y de la amenaza del contagio de riesgo sistémico hacia el resto de la ZE, por la relativa confiscación de depósitos.  Contagio sistémico que procíclicamente puede terminar por empeorar los problemas de depresión económica que parece ya afectar a toda la UE, incluida Alemania.

Si hoy es dable llamarlo así; el Problema Alemán puede vérsele históricamente en paralelo al Problema Judío que se inventó antes de la Segunda Guerra Mundial.  Esto, porque moral, política e históricamente se ha asumido que deben ser abordados cautamente, aún cuando pueden verse en un punto histórico de confluencia.  Y es en la perspectiva histórica que vale la pena considerar a Alemania para entender un poco más lo que hoy está sufriendo Europa, al imponerle el gobierno de ese país medidas que son a todas luces equivocadas.

Sin abusar del historiador británico, Tony Judt, particularmente de su monumental obra Postguerra y del Alemán Fritz Stern, en consideración a su autobiografía, Five Germanys I have known, ambos de origen judío, es posible encontrar varios hitos en el tiempo que permiten entender el poderío actual de Alemania.  Tales hitos parecen olvidados, para muchos, pero permiten también explicar relativamente la razón del rol que desempeña el país teutón en el concierto europeo.

Después de la Primera Guerra Mundial le fue impuesto a Alemania el pago de la reparación de guerra.  Tal imposición se consideró, en su momento, imposible de ser asumida por la economía alemana, tal como lo manifestó Keynes.  Con el correr del tiempo, se asumió que el costo de la reparación de guerra había hundido a Alemania en una crisis económica y social que dio paso al ascenso de Hitler.  El hecho, sin embargo, es que el costo de reparación de guerra no fue totalmente asumido por el pueblo alemán, por lo que rápidamente la economía alemana pudo recuperarse a partir de un rápido programa de infraestructura y servicios, aplicado por el gobierno nazi, muy a la usanza keynesiana.

Después de la Segunda Guerra Mundial, a Alemania no le fue impuesto ningún costo de reparación de guerra y por el surgimiento de la guerra fría comenzó a recibir un tratamiento especial por parte de los Estados Unidos (USA).  Así, Alemania resultó ser el principal beneficiario del Plan Marshall destinado a la reconstrucción de Europa, con lo que la planta industrial alemana emergió de nuevo en condiciones de mayor modernidad que la del resto de Europa.

El inicio de lo que ahora es la UE se dio esencialmente con el Acuerdo de producción del Acero y del Carbón entre Francia y Alemania en 1950, que dio paso al Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, incluyendo también a Italia, Bélgica, Luxemburgo y Los Países Bajos.  Con el Acuerdo, la economía alemana aseguró un mercado de materias primas para sostener la producción de maquinas y herramientas, en la que tenía amplia tradición mundial.  Con ello se inició económicamente el llamado “milagro alemán”.

La reunificación alemana obligó a que el gobierno teutón elevara las tasas de interés del marco, para evitar las presiones inflacionarias que el mayor gasto público había generado por la atención de los 16 millones de alemanes que vivían del otro lado del Muro de Berlín.  Al ser el marco la moneda dominante y de referencia de la “Serpiente Monetaria” europea, el aumento de la tasa de interés obligó al resto de Europa a subir sus tasas y a que sus economías entraran en recesión.  Por el aumento de la tasa de interés, bien se recuerda la gran devaluación de la libra, que en menos de una sola semana le costó al Tesoro inglés del orden de £ 30 mil millones.  Bien ha dicho Paul Krugman que la reunificación alemana la pagó el resto de Europa.

La creación del Banco Central Europeo (BCE) se dio esencialmente bajo las bases técnicas y de operación de la tradición alemana de su banco central; el Deutsche Bundesbank.  La base esencial del BCE es de una independencia política.  Independencia que está muy por encima de los poderes comunitarios y de sus miembros y cuyo objetivo es de prevenir la inflación, sin consideración de la política fiscal y de las condiciones comunitarias de la economía real, es decir del empleo y la producción.

Al inicio del nuevo siglo, Francia y Alemania rompieron deliberadamente las reglas comunitarias de no sobrepasar un déficit del presupuesto público por arriba del 3% del Producto Interno Bruto (PIB).  Tal exceso de gasto le permitió a Alemania salir rápidamente de la recesión y reestructurar su economía bajo bases de mayor productividad y mejor competitividad.  La reunificación en si le permitió a Alemania ampliar su mercado interno, recibir mano de obra relativamente calificada y le generó nuevas oportunidades de inversión en infraestructura y servicios.

La ampliación geográfica de la UE se inició por razones políticas del Reino Unido y por razones económicas de Alemania.  Bajo el liderazgo de Tony Blair, Primer Ministro Británico de entonces, se buscó asegurar una Europa políticamente estable, libre de conflictos armados y de sangre, como lo había significado la guerra de los Balcanes, que logró ser apaciguada ya entrada la primera decena del siglo XXI.  La ampliación de la UE, por otro lado, amplió y fortaleció el mercado de Europa central históricamente vinculado a Alemania.  Así, reestructurada la economía Alemana emergió como la primera economía europea, la cuarta economía mundial y una de las economías con mayor proporción de exportaciones en relación al PIB, en plena globalización.

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