La lección inacabada de Julio César

 

Al oscurecerse la sala se presenta frente a mí el escenario donde Julio César caminaría para festejar su triunfo político al ocupar el máximo poder de Roma y, por consecuencia, desataría la envidia y la corrupción de todos sus hombres de confianza. Hablo de un Julio César visto por la directora Claudia Ríos en su replanteamiento de la tragedia de William Shakespeare.

Desde la primera escena se nota la influencia del cine en la propuesta de Ríos. Una escenografía colosal, impregnada de colores sobrios, con una iluminación impecable me hace recordarpelículas como Ricardo III de IanMcKellen o Titus de JulieTaymor. La enormidad del espacio en ningún momento hace de los personajes figuras de museo o seres inalcanzables por sus circunstancias fuera de lo común.

En “La tragedia de Julio César” todos sus protagonistas son reconocibles en forma y fondo. Muchos podrían dudar del impacto de Shakespeare con audiencias actuales por su lejanía en tiempo y espacio pero es indudable que siempre existe una clara identificación y hasta empatía con sus historias.

 

 

 

En este caso el referente inmediato es el de la clase política mexicana. Julio César y su grey bien podrían remitirnos a un partido político o al gabinete actual. Pero donde Shakespeare le da al clavo y confirma su genio literario es cuando esta obra describe una sociedad como la nuestra, con todas sus debilidades, que haría cualquier atrocidad en nombre del bien común.

Esta tragedia se sale de los límites de un drama político. Habla de la histeria social, de cómo la colectividad anula la voluntad del individuo, de las innumerables estrategias para que una mentira se convierta en verdad, de los sacrificios en pro de la “bondad incuestionable de un pueblo”. Todo, a pesar de este mosaico de probabilidades, gira en torno de una premisa donde el poder secuestra la conciencia y destaza cualquier código ético. Corrompe.

No sólo en una clase gobernante sino en los gobernados. Para Shakespeare no existen buenos y malos; todos los juicios dependen de una época precisa, de una estructura cambiante y, sobre todo, de la enorme influencia de la sociedad en el pensamiento individual.

“La tragedia de Julio César” tiene sentido en un país como el nuestro donde estamos acostumbrados a discursos maniqueos y nadie quiere asumir el costo de los daños. Julio César, de buenas a primeras, se convierte en el chivo expiatorio de sus compañeros políticos porque algunos dudan de su capacidad; lo creen peligroso para mantener el bien común y esperan que su lado absolutista lo domine para gobernar.

Lo más aterrador de la historia es que ningún motivo para destruir a Julio César es real. Nadie se basa en los hechos y nadie confía en la estructura. Todo esto tiene eco en México donde nos encantan las teorías conspiracionistas y nuestras filias políticas son débiles; donde nadie es digno de confianza.

 

Obra Julio César en el Teatro Julio Castillo

 

 

La obra es muy difícil para abordar: los personajes son poco claros en sus intenciones y el conflicto central es complejo debido a la gran cantidad de anécdotas y circunstancias. La traducción y adaptación de Alfredo Michel Modenessi es acertada en acercar el lenguaje a nuestra manera de hablar sin eliminar las innumerables alegorías que se hacen en cada parlamento.

La dirección de Claudia Ríos es efectiva. Resaltan sus momentos coreográficos y sus rompimientos en comedia para aliviar la tensión dramática y continuar con un texto complejo. Existe una gran preocupación por usar el cuerpo como principal elemento expresivo en cada una de las escenas y lograr, mediante éste, una atmósfera emotiva adecuada.

La inclusión de episodios de combate escénico hace un montaje explosivo. El vestuario con una evidente referencia a clases políticas nacionales y contemporáneas hace un contraste funcional con la Roma Antigua; le da la oportunidad al espectador de hacer reconocibles anécdotas y sentir el drama como algo cotidiano y cercano.

El grupo actoral es energético y logran un excelente ritmo. Todos marcan los acentos en los conceptos e ideas adecuados para tipificar a sus personajes; hacen un trabajo corporal minucioso para sugerir una época. Los caracteriza un desempeño energético preciso. El trabajo de Mauricio García Lozano como Marco Antonio, sin duda, es una de las mejores interpretaciones de este año; es digno de señalar la contención y sutileza en cada una de sus participaciones.

Al oscurecerse la sala se presenta ante mí una historia que bien podría ocurrir en nuestros días. La apuesta de Claudia Ríos es grande: se enfrenta a uno de los textos más difíciles y ambiguos de la literatura occidental. Su montaje es victorioso al hacer brillar el texto y lograr un espectáculo adecuado a las audiencias actuales.

Con Julio César en nuestra cartelera se hace urgente contestar qué tanto hemos aprendido del pasado y qué tanto estamos condenados a repetir nuestros errores. Como gobernantes, gobernados, sociedad e individuos.

 

 

“La tragedia de Julio César”

De: William Shakespeare

Dirección: Claudia Ríos

Teatro Julio Castillo (Centro Cultural del Bosque, Reforma y Campo Marte s/n, metro Auditorio)

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

Del 30 de mayo al 28 de julio del 2013

Sábado 20 y 27 de julio a las 13:00 y 19:00 hrs.

Domingo 21 y 28 de julio a las 13:00 y 18:00 hrs.

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