¡Más barato que en el Centro!

Es el anuncio de una papelería cerca del trabajo; por la gente que estaba allí, pareciera que era cierto lo que decía, o al menos varios se habían parado a comprobarlo. No tenía ninguna mercancía con la cual poder hacer un estudio de referencia; no obstante, me acerqué y pregunté por el costo de una caja de lápices, con ciertas características, y no más de una semana pude comprobar que en efecto al menos era un peso más barato que en el centro. Es indudable que los dos lugares ya le estaban ganando con esos precios, pero al menos para la caja de lápices en esta papelería si era un peso más barata que en el centro, no había publicidad engañosa de por medio.

No me queda la menor duda que este fenómeno tiene una explicación económica; es cuestión de reflexionar y analizar el fenómeno para entenderlo, por eso la economía es una Ciencia Social ‒pero ése es un tema que abordaré más adelante en otro artículo‒. Regreso al punto de que tiene una explicación económica, y hablaremos de los precios en equilibrio o más bien del mercado en equilibrio.

En primer lugar, cabe aclarar que es una creencia general, al menos para el caso de la Ciudad de México, que los precios que se manejan en esa zona, son los más baratos no sólo de la ciudad sino de muchos de los Estados colindantes. Mucha gente viene para hacer sus compras en cualquier época del año, la gente no deja de venir todavía y hay un marcado aumento de la inseguridad en el área. Los usos y costumbres explican (a veces) el actuar de la gente, aun y con inflación de por medio.

Respecto al porqué de los precios, de inicio hay muchos supuestos como que es mercancía de dudosa procedencia, dicen unos; que hay grandes fábricas o almacenes de las empresas muy cerca de esa zona, justifican otros. Lo que sí es verdad que los precios son muy buenos y accesibles. ¿Quién no ha comprado medicamento en la famosísima Farmacia París? Actualmente ya tienen otros locales sobre casi toda la calle República de Uruguay. A principios de año, ves a muchos viejitos con su almanaque en una mano y sus pastillas en la otra. Insisto, uno tiene sus usos y costumbres, y los consumidores nos volvemos fieles creyentes de las marcas y de los establecimientos de confianza.

En mi caso, recuerdo que de pequeño íbamos al Centro a comprar o surtir la lista de útiles escolares; era ir a perder todo el día entre un tumulto de gente, pero lográbamos comprar todo para el siguiente ciclo escolar, y uno que otro juguete que nos dejaba una gran sonrisa. Hablar del Centro implica toda una experiencia, hay miles de locales para miles de necesidades reales y no de los consumidores; tan es así que uno puede comprar lo inimaginable.

Pero para entender realmente lo que pasa en cuanto a precios, debemos entender sobre los costos de distribución de las empresas, mismos que se entiende como los costos en los que incurren las empresas para hacer llegar sus productos de sus almacenes a los diferentes establecimientos que venderán sus productos; este costo es absorbido por el consumidor en el precio final. En el Centro, este costo no lo absorbe el consumidor, sino la misma empresa sin afectar el costo de producción que le determina su margen de ganancia. Es decir, no le pierden y, por el contrario, al ser tanta la demanda, se compensa ese costo con sus ingresos.

Ésa será económicamente hablando una explicación al diferencial de precios de la Zona Centro de la Ciudad de México; sin embargo, no debemos dejar de lado una realidad que va más allá de cualquier supuesto económico, y es que, resulta innegable que es la misma necesidad de las familias que les hace buscar alternativas reales a sus bolsillos, aunque eso implique arriesgar tales escasos ingresos, porque también es innegable que la inseguridad nunca se ha ido de esa zona.

No cabe duda que estrategias de mercado para acceder a los consumidores hay muchísimas, pero una tradición tan arraigada de compra-venta como la del Centro sólo hay una. El comportamiento del consumidor es atípico, podría ser la conclusión económicamente hablando; sin embargo, es una experiencia que vale la pena ser vivida, se vale vivir de usos y costumbres que representan ingresos para miles de familias. Se trata de ir y cuidarnos a nosotros mismos. Es justo y necesario salir y disfrutar de nuestras tradiciones, porque ir a comprar al Centro es todo un arte y se tiñe de una gran verbena popular. Regresemos a las calles a disfrutar de ellas, y cuidarnos entre nosotros será nuestra mayor recompensa.

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