Pocas figuras son tan fuertes como Susana Alexander. A lo largo de su trayectoria en las tablas ha reafirmado sus convicciones y motivaciones sobre por qué hace teatro: está convencida que el público debe quedar tatuado con cada función y con cada historia para hacerlo trascender.
Así de radical y fascinante es ella. Cuando busca la trascendencia acepta todas las implicaciones: invita a los espectadores a ser una mejor versión de ellos mismos. Susana Alexander sabe lo difícil de la tarea y de los múltiples obstáculos en el camino para lograrlo. Para su fortuna, el teatro la convirtió en alguien valiente. Nunca se cansa, nunca se rinde.
Muchos buscan lo que ella quiere lograr pero su caso es de una naturaleza magnífica. Cautiva con sólo acercarnos a su trabajo. Encanta porque retrata la realidad con una poesía voraz y descarnada. Ella está hecha de un talante que reaviva la confianza en este mundo.
Su último proyecto se llama “Dios, ¿sigues ahí?”. El título es una invitación a reflexionar sobre nuestra relación con un ser superior. Aquí la existencia tangible se describe como una fase más de un propósito mayor. Cualquier otro con menos pericia en el mundo teatral podría convertir el tema en una piedra para el espectador, no obstante, Alexander lo convierte en drama puro.
La obra de teatro cuenta cómo Alfredo, un niño con una enfermedad terminal, se vuelve amigo de una mujer que limpia el hospital donde se queda, Mapacha. El conflicto surge a partir del contraste entre estas dos visiones de entender la vida y las formas de cada uno de ellos para enfrentarla. Con la idea de la muerte por delante, los dos personajes revelan sus secretos y miedos para sentir empatía por el otro.
El texto tiene una progresión dramática funcional para conocer a estos personajes. Los diálogos están plagados de una exquisita cotidianidad para dibujar la esperanza de Mapacha y la resignación de Alfredo ante una enfermedad voraz e implacable. En ninguna escena el tema se vuelve discursivo, al contrario, se respira acción en todo momento.
Es increíble la construcción del personaje infantil. La psicología de Alfredo se vuelve interesante porque no es un niño con tintes adultos, es la imagen de un pequeño con toda la honestidad e inocencia posibles. La emotividad de la historia no sólo descansa en la situación inicial sino de las verdades dichas por la mujer con experiencia y el paciente con pocos años de edad.
La decisión de representar a Alfredo como una marioneta se vuelve profundamente teatral y con un gran impacto en la actoralidad. Todo el espectáculo se vuelve como un sutil juego de niños que hace vulnerable a aquél que lo mira. La vida y la muerte son vistas desde una mirada simple y Dios (sí, con una gran mayúscula y sin tintes religiosos) se vuelve un personaje más cercano sin caer en ideas confusas para entenderlo.
El manejo de Alfredo por la actriz Pilar Flores del Valle es un trabajo técnico impecable. La caracterización de la voz es justa; nunca se cae en la caricatura ni mucho menos se pasa a un tono contraproducente. El trabajo corporal está a favor de la interpretación del niño y se cumplen con todos los elementos necesarios para no romper la convención de la marioneta.
La interpretación de Susana Alexander como Mapacha es uno de sus trabajos más emocionantes de toda su carrera. La voz y el cuerpo están al servicio de un personaje con una contención extraordinaria y un ritmo de comedia espléndido. El despliegue energético crece en todo momento para culminar en uno de los desenlaces más difíciles en un sentido técnico y poético.
La escenografía y la iluminación dejan lucir la interpretación de las actrices. Todos los elementos plásticos están a favor de un montaje funcional y eficiente. La puesta en escena es un espectáculo que es indestructible por el poderoso contenido expresivo.
Alexander lo volvió a hacer. Ha demostrado su enorme amor al teatro con un montaje conmovedor en todos los sentidos. “Dios, ¿sigues ahí?” es un irresistible canto a la vida; cuando menos lo espera el público está inmerso en un drama que hace preguntas directas a lo más profundo de nuestra conciencia e impacta en la capacidad de amar y ser amados.
“Dios, ¿sigues ahí?
De: Susana Alexander
Dirección: Susana Alexander
Teatro de la comedia Wilberto Cantón (José María Velasco 59, San José Insurgentes)
Sábados 18:00 hrs. y 19:30 hrs, domingos 18:00 hrs.