La Estética del Crimen: Relojes Suizos

Sinopsis:

Después del asesinato de Isabel Pratt en su departamento, todas las personas que se encuentran en la estética de abajo se convierten en presuntos culpables del crimen. El seguimiento del caso y encontrar al asesino conforman la principal línea argumental de la obra.

Lo que sucede cada noche en el Teatro Fernando Soler en una función de “La Estética del Crimen”, es un FENÓMENO (así con mayúsculas). En primer lugar, porque este elenco tan sólido y amarrado en cuanto a experiencia, oficio y talento pocas veces se ve; y si analizamos quiénes participan en el equipo creativo veremos nombres destacados con todo el colmillo del mundo para hacer brillar el montaje.

Para nadie es un secreto porque la campaña mercadológica y publicitaria de la obra así lo han informado, que el principal atractivo del montaje es la participación activa y directa de la audiencia: cada uno de los asistentes tiene la posibilidad de modificar la trama al ayudar a los personajes principales a resolver el crimen.

Cuando compras un boleto para “La Estética del Crimen” tienes la oportunidad de ser una especie de Agatha Christie; eres testigo del delito, señalas a los presuntos culpables y das sentencia con base en las pruebas mostradas. Y también vale la pena señalar este punto: si no quieres participar tampoco se vuelve una obligación, ni nadie expone a nadie para hacerlo partícipe del montaje. La dinámica me fascina no sólo por esta particular participación de la audiencia sino por la experiencia.

Yo siempre he afirmado (aunque muchas personas me odien por ello) que lo único que puede ofrecer el teatro frente a otros medios es la experiencia en vivo. ¿Por qué la gente se desplazaría de su casa para ir al teatro? ¿Por qué invertiría tiempo y dinero cuando tiene tan a la mano una película en línea? ¿Por qué asistiría a una función cuando cómodamente puede narcotizarse con cuanta serie de Netflix que encuentre? “La Estética del Crimen” comprueba este activo de venta del teatro porque lo vivido en esa sala es insustituible y no lo da ni Netflix, Instagram, videojuego o la comodidad de tu hogar. Y agregaría yo: la valía de la experiencia depende también de la colectividad, de interactuar con el otro, no sólo con quien está en el escenario, sino con quien está a lado de ti.

Estoy alucinado porque en las funciones de esta obra sucede un intercambio de palabras más allá del “buenas tardes” cuando entregas tu boleto, del “con permiso” mientras lidias con las piernas de los asistentes y las butacas para llegar a tu asiento, o del mero y llano “gracias”. Realmente sucede una plática entre personas desconocidas hasta esa función. Personas que, probablemente, jamás se vuelvan a ver. O lo pongo en otros términos: “La Estética del Crimen” triunfa porque provoca sonrisas sinceras entre los asistentes en una ciudad donde siempre nos ponemos cara de odio o ni siquiera volteamos a ver al otro.

Pienso en otras experiencias escénicas donde sean proclives a este tipo de interacciones entre los asistentes, por ejemplo, el cabaret (de hecho, los intérpretes usan recursos de éste para llevar a cabo el montaje), e irremediablemente reviso en mi cabeza la creencia donde el teatro es sinónimo de solemnidad, es sinónimo de una experiencia atomizada, desligada del que está a lado de mí. “La Estética del Crimen” mete un gol cuando demuestra que es todo lo contrario y, sobre todo, es un acto colectivo donde puedo compartir, sentir y abrir.

No quiero pasar por alto el extraordinario trabajo escénico de la directora Rina Rajlevsky y su ensamble actoral. La característica que me voló la cabeza fue el trabajo de improvisación. Hay dos habilidades donde toda la compañía se luce: las herramientas y recursos para entablar una comunicación directa con los asistentes (con una ruptura de la cuarta pared) y, por otro lado, esta capacidad de siempre regresar al hilo conductor con todas las intervenciones del público: esto obliga a los actores a un dominio de todos los finales posibles y probables porque en cada función las circunstancias de cierre dramático son distintas porque las participaciones de las audiencias son distintas.

Muero por saber cuál fue la metodología de los ensayos porque a pesar de ser un montaje trepidante en el fondo debe funcionar con la precisión de un reloj suizo. Por último, quisiera destacar todo el plan de difusión que está haciendo OCESA Teatro para hacer que esa sala se llene cada función. Cuando fui no había ninguna butaca vacía y me he dado mis vueltas en la taquilla y las puertas del teatro en el término de varias funciones y “La Estética del Crimen” es un éxito de asistencia (compren sus boletos con anticipación).

El montaje depende de que esa sala esté llena para potenciar precisamente la experiencia colectiva. La estrategia de difusión tiene como algunos de sus puntos fuertes los descuentos en la venta de boletos, 2×1 y el precio especial en un día de la semana en el sistema TicketMaster; el plan es digno de estudio porque sí le están dando al clavo a una audiencia dispuesta a comprar un boleto y ver esta obra. Y, claro, todo esto no tendría sentido sin el boca-a-boca donde siempre se asegura la eficacia y la diversión del montaje.

Traspunte

Este domingo 7 de mayo a las 6:00 p.m. y el lunes 8 de mayo a las 8 p.m. estarán proyectando en El Lunario una filmación del montaje “Heddda Gabler”, hecho por el National Theatre (léase la Compañía Nacional de Teatro Inglesa). Aquí dejo el link para que conozcan más de esta organización: https://www.nationaltheatre.org.uk/. Y en cuanto a “La Estética del Crimen”, ¡CORRAN por sus boletos!

 

“La Estética del Crimen”

Dramaturgia: Paul Pörter

Dirección: Rina Rajlevsky

Teatro Fernando Soler (Velázquez de León #31, Col. San Rafael)

Horarios: Viernes 18:30 y 21:30 hrs., sábados 17:00 y 20:30 hrs., domingos 13:30 y 18:00 hrs.

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