Fantochadas

No me asustan los “monstruos”, me asusta la ignorancia de la curaduría. ¿Desde cuándo lo bonito es un tema del arte? ¿La anomalía es monstruosa? ¿Cómo afirman que hay un patrón de lo bello? Y para terminar con el despropósito, mencionan al miedo, y como lo oscuro es de susto, pintan la sala del museo de negro y terminan la cédula afirmando que “los dragones no suscitan el miedo de antaño”. En el Museo de Arte Moderno la exposición Monstruosismos es un homenaje a los prejuicios y a la torpeza. Sin la más remota noción filosófica y estética abren el trayecto con la vulgaridad de la fotografía de un luchador de Lourdes Grobet, y de ahí no paran en su propuesta de creer que con la infra inteligencia visual, trendy y populista que domina al arte pueden abordar ideas que no entienden. Lo kitsch, lo estulto, lo banal, no es monstruoso, no saben la diferencia entre un cráneo y una calaca; entre un ritual y una fantochada. La curaduría de nivel Halloween pretende que es equiparable la “anormalidad” del Mago de Benjamín Domínguez o la Cabeza de San Juan el Bautista de Tomas Javier de Peralta, obra del siglo XVIII, con un video ridículo de pedazos de comerciales de televisión. Ignoran que lo más terrible puede ser seductor, que somos humanos porque tenemos fascinación por lo que nos golpea visualmente, que somos adictos a la tragedia, y que en eso también hay belleza. La factura impecable, la composición, el desarrollo del tema, es lo que aporta belleza a una obra, podemos ver la escena más terrible, si está magníficamente pintada es bella. Las obras expuestas en su mayoría son ejemplo de una mala factura, eso no las hace “bizarras, terribles o monstruosas”, las hace mediocres, y las pocas de valor nada tienen qué ver con el tema mal planteado de la exposición. Sin indagar en el abismo se confinan a una interpretación incorrecta que les dé seguridad, les habría fructificado más hacer un festival de películas de momias. El verdadero horror es censurado, evaden el simbolismo del mito y lo reducen a los mediáticos lugares comunes. Es pasmoso que pretendan que el susto en las películas y la televisión tienen un punto de unión con la monstruosidad, y con la misma pudibundez abordan el sacrificio, y es de “miedo” que el personaje de Viridiana de la película de Buñuel tenga una cruz con clavos en el pecho. El arte no debe contaminarse con el marketing, el cine comercial y los conceptos preconcebidos, el arte está para abrirnos a ámbitos imposibles en la medianía social. El tema de esta exposición es la cobardía conceptual y curatorial que no entró en una idea que siempre ha puesto en peligro la estructura moral de la sociedad, está curada con la misma mentalidad que acusó a Sade y lo envío al oprobio. Es un espectáculo para la superficial y simplista sociedad que vivimos, que no transita ni en las pasiones ni en las aberraciones, que se refugia en el aburrimiento de ser correcto.

JAVIER EZQUEDA - EL SANTO EN LA MONTAÑA. CRITICA DE ARTE POR AVELINA LÈSPER
JAVIER EZQUEDA – EL SANTO EN LA MONTAÑA

 

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