Federico Pizarro cumplió 20 años de haber tomado la alternativa el 27 de noviembre fecha en la que en 1993 se la otorgó El Capea con el testimonio de Jorge Gutiérrez. El tiempo vuela, cuando menos uno se lo espera, pasa el tiempo y se da uno cuenta de lo rápido que pasa nuestra existencia.
El 29 de diciembre de 2013, Federico lidió con cerebro y estilo: lances de sujetar al toro, que tardó en fijarse y estuvo haciendo hilo por sistema pero al que logró sujetar hacia el final. Bellos fueron los últimos capotazos con un muy buen toro por el balance de codicia y nobleza de De Haro.
Luego iba a llegar, sin dudas ni prisas, una muy notable faena de Pizarro. Notable por todo. Por la resolución: con muletazos de tanteo (en los que fue alcanzado por fortuna sin daño por Gonzalero nombre en honor del querido Gonzalo Martínez) ya estuvo en marcha la faena, y puesto y gobernado el toro. Por la firmeza: serio, vertical el torero, pero ligero de brazos. Por la autoridad que confiere el torear con los vuelos del engaño a la manera clásica, sobre el espejo de tauromaquias clásicas. Por la sencillez y el ritmo. Fue faena breve y memorable, de las llamadas de “treinta muletazos”, porque no fueron muchos más, y porque, a medida que ganaba tiempo, ganaba en ritmo y expresión.
Primero, la mano derecha, con el toro embistiendo con gran emotividad, seguía el engaño bien templado; y luego, la izquierda, intercalando variedad como las muy bien toreadas manoletinas finales. Gran madurez y experiencia e inteligente la solución de torear en la distancia adecuada. Ni un centímetro más. Detalle de conocimiento. En el momento justo, una estocada entera cobrada con fe ciega pero tal vez con un poco de tendencia para que el juez de plaza le otorgue una oreja rotunda, de enorme peso, les comento que si le hubiera otorgado la segunda y el arrastre lento al toro, a ninguno hubiera parecido exagerados los homenajes, en especial para el bravo astado.
La realidad es que los sucesores de Don Manuel le entregan buenas cuentas al recordado ganadero, mantienen la codicia y la nobleza con el trapío (exceptuando al sexto de la tarde un estrecho cuello) que da seriedad a lo que sucede en el ruedo y eso que se explica fácil cuantos de sus colegas no lo traen perdido e insisten en el toro light como bandera.
Sus colegas de cartel con dos toros de regalo salieron a flote. Pepe López al que le otorgaron una oreja por una faena emotiva más que rematada (acusando lo poco que torea) y luego un gran estoconazo y Ricardo Rivera que confirmó la alternativa y puso gran voluntad aunque estuvo mal con el estoque en los tres de su lote, pero en el de regalo al menos pudo mostrar la enorme voluntad que tiene por llegar a más. Su toro de regalo fue a destiempo autorizado, pero de no haberlo toreado nos hubiéramos quedado con la impresión de la faena al segundo de su lote, en dónde se notó dubitativo, tal y como ya le había sucedido al michoacano Pepe López curiosamente también en su segundo. Merecen más oportunidades los dos.
Al final Federico Pizarro y Pepe López sacaron al tercio a Antonio de Haro y el público lo aplaudió con el reconocimiento que merecen quienes no cejan en buscar un toro mexicano serio y de comportamiento cercano al equilibrio entre la nobleza y la codicia, a esta última a la que muchos la describen como bravura. Muchas tardes más nos gustaría ver lidiar astados como los de De Haro, que representan un gran ejemplo de lo que Tlaxcala ofrece y mantiene para el toreo mexicano con algunos de sus criadores con un concepto eterno y simple así como rotundo, la bravura y la seriedad, va por delante.
¡Feliz año nuevo!