Cuando pensamos en el ejército mexicano, lo primero que nos viene a la mente es una institución seria, respetada y respetable, por lo general los mexicanos nos sentimos confiados con respecto a los militares. Sin embargo, y gracias a la irresponsabilidad de varios gobiernos el ejército se ha visto vinculado e inmiscuido en asuntos que los relacionan con el crimen organizado y con el narcotráfico.
Los ejércitos en el mundo idealmente no tienen labores de policías, aunque dentro de la institución castrense se maneja información de seguridad nacional que idealmente también se comparte con la policía, sin que los militares lleven a cabo tareas policiacas. El actual y los pasados gobiernos han sido los culpables de que una institución como esta se haya corrompido parcialmente, si nos ponemos a pensar que después del 68 y del 71, hubo mucho trabajo para rescatar la imagen de la Defensa Nacional siendo el DN3, uno de los planes que más les acercaban a la población cuando los desastres ocurrían y que desde los soldados hasta los Generales con altos mandos tienen una disciplina absoluta y un amor por México que rebasa por mucho al resto de las instituciones.
La iglesia desprestigiada, la política más aún y ni que decir de cuestiones como salud o educación o la propia seguridad pública, tenemos una ausencia de confianza institucional misma que promete ingobernabilidad. Muchas veces hemos estado muy cerca a un Estado fallido y si las cosas siguen por este camino, no será necesario que nadie haga una declaración oficial, sino simplemente la evidencia lo hará público. Tenemos que re pensar a nuestras instituciones si queremos que México salga del ostracismo en que se encuentra, pero también resulta urgente rescatar a instituciones como el Ejército Mexicano, para lograr confianza.
Resulta que la discusión sobre si el Presidente de México deja de ser o no el jefe supremo, que lo es básicamente de las fuerzas armadas, deja entrever dos cosas, una tiene que ver con la pasada elección presidencial donde si el Tribunal Federal Electoral optara por la nulidad de la elección, Calderón como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, tendría que hacer uso de la lealtad y obediencia que le debe el ejército para crear un Estado de excepción en lo que se llama a una nueva elección, y con ello el riesgo de prolongar el periodo o bien, de nombrar a un presidente interino a modo.
La otra es que si que quita lo de “supremo” entonces el PRI puede usar al ejército como el medio para legitimar la elección, al mismo estilo de lo que el propio Calderón hizo al principio de su mandato, con la diferencia de que el PRI, lo haría para tomar el poder. Ambas cuestiones confrontan a los militares con la ciudadanía, y al mismo tiempo seguirían, los militares perdiendo credibilidad y confianza.
El caudillismo había terminado hace muchas décadas, pero por lo visto la tentación de regresar a él esta más vigente que nunca. Me parece que el ejército mexicano, no debiera ser el fiel de la balanza y tampoco avalar a nada ni a nadie que quiera ponerse por encima de la ley. Ya bastante tienen con haber servido de policía y otras funciones que no le corresponden, lo mismo aplica a la Secretaría de Marina. Ahora resulta que ponen ante las cámaras de televisión a presuntos responsables sin ser juzgados y compiten entre ellos.
México requiere fuerzas armadas que regresen al honor, que vuelvan a sus orígenes de disciplina y solidaridad y si van a ser el fiel de la balanza que lo sean por México, y no por grupos insulsos ni por partidos políticos. Mi bisabuelo fue Ministro de de Defensa con el Presidente Juárez y murió siéndolo con el presidente Díaz. Tengo un respeto enorme por esa institución y un cariño especial, pero como un simple ciudadano, me preocupa enormemente que esté poniendo en disyuntivas a quienes guardan el honor y la paz de nuestra patria.
El futuro de nuestras fuerzas armadas está en la credibilidad que se ganen y la posibilidad de que los ciudadanos avalemos su quehacer. Por lo pronto, sigo pensando en el honor y dándoles el beneficio de la duda, si se politizaran, acabarían con ambas cosas.
Quiero pensar que los políticos siguen amenazados por quien vela por el bien y la justicia de nuestra patria, más allá de intereses inmediatos, también creo que el fuero militar no debiera desaparecer. Ojalá la política no los contamine y los ciudadanos sigamos siendo cada uno de nosotros el aval de un México de instituciones legítimas.