La educación mental

A mis amigos y discípulos.

Una de las razones que me inclinaron a retomar mi vida en México después de tres lustros en Francia, tiene que ver con ese lugar común que apunta a éste, como –todavía‒ un país de muchas oportunidades. Las oportunidades en el país se asocian con la idea de cambios estructurales que permitan una integración solidaria, crecimiento significativo del bienestar, orientar la construcción necesariamente inteligente de un porvenir sano, ejemplar y con la vocación de mejorar la reputación nacional.

Un país sano, es aquél que se desenvuelve a la luz de una orientación común, acciones compartidas para alcanzarla, conducta racionales y congruentes. Quizá Justo Sierra, en su Educación Nacional, pensaba en esto, cuando sugería que la Educación es, ante todo, la educación mental de las personas.

Una primera conjetura me hace pensar que la salud mental de México debe pasar por el rompimiento con un anquilosado padecimiento que consiste en creer ciega, o por lo menos ideológicamente, que se está bien, que se está cumpliendo con un programa, que se avanza, que se crece.

Romper con esta liturgia dictada por la fe en un gobierno que ha demostrado contundentemente su incapacidad para incumplir su mandato, significa en cierto sentido hacer una revolución, revolución mental que llevaría a una emancipación de las ideas y de allí a la construcción de nuevos imaginarios, en el mejor de los casos compartidos, para alcanzar metas.

Las ingenuas travesuras o insubordinaciones de Calderón y antes, de Vicente Fox ‒a quienes poco faltó para ser candidatos independientes‒, cuyo partido les tuvo que alcanzar para no perder las elecciones del período llamado de transición fallida, constituyen elementos de la molécula de un virus que cundió con ciertos resultados en Jalisco y en Nuevo León con la elección de candidatos independientes, apoyados los unos por la oligarquía local (Monterrey), y otros por el poder local (Jalisco).

La fiebre de independencia partidista se ha convertido en una epidemia de la que los medios de comunicación (obviamente) no están rindiendo suficiente cuenta.

Barrios, delegaciones, municipios de muchas entidades, desde Ciudad de México hasta Yucatán, están atacados del virus anti-partidista, aunque en ciertos casos, los candidatos llamados independientes, lo son porque no fueron llamados por los partidos en que militaban.

Dos de mis antiguos estudiantes en los ejercicios del Colegio de la Globalización, están ahora en el proceso de colección de firmas para alcanzar candidaturas independientes y lo van a lograr sin duda. A pequeña escala la cosa no es tan difícil como a nivel nacional, donde las candidaturas presidenciales no dejan –cuando disociados de los partidos‒ de tener tropiezos, el principal, que el statu-quo, el poder fáctico establecido, que continúa manejando el país, no está interesado en abrir frentes a nuevos actores para intervenir su alambicado y redituable coto.

¿Cómo se percibe en el mundo y por las oligarquías locales, el mercado mexicano?

El Producto Interno Bruto (PIB) es en México de 185 mil pesos per cápita. Si esta cantidad se multiplica por los 126 millones, aproximadamente, que componen la totalidad de la población, la cifra es la de un país en vías de desarrollo; pero si entendemos que ese recurso sólo lo produce la mitad de los mexicanos, eso significa que la mitad del país produce el doble, es decir, unos 390 mil pesos, unos 25 mil dólares y entonces sí, ¡ayayayay!, esto es más que el Producto Interno Bruto per cápita de muchos países desarrollados. Con una población de 60 millones de consumidores (es decir, 50 % que produce el PIB), el mercado es no sólo claro, sino importante.

Ante esta situación ‒ni le muevas compadre‒ se evidencia. Las oligarquías en México son las menos interesadas en un cambio social y así ha sido desde los tiempos coloniales, de los que, por cierto, no hemos podido salir; seguimos siendo una oligarquía criolla como lo reconocen todos los intelectuales, incluso los orgánicos. En el peor de los escenarios “obtusamente percibidos”, la oligarquía se va a arreglar con el que llegue.

¿Cómo van las campañas?

En torno de AMLO, el precandidato estadísticamente más probable para la Presidencia de la República, se va tejiendo ahora sí, una red de opinión que está buscando inspirar mensajes conciliatorios que el líder de MORENA, lanza a contramano de las tontísimas campañas denostadoras que buscan ridiculizarlo. Por su parte, Andrés Manuel López, está respondiendo de manera directa con bromas mediáticas lanzadas para satisfacer el mercado-circo de opinión en torno a las campañas y mantener su 30% incuestionable que le pone a la cabeza de todas las encuestas.

Los defensores con o sin partido, del precandidato autonombrado ciudadano y representante de otro hato de partidos y ciudadanos, Meade Kuribreña, se han puesto de acuerdo en algo, sí, un lenguaje tieso, que comienza a permear sin emoción:

Será un gran presidente, aunque no sea el mejor candidato.

Las propuestas vienen en la campaña no en la pre-campaña.

No son lugares comunes, son los temas sustantivos los que está presentando.

La precampaña de “Pepe” Meade, el cuate de todos, el amable, está siendo sujeto de rebatingas internas, entre los que mandan desde Los Pinos, los que se delegaron desde el partido, los de confianza del precandidato, los que tienen el mando oficial, los que representan cuotas de poder, los amigos de los medios: dinámicas de los grupos –dice su equipo cercano―.

Desde fuera es legítimo preguntarse “¿quién manda allí?”, “¿llegará ese manotazo a la Colosio?, con los riesgos e implicaciones del caso, o seguirán las actitudes consensuales, conciliatorias, tibias, que hoy están vacunando su campaña, para hacerla, con el placer de algunos, de una absoluta levedad.

Anaya, a quien la campaña para señalarlo como traidor, personalista, soberbio, ha hecho sí, algún daño, es sin duda quien más parece creérsela. He sugerido en alguna conversación que, si llegase un extranjero (venido de un país lejano, un profesional, un estudioso, académico si se quiere, ese que, Robert K. Merton señala como el observador sofisticado que produce una valiosa observación ingenua) y se sometiese a su discernimiento material video-grabado de los tres precandidatos, sin duda pensaría que Anaya es quien más posibilidades tiene, para levantar los espíritus, animar las conciencias, cambiar el orden las cosas.

Rapado, su imagen es el anti-peinado de Peña Nieto, su frente arrugada dice que piensa, la propaganda promueve su Weltanschauung, francés, inglés… si hablara maya o náhuatl, sería sin duda mi candidato, lo sería porque me hablaría de su acercamiento a lo profundo, a ese allí, donde debiera gestarse y aplicarse el gran cambio de visión.

Anaya es el único pre-candidato oficial que no conozco personalmente y mis apegos partidistas están lejos de sus plataformas ideológicas, asociadas en el buenísmo vacío e hipócrita de los panistas tradicionales. Percibo que algo ha ocurrido con los gobernadores que parecen haberle condicionado, si no, alejado el apoyo; los problemas afloran también con su organización interna, que parece haberle hecho en Oaxaca, por dar un ejemplo reciente, una mala jugada que trajo como consecuencia eventos desangelados. ¿La mano chiquita de Calderón, la mano roja del poder fáctico, la mano morena? ¿Quién le está meciendo la cuna?

Pero hay otras realidades, hay un electorado al que no gusta, que entiende, pero rechaza el juego de las redes, con sus bromas, sus memes y su discurso fácil. Un conjunto ciudadano que añora los contenidos, que conoce la realidad y la observe crítica y proyectivamente buscando iniciar contactos nuevos, eventualmente un diálogo, idealmente una transformación.

Eso hace falta en las campañas de todos, contacto, sensibilidad, proyecto, ideas, compromiso, todo esto bañado en una formación de base, en un lenguaje compartido, en propuestas de escenarios que conviden y arrebaten a la acción.

Por todo esto ‒porque en las campañas todo es lugar común, querellas anunciadas, plataformas establecidas, arrojos de suciedades inventadas unas, ingeniosas otras, vacías casi todas‒, pienso que el camino es la revolución de la conciencia.

O somos todos o no hay país

Así de claro. Para ser un todo se necesita actitud de descolonización, menos mestizaje que imponga credo y liturgia del poder dominante, despojar la acción económica de la conveniencia de los menos y afán de construcción de una educación mental como lo sugiere Justo Sierra Méndez.

Justo Sierra en una escuela
Fotografía anónima, Justo Sierra visitando una escuela (ca. 1909, © (Inv. 34978) Secretaría de Cultura, INAH, SINAFO, FN, MX).

Pensar el México total es tema que pasa por una idea constructiva de mexicanidad, de respeto menos a la tradición fallida y colonial y más a la escucha de las otredades antiguas y modernas, a las altas identidades de la vida tradicional (mucha de ella perdida) y las altas identidades que se revalúan en el género y la expresión valiente de buenas causas.

Es pensable así, una revolución que, hoy ‒en el 50 aniversario del 68 de todas latitudes: Praga, Berkeley, Córdoba, México, París…‒ hace sentido y establece un diálogo con la primavera del pensamiento, con las nuevas epistemes (formas de pensar) y lecciones de Serbia, Túnez, Trípoli, Alepo, Egipto, también de Bolivia, que con dificultades y tropiezos ha logrado una vinculación hoy, una solidaridad quizá (resta a probarse) entre indianos y colonos a través de su visión y del reforzamiento conductual del “Estado Plurinacional”.

A mis amigos, discípulos algunos, de las diversas intervenciones de ingeniería social que hemos trabajado a través de Espacio, del Colegio de la Globalización, de Cumbre Tajín, de Vanguardia latina, entre otras aventuras intelectuales y sociales, quiero convidar a esta revolución de la conciencia, a esta educación mental por la que clama nuestro país y a la que su acción, noble, inteligente muchas veces, necesaria siempre, debe orientarse. El contenido de esa educación mental es tarea insoslayable. Comencemos a practicarla.

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Emilio Retif Rama

Saludos Gastón. Desde hace mucho tiempo he expresado que en nuestro país además de existir un enorme rezago en educación, también existe un grave problema de desnutrición en la mentalidad. Es el constante juego de escenarios entre la eficiencia y la eficacia, las habilidades duras y las blandas.

Paola García

Convencida estoy de que la “educación mental” tiene su base en la conguencia del ser: Pensar-decir-hacer. Recordado doctor Melo, excelente y congruente artículo.

Vidal Elías

Querido Gastón, Excelente artículo congruente con tu praxis. ¿Podemos pensar en el México Total, partiendo de ese México profundo que ya nos enriquece o aflige y que en ocasiones nos deja un sabor acibarado? Sí, coincido contigo y en tus conceptos de identidad y las diferentes realidades de/en México. Necesitamos una revolución mental. Reeducar nuestras mentes. Pero a la vez, -pienso lo que no debiese-, hacer una purga (no la Bolshaya chistka) en el sistema de partidos que se han apropiado de la esfera social, sin que aporten nada a ésta, y la mejor forma de hacerlo es precisamente lo que propones: La educación mental. Citas a Robert K. Merton y, a la vez, afirmas que “o somos todos o no hay país”, y pienso cuando él dice “una sola palabra, conceptos diferentes” y me regresa a ese México que piensas y que hemos discutido, -con afectos fraternos mutuos-, con todos sus imaginarios posibles. Y es así. México, es una sola palabra con conceptos diferentes. Merton expone igualmente, que debe existir la “unidad funcional de la sociedad” y en tu artículo expones que, para tener una orientación común, se hacen necesarias conductas racionales y congruentes. ¿Seremos capaces de alcanzarlas sin dogmas? Te abrazo con cariño fraterno invariable.

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