En el filo de la butaca

Un capítulo álgido se está escribiendo el día de hoy en el pesado libro de las relaciones entre Estados Unidos y México. Finalmente sabremos qué fue lo que sucedió en el encuentro de alto nivel. En una esquina Tillerson y Kelly, Secretario de Estado y el de Seguridad Interior de nuestro país vecino del norte, respectivamente; y en la otra esquina, Luis Videgaray, Canciller de México, y el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; y el de Hacienda, José Antonio Meade. Esperamos que las horas invertidas en este acercamiento, produzcan una clara señal de que hay una discusión intensa pero con sustancia, con materia para negociar; que este encuentro haya servido para desahogar algunos temas y encorchetar algunos otros para resolverlos en mejor ocasión, para arrojar algo de certidumbre de ambos lados del Río Bravo y despresurizar el ambiente político y social entre ambas naciones.

La embajadora norteamericana Roberta Jacobson seguramente empleará todos sus secretos y artilugios, aprendidos en casi treinta años en el servicio exterior de su país, para no tener que recurrir a la retórica del mundo diplomático que acostumbra atenuar y matizar los problemas; sino que el resultado de la reunión sea para hablar abiertamente y enumerar, en puntos muy claros: acuerdos, avances, retos pendientes, reuniones próximas, fechas, agendas, desacuerdos, y por supuesto, acompañados de una buena foto de familia.

Los mexicanos solemos minimizar la formación y los niveles de juego de nuestra selección de fútbol y de cuanta representación enviemos a una justa internacional. Que éste no sea el caso para sacar a ventilar esa pésima costumbre. Todo lo contrario. En esta reunión ninguno se puede llamar novato, ni siquiera aquellos que, por ser condescendiente con sus nuevos compañeros de trabajo, dicen que han llegado a aprender.

Éste es el tramo de su carrera como servidores públicos en el que deben emplear todo lo aprendido hasta hoy. Es uno de los exámenes más severos a los que se enfrentarán en toda su carrera. Para este momento se han preparado toda su vida, y en este episodio deberán de emplear todo cuanto saben de su materia, que seguramente no es poco. La presión sobre ellos debe estarse paseando cerca del miocardio. Pero para esto se han alquilado como secretarios.

Después de varias horas reunidos, ambas partes aceptaron que el fenómeno de la migración habrá que atenderlo de una forma más amplia, con la colaboración de más países del continente, por lo que de este punto es posible que se desprendan nuevos esquemas para abordar esta práctica cultural. La declaración sobre la necesidad de poner un alto al flujo de armas y drogas, significa una renovación de las fórmulas de colaboración para abordar estos temas que violentan regiones muy amplias de ambas naciones.

Está claro que los temas entre México y Estados Unidos suman una lista muy larga. El diálogo está planteado, habrán más encuentros, y con seguridad desencuentros, pero estamos en la mesa percibiendo claros matices de que quizá sea mejor hablar con los secretarios de Trump, que con el mismísimo inquilino de la Casa Blanca.

Muchas han sido las voces que opinan sobre si el Presidente Peña Nieto debería recibir o no a los secretarios del gobierno de Estados Unidos, dado que Trump no ha mostrado la más mínima intención de recibir a los nuestros; y, es más, como preludio de cada posible encuentro entre funcionarios de ambas naciones, la parte norte acostumbra lanzar fuertes declaraciones que distraen a nuestros representantes asaltándolos con grandes interrogantes.

Sin embargo, aplicar el principio de reciprocidad en el sentido negativo, no siempre es recomendable. En un episodio como éste, tampoco es recomendable poner la otra mejilla. Debemos tener presente que hay una agenda muy importante que atender y a la cual habrá que darle seguimiento puntual. A México le interesa resolver algunos puntos y avanzar. México y Estado Unidos tendrán siempre una larguísima frontera y muchos temas comunes. Hizo bien el Presidente Peña en recibir a estos altos funcionarios del país vecino. Este encuentro deberá tener una secuela, queremos pensar que será positiva.

Tal vez debemos aprender de la señora Freeland, canciller canadiense, quien mostró el músculo previamente a su entrevista con Tillerson en Washington, ya que esta distinguida dama le recetó un buen revés al Secretario de Estado que lejos de enrarecer el ambiente, le dio una tonalidad de firmeza y no de una ocurrente bravuconada. Esa actitud se me antojó a una buena jugadora de carambola, que al golpear el mingo busca que el efecto lo ubique cómodamente para facilitar el golpe que sigue. Sabemos que el golpe siguiente se los aplicó su jefe, el Primer Ministro Trudeau, unos días después.

En fin, seguimos sentados en el filo de la butaca. Ninguna noticia es más importante que todas las que surjan de estos encuentros trascendentales. Los pleitos, las acusaciones mutuas, los dimes y diretes, las interpretaciones psicológicas de unos diarios, o las elecciones del Estado de México… se ubicarán en las páginas interiores de los periódicos.


Comentarios

Deja una respuesta