El hombre máquina, el androide que suspira y la conciencia artificial

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La tesis empirista y sensualista sobre el origen de la mente en los sentidos y la percepción llevó al obispo Berkeley a plantear que no hay materia y sólo mente, pues la percepción es lo único que es dado directamente a los seres humanos. Una tesis igualmente empirista condujo a Julian Offray de La Mettrie por el camino opuesto hacia un materialismo mecanicista radical, antirreligioso y sensualista, no sólo por subrayar las sensaciones, sino por auspiciar de forma entusiasta el goce sensorial en el que la imaginación juega un papel reinante.

La Mettrie
Julien Offray de La Mettrie. Grabado de Beljambe siguiendo a Notte, siglo XVIII (tomado de Wikipedia).

Nacido en 1709 en Saint Malo, este médico francés de la Ilustración derivó de su práctica y reflexión clínicas la certeza de que hay una relación íntima entre los estados mentales y los estados fisiológicos. Rechazó así el dualismo de Descartes y la existencia de un alma independiente del cuerpo en la Historia natural del alma (1745). Este libro causó tal revuelo y oposición que su autor tuvo abandonar Francia y refugiarse en Leiden. Allí publicó en 1748 su obra principal, El hombre máquina, donde asienta una identidad total entre las funciones mentales y los estados del cuerpo. Por esta razón también fue expulsado de Holanda y finalmente encontró refugio en la corte de su admirador, Federico II de Prusia.

El hombre máquina-libro
Página titular de la primera edición de L’Homme Machine (El hombre máquina, 1748) de La Mettrie, con un epígrafe de Voltaire (tomada de Wikipedia).

La Mettrie compartió el sentido que daba Descartes al cuerpo humano y animal como una máquina natural intrincada y dinámica, pero con la diferencia crucial de que no consideraba necesaria el alma inmaterial. Para sustentar esto planteó que el alma consiste exclusivamente en las funciones mentales, las cuales también serían operaciones mecánicas del cuerpo, en particular del cerebro. Se trata de una teoría monista y materialista en el sentido que habría una sola sustancia física, la cual, al construirse a través de los tiempos biológicos, da origen a organismos vivos capaces de sentir y saber en función de su avanzada organización. Los seres humanos serían entonces máquinas naturales que se bastan a sí mismas y no necesitan, como los relojes, que se les dé cuerda para que funcionen, porque la máquina natural humana encierra un “principio de movimiento” inmanente a la materia. Argumentó en este sentido que la máquina humana “provee sus propios resortes” y que, aceptado este principio, se explican la sensación, el pensamiento o el comportamiento. Esta metáfora del “principio del movimiento” viene a ser una de las dificultades que tendría que explicar el materialismo futuro para sostener su tesis de manera convincente. Atolladero aún mayor es la de esclarecer de qué manera un mecanismo físico es o se convierte en un estado consciente y subjetivo, tema de una discusión muy fértil y vigorosa que llega irresuelta a nuestros días.

La Mettrie no se conformó con esta audaz propuesta, sino la prolongó al arte y la moral al afirmar que la naturaleza de la máquina humana también proporciona las pautas morales y estéticas. Concibe así una moral hedonista según la cual el ser humano está destinado y llamado a gozar de los placeres sensuales y artísticos, sin que esto se oponga a los prójimos, sino a compartir con ellos la felicidad inherente a la máquina humana. El enemigo más claro de esta aspiración sería la religión organizada, por lo que emprendió un anticlericalismo drástico que le valió rencores y acosos. Se dice que hacia finales de 1751 La Mettrie asistió a un banquete en casa del embajador de Francia en Prusia donde, haciendo gala de su epicúreo hedonismo, disfrutó de la comida, el vino y la compañía, además de ser el alma de la fiesta. Luego de zamparse una gran porción de paté de faisán a las trufas, le sobrevino una colosal indigestión. Unas semanas más tarde moría en Berlín a los 42 años de edad. Tratemos de no sacar moralejas ideológicas de este pantagruélico y lastimero desenlace…

La idea mecanicista de La Mettrie conlleva una coyuntura más recia que la de suponer al humano como una máquina y es la de engendrar conciencia en un artefacto tan avanzado como el cuerpo humano. El tema se gesta con los autómatas que imitan movimientos y funciones cognitivas y tiene un antecedente no sólo en la filosofía de Descartes, sino en una extraña leyenda sobre este excepcional científico y filósofo. Cuenta la leyenda que al fallecer su hija Francine a los 4 años de edad en 1640, Descartes sufrió tal duelo que construyó una muñeca autómata para imitarla y de alguna manera sustituirla. La muñeca era tan efectiva que, durante un viaje marino de Descartes, fue encontrada por el capitán del barco quien aterrado la arrojó al mar, presumiendo que era objeto del demonio.

hija autómata de Descartes
El capitán de un navío arroja por la borda a la muñeca autómata creada por Descartes en sustitución de su hija Francine (ficción tomada de http://laviosaspasia.blogspot.mx/2016/12/la-hija-automata-de-descartes-en-ghost.html).

Si bien el cuento parece ser espurio, tiene el sabor de una ensoñación pertinente al concepto cartesiano del cuerpo humano como una máquina capaz de efectuar reflejos y movimientos complejos, excepto los actos conscientes propios del alma. La idea del cuerpo como un estupendo mecanismo funcional no sólo fue el origen de la neurofisiología, como hemos visto al abordar a Descartes, sino que fertilizó la imaginación de literatos e inventores. A principios del XIX, la muñeca Olimpia del Hombre de Arena de E.T.A. Hoffman es, literalmente, un objeto del deseo y desde ese gótico engendro se propagan los autómatas en la ciencia ficción, en tanto los robots de la tecnología son herederos de los androides del relojero suizo Droz, como veremos ahora.

Presa de una pasión propia de la Ilustración, Pierre Jaquet-Droz (1721-1790), contemporáneo de La Mettrie, construyó tres autómatas que hasta hoy maquinan en el Musée d’Art et d’Histoire de Neuchâtel. La Pianista es un autómata de dos mil quinientas piezas capaz de interpretar con sus dedos una partitura al órgano. La pianista no sólo toca, sino que respira y suspira, lo cual da la impresión de que siente emociones musicales. El Dibujante, de dos mil piezas, es un niño que realiza cuatro dibujos diferentes, desde el esbozo en lápiz hasta los retoques finales. El Escritor, de seis mil piezas, es capaz de escribir con tintero y pluma diferentes textos en inglés y francés siguiendo con sus ojos lo que escribe. La simulación maquinal llegó a codiciar el habla en las cabezas parlantes del abad Mical, presentadas en la Academia de las Ciencias en 1778, capaces de mantener un breve diálogo sobre las bondades del reinado de Luis XVI. Estaban provistas de glotis artificiales que aprovechaban el conocimiento del órgano fonador, por lo que fueron apreciadas por los académicos, a pesar de que sus voces eran, como se puede sospechar, bastante imperfectas.

muñeca autómata
“El escritor” autómata de Jaquet-Droz, ubicado en el Musée d’Art et d’Histoire de Neuchâtel.

La genealogía de los robots plantea una cuestión central para el problema mente-cuerpo: la posibilidad de crear una máquina pensante, inteligente y eventualmente consciente. El tema ha sido debatido en referencia a la inteligencia artificial y si bien muchos creen que en algunos sentidos se puede emular el pensamiento y el razonamiento mediante artefactos como las computadoras digitales, la cuestión espinosa es la de crear una conciencia artificial. La respuesta varía según la creencia sobre la relación mente-cuerpo. Un materialista convencido aceptaría que, si se produce un autómata indistinguible de un ser humano, éste podría tener conciencia. Pero un dualista no estaría de acuerdo y afirmaría que, sin importar qué tan elaborado o complejo sea, ese robot no podría tener algo tan diferente del sistema material como le parece es la conciencia. Por el momento sólo adelanto estas cuestiones para estimular la curiosidad y la reflexión, pues volveremos a ellas en futuras entregas.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).
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EDGAR CUENCA DEL VALLE

No cabe la menor duda que el sueño máximo de la humanidad es ver reflejada su enorme megalomanIA en cualquier obra que provenga de ella.Pero me pregunto hasta el cansancio que necedad al perder tanto tiempo como recursos para darle sentido algo que ya por su propia naturaleza existe en todos y cada uno de nosotros.Por que no adentrarnos en la profundidad de nosotros y partir al siguiente nivel de conciencia…Que afán tan perverso puede ser más importante que conocer y admitir nuestra conciencia natural y en la misma escala demostrar a cada quien nuestro origen y su vez nuestro destino…? No hay dentro de cada uno de nosotros “sombies”existe alma con capacidad de reflexionar y superar nuestros principios básicos hacia escalas de conciencia más avanzada para crear espacios de vida dimensionales que nos permitan vivir en armonía almica. Por que ese deseo constante de querer dominar la materia para tener el control universal de las objetos y alejarnos del mundo natural de las cosas?

EDGAR CUENCA DEL VALLE

No sea han dado cuenta que desde que nacemos todo se nos dio…ya existe el todo y este proviene de la nada,lo único que falta es acomodarlo en el mundo de que proviene….por más que jueguen a ser dioses siempre les va faltar la esencia el touch magic: ALMA

EDGAR CUENCA DEL VALLE

Al principio de las ciencias destaca el darwnismo, hasta los tiempos actuales los anunakis,ya basta de mentiras,abramos los ojos a la esencia de las cosas naturales,en ello estan los principios vitales : alma y conciencia. En ninguna parte del universo los venden o de ningún organismo pueden hurtar,cada ser es único en el espacio infinito de la supremacía
E N T I E N D A L O!!!!!

José Luis Díaz Gómez

Sr. Cuenca del Valle:
La intención de estos ensayos es presentar de manera sucinta y clara las ideas de diversos pensadores sobre la conciencia y el problema mente-cuerpo. La indagación milenaria abre una serie de interrogantes y aventuras que intento comprartir con el lector con el mayor esmero y respeto posible por quienes las han generado. Lo invito cordialmente a considerar con cuidado a quienes no necesariamente coinciden con sus opiniones y creencias. El tema lo merece y los pensadores aún más.

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