Pero en México, estos valores no prevalecen. Frases como el que no transa no avanza, son la constante en determinadas clases, sobre todo en la clase política que llega a sus puestos como quien encuentra un tesoro, aunque en realidad se trata de un botín.
Cuando se habla de instituciones, quienes salen mejor librados son la gente del ejército, pero tanto las iglesias como los políticos obtienen muy bajas calificaciones y esto habla muy mal del país. Sobre todo es evidente que la conciencia de los mexicanos ha venido evolucionando, para bien.
Si yo quiero educar a mis hijos en valores que se juzgan universales, tengo que predicar con el ejemplo y será esta la única fuente de inspiración para que mis hijos lleven una vida donde los valores sean por mucho aquello que guie sus vidas. Un padre transa hace hijos transas, pero también un gobierno transa hace ciudadanos transas; y por cierto, también los medios masivos de comunicación infunden valores o invitan a transgredirlos.
En nuestro país se están dando fenómenos insospechados y antagónicos. Una parte de la población entiende que la política es sinónimo de transa y otra parte insiste en que debiera limpiarse. Lo mismo pasa con las iglesias sobre todo la católica, pero también sucede con lo que los medios televisivos infunden, hay quienes rechazan este modelo maniqueo de buenos y malos y buscan que la televisión se utilice también para educar a la población en valores universales. Bueno a lo que quiero llegar es que con la pasada elección se puso nuevamente de manifiesto que si se trata de ganar, no importa cómo pero hay que ganar; así se pierda toda conducta moral y así lo hicieron los políticos de varios partidos. La compra de votos fue por decir lo menos, ¡asquerosa! Aunque resulta que también la inequidad de las televisoras fue un un asalto al intelecto, un abuso de las conciencias, la iglesia católica presionó para que hubiera un perdedor y ha venido diciendo que deben aceptarse los resultados, a pesar de que el proceso electoral no ha terminado aún.
La justicia social y la ética no acaban de ser claras ni en los políticos, ni en la iglesia y por supuesto en los medios la ética es un factor inexistente.
Si Benito Juárez viviera, sentiría una profunda vergüenza; si Cristo viviera sacaría nuevamente a los mercaderes, ya no del templo sino de sus propias filas; si Don Emilio Azcárraga Vidaurreta o Milmo vivieran dirían que son soldados del presidente, pero no esclavizarían a los mexicanos.
México está perdiendo los valores; somos un híbrido absurdo, compramos en tiendas de hamburguesas extranjeras como si fuera un lujo y despreciamos nuestra tradiciones. Mientras nuestros políticos nos dan el peor de los ejemplos, seguimos estando sometidos por el clasismo, por el dinero que llega fácilmente, por las culpas que se pagan con limosnas y por las telenovelas, en donde por cierto caben también los noticiarios.
Ahora desde el extranjero he podido ver más claramente como los medios internacionales casi se burlan de México y de los mexicanos. He podido ver también cómo se destaca la lucha de los miembros de #YoSoy132, cómo se opina que México sigue siendo un país donde la democracia no existe, donde la ignorancia es el mejor caldo de cultivo para el engaño y la ignominia. Un país donde tristemente sigue existiendo una desigualdad social solapada por los gobiernos, los medios y la iglesia.
El futuro no es halagüeño, pinta mucho peor, nos envuelve en el autoritarismo y en una mayor manipulación de las conciencias.
Si algo necesitamos es tomar conciencia de todo lo que nos está pasando, más allá de tomar partido. Ya Andrés Manuel Lopez Obrador dijo en su momento, aunque la frase fue sacada de contexto: “al diablo con sus instituciones”. Y tenía razón, la justicia no funciona, tampoco el sistema educativo, ni la salud es para todos de manera igual, los medios son un asco, la iglesia es una vergüenza, la policía sigue siendo parte del problema de la inseguridad, los sindicatos enriquecen sólo a sus líderes.
Lo que nos queda es tratar de rescatar las tradiciones, de volver a ser escépticos y liberales, de pensar por cuenta propia, de retomar a un país que merece la pena, y para ello solo educar a nuestros hijos en un liberalismo que les provea de una visión distinta y mejor.
México merece ser rescatado, vamos poniendo cada uno nuestro granito de arena para lograrlo.