Los crímenes terroristas, seriales o racistas efectuados por una persona son diagnosticados antes que investigados y eso deforma gravemente la información. Entrevistan algún psiquiatra o psicólogo y dice “era una persona mentalmente inestable” “es un enfermo mental”. Sin ser sus médicos personales o tener información de si alguna vez el asesino se sometió a un estudio, contradiciendo la metodología científica, el dictamen se hace con los hechos y las declaraciones de la gente que los conocen que dice “siempre fue un tipo raro” como si eso fuera un término clínico. La enfermedad que apuntan sin conocimiento los exime o explica su crimen, y no es una explicación. Existen millones de personas con algún “padecimiento mental” y eso no significa que sean potenciales asesinos seriales o terroristas. Todos somos, de alguna manera, “raros” o “inestables” y de ahí a ser asesinos hay una diferencia: la decisión de hacerlo.
Seguimos sin aceptar la verdad de la naturaleza humana, la maldad es conducta sin ética, guiada únicamente por los instintos, los odios y los apetitos irracionales y no es enfermedad, es cotidianeidad. Creer que la enfermedad contamina o posee a la ética es tener una visión completamente irreal de los seres humanos. Miles de asesinos llevan una vida aparentemente “normal” hasta que cometen el crimen, la gran constante es que el odio es el motor de sus vidas y por eso no son “normales”. La ideología es una excusa muy solicitada por los asesinos porque les facilita que grupos de odio apoyen y motiven sus ideas, y además permite seleccionar un enemigo que le dé sentido al odio, que le dé un rostro. El racismo tiene una lista de odios y enemigos que invita a que miles de personas se autonombren héroes al asesinar personas que consideran “distintas, invasoras o inferiores”, con preferencias sexuales que ellos condenen, y con otras creencias religiosas.
La lista de posibles puntos de ataque es tan grande que cientos de asesinos se dan de alta como “lobos solitarios”, con la protección de la disfuncionalidad de la política. No es una enfermedad mental, es una coartada ideológica que exalta el asesinato, el ser antisocial se está empoderando con el heroísmo de una causa que no existe, que es una invención económica y política que utiliza a gente sin escrúpulos. Estamos presenciando el fenómeno de la maldad, que llega a esos extremos cuando está motivada por ideas que son tan dañinas como los hechos. La simbiosis de una ideología que manipula a esa gente y le da argumentos para sus odios; y la gente que ve en esa ideología la puerta para cometer sus crímenes. La conducta anti ética puede y debe castigarse, la enfermedad no, ese es el problema de llamarlos enfermos. Son dos formas de delinquir, es la maldad humana y si seguimos sin mirarla de frente, inventando excusas porque en Europa y en Estados Unidos están evadiendo la responsabilidad de aplicar leyes, y así el planeta y va a continuar siendo víctima de esos verdugos.