Dr. J. Antonio Reyes G.
Para cualquier persona ajena a la ciencia triste y lúgubre, como es calificada la economía, pudiera parecer un abuso hablar de la economía de la información. Sin embargo, el tema de la comunicación ha estado presente en la economía desde que se inició como ciencia, entonces apelada como economía política.
Así, la importancia reciente de la información dentro de los procesos económicos ha sido creciente. Si para algunos la trascendencia del mercado, como institución económica, era el transmitir información, últimamente a ésta se le ha abordado desde diversos ámbitos, conceptualmente más amplios y dinámicos. Tal hecho se potencia ante el llamado proceso “viral” de la información, que ha desatado el uso masivo de los medios electrónicos de comunicación. Por ello, la llamada economía de la información se torna hoy un tema de primera importancia en pleno siglo XXI, dando origen a nuevas teorías económicas.
En efecto, la ideas del “mercado perfecto” y el “homo economicus” descansan en el supuesto de una conducta racional que relaciona funcionalmente la disponibilidad de “información perfecta.” De esta manera, no podría haber una conducta económicamente racional sin la existencia y disponibilidad de información perfecta. Para tal tipo de conducta se asume que los agentes económicos son maximizadores de utilidad propia en el uso de sus recursos, en tanto que la información que requieren es aquella que en su contenido y disponibilidad les permite actuar de manera racional desde el punto de vista económico.
Al final del día, el “mercado perfecto” y el “homo economicus” parten de dos supuestos a todas luces heroicos: la conducta racional de los agentes económicos y la información perfecta. Obviamente, se conjetura la prevalencia moral de una conducta individualista, egoísta, sobre toda posible conducta solidaria con los demás.
La racionalidad de los agentes económicos fue puesta en tela de juicio muchas veces, especialmente con el análisis y el estudio de la conducta de las clases opulentas. En este caso, se encontró que los consumidores podrían preferir el adquirir productos caros cuya demanda aumenta conforme sus precios suben, en lugar de productos baratos, cuya demanda disminuye conforme aumentan sus precios. Tal conducta, finalmente, se asoció a un tipo específico de consumidores y a cierto tipo de bienes, denominados Veblen por ser quien realizó esa investigación.
Posteriormente, se argumentó por Herbert Simon, Nobel de Economía 1978, que la no racionalidad se debía al hecho de que no se tenía la capacidad técnica y de tiempo suficientes para analizar la información existente y disponible. De manera más reciente, se conjeturó emblemáticamente por George Akerlof, Premio Nobel de Economía 2001, que la no racionalidad económica se debía a la existencia de información asimétrica, que impedía interactuar racionalmente a los agentes económicos.
La asimetría se asoció al hecho de que un agente económico disponía de una información que otro agente no disponía, por lo que era de esperarse una conducta que generaría un daño o riesgo moral para una de las partes. Palmariamente, en esta tesitura se consideraba que había un agente malo y uno bueno, tal como se asumió la relación entre el prestatario y el prestamista, es decir entre el cliente y el banco; relación en donde el prestamista o el banco es siempre el bueno y el cliente el malo.
Casi simultáneamente Joseph Stiglitz, también Nobel 2001, partió del hecho de que la información era “imperfecta.” Hecho que hacía que los mercados no operaran de manera perfecta y los consumidores no actuaran racionalmente, como se había hasta entonces supuesto. Con tal condición era de esperarse, entonces, que los mercados no fueran eficientes, como la teoría convencional lo había asumido casi de manera ciega y dogmática.
La conjetura de la operación no eficiente de los mercados fue plenamente validada ya para fines de los 1990’s, con la crisis financiera del Sudeste Asiático. La crisis evidenció que los mercados, especialmente los financieros, actuaban de manera no eficiente, por lo que su comportamiento era contrario a lo que asumían las políticas económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Para fortuna de millones de ciudadanos de diversos países de esa región, finalmente al poco tiempo de comenzada la crisis y después de una acre discusión teórica y de política económica, se aplicaron medidas económicas no ortodoxas. Particularmente las medidas se centraron en evitar que los movimientos de capitales se orientaran hacia la especulación del tipo de cambio y para que el sistema financiero evitara un colapso del financiamiento de la producción y, consecuentemente, del empleo. En unos pocos años esa región del Asia recuperó su pujanza económica y en plena crisis internacional parece continuar.
Dentro de la economía de la empresa es admitido que a mayor número de escalones o estructuras organizativas i) mayor información se genera, ii) mayor distorsión hay de la misma y iii) menor relevancia tiene para la toma de decisiones. Por ello en el primer caso se dice que la información se reproduce exponencialmente, es decir se potencia. Por lo que en la segunda instancia se puede elevar al cuadrado, en la tercera al cubo, y así crecerá según sea el número de jerarquías. De tal forma que la información para la toma de decisiones se torna sumamente voluminosa. En el segundo caso, resulta que la información deja de ser precisa, como si se usara un teléfono descompuesto, por lo que las decisiones que se tomen pueden ser totalmente erróneas. Finalmente, si la información inicial tal cual debe subir para ser usada, pierde su pertinencia, por que el detalle de la operación no es necesario para el nivel de las decisiones. En tal virtud, la información dentro de la empresa es crucial para que ésta opere eficientemente.
La información también juega un papel estratégico en las decisiones macroeconómicas. La información financiera y bancaria en muchos países se limita o totalmente se restringe. Aun existiendo la información, muchas veces no se tiene acceso a ella por desconocimiento de su disponibilidad o el medio y forma de obtenerla. En otras ocasiones, la información requiere un análisis técnico del que carece el potencial usuario. Pero también existe la posibilidad de que se limite la profundidad y contenido de la misma.
La regulación en materia de información económica es indispensable para la buena operación de los mercados y de las empresas. En el primer caso, por que los procesos económicos y la asignación de los recursos requieren de una información pertinente y oportuna. Los consumidores necesitan que los productores hagan un adecuado disclosure de sus productos y servicios, precios y de la calidad que ofrecen. De igual manera, por que los inversionistas y los ahorradores requieren seguridad de que la información financiera que se les proporciona sea correcta y válida. En materia de información es tan importante la macro, como la microeconomía.
La crisis internacional actual ha puesto en evidencia que la información económica y financiera no fue la más pertinente y adecuada posible, para prevenirla y evitar sus graves consecuencias. En muchos casos se hizo un claro ocultamiento de la información y un mal manejo de la misma. La falta de información pertinente acrecentó los riesgos económicos y financieros, tanto a nivel de los mercados como de las entidades financieras. El tema de la información económica y financiera en la crisis se ha tratado más desde el punto de vista legal y jurídico, que de regulación.
De aquí que los medios de comunicación se vuelvan fundamentales para conocer el comportamiento de los mercados y de los agentes económicos. Por ello, en plena era de la globalización y de medios electrónicos se posibilita el acceso a la información mundial de periódicos y de agencias reputados, pero también a la propia información nacional que ellos difunden. Situación que pone en tela de juicio la pertinencia de la información difundida nacionalmente y genera sospecha de la seriedad de la misma, o al menos de su adecuada difusión local y análisis.
México pareciera encuadrarse dentro de este último caso, en pleno ambiente de alta inestabilidad financiera internacional. Así, medios como el País de España, The New York Times, The Guardian, The Times, el Financial Times, entre otros, es frecuente que difundan información económica relevante sobre México, hagan un mejor análisis de la misma o le dispensen un mejor seguimiento, al que le brindan los medios nacionales. Si se desea que los mercados operen lo más eficientemente posible los medios mexicanos tradicionales y electrónicos deben cambiar
Pero también se requiere en México que los mercados y las empresas proporcionen una información que haga más racional y cierta la conducta de los agentes económicos, sin asumir que hay buenos y malos, pero también que no se permita que haya malos contra buenos. Sin duda, los esfuerzos del Semanario Sin Limites pueden contribuir a estos afanes, y hacerlos extensivos a mercados de otros países. El tiempo lo dirá.