El mundo es dinámico, aunque debido a largos periodos de aparente estabilidad se nos olvida la naturaleza cambiante del “Sistema Internacional”, por ello vale la pena seguir con atención los cambios en las grandes potencias, puesto que son ellas las principales artífices de los juegos de poder global; mientras que al resto de actores con diferentes grados de poder y autonomía, les corresponde ajustarse a los lineamientos económicos y políticos dictados por los primeros.
Parafraseando al cerdo Napoleón de Orwell en “Rebelión en la granja”: todos los Estados son iguales, pero hay algunos más iguales que otros. Bajo este enfoque realista de las Relaciones Internacionales (con mayúsculas porque me refiero a la disciplina) señalaré brevemente ejemplos de respuestas distintas ante el fenómeno nacionalista.
Si bien el fenómeno nacionalista ha estado presente desde la conformación de los Estados-nación europeos, ha crecido de forma importante en la última década motivado por una creciente desigualdad económica adjudicada al proceso de globalización que ha resultado en un desencanto con los aspectos internacionales y alimentando los discursos nacionalistas en el Reino Unido, Francia, Austria, Holanda, Polonia y Hungría, por mencionar algunos.
Por ejemplo, el Reino Unido que a finales del s. XIX y principios del s. XX era un imperio con territorios en los cinco continentes y por lo tanto una sociedad sumamente internacionalizada, ahora se encuentra en medio de la negociación para separarse de la Unión Europea (el experimento de integración económica y estabilidad política más exitoso del siglo XX), debido a la exacerbación del sentimiento nacionalista.
El proceso del “Brexit” comenzó el 23 de junio de 2016, cuando se votó el referéndum que respaldó la salida del Reino Unido de la Unión Europea, cuyo resultado obligó a renunciar al primer ministro David Cameron y formar un nuevo gobierno para conducir el proceso de retiro que sería liderado por la conservadora Theresa May.
El pasado 8 de junio, May convocó a un nuevo referéndum esperando obtener un resultado que le diera mayoría en el Parlamento Británico y, con ello, una mayor capacidad negociadora ante la Unión Europea, pero que al final de la jornada electoral significó una severa derrota al perder la mayoría y verse forzada a aliarse con el Partido Unionista Democrático para formar gobierno, mientras el rival Partido Laborista tuvo una importante recuperación.
Esta aparente bipolaridad británica refleja la incertidumbre colectiva del siglo XXI de una sociedad dividida por ingreso económico, por edad o por nivel de estudios pero, sobre todo, refleja la influencia de las redes sociales que permiten construir poderosas narrativas para argumentar a favor y en contra de cualquier propuesta sin necesidad de comprobar sus dichos, un fenómeno que algunos estudiosos identifican como “fake news” y que inauguran un mundo “post verdad”.
A contracorriente está el “caso francés” que ante el avance del partido Frente Nacional de carácter nacionalista radical liderado por Marie Le Pen, quien también pugna por el retiro de la Unión Europea y un nacionalismo económico que proteja a Francia de los “demonios del multiculturalismo anglosajón”. Con dicha plataforma obtuvo el segundo lugar con 21.3% en las elecciones del pasado 23 de abril, mientras el ganador fue Emmanuel Macron con 24% de votos. Mientras que en la segunda vuelta Macron ganó por 66.1% contra 33.9% de Le Pen.
El actual presidente francés Emmanuel Macron de 39 años (el más joven desde Napoleón) y con una esposa 25 años mayor que él, es un economista liberal sin una ideología clara, defensor de la economía de mercado, la iniciativa privada y la Unión Europea; organizó un movimiento político de centro “En Marche” que en un lapso de un poco más de un año ganó la presidencia y la mayoría en la Asamblea Nacional francesa el 18 de junio con 341 escaños de 577 y una participación de apenas 35%.
Como conclusión preliminar se observa que a pesar del crecimiento del nacionalismo en el mundo, no se pueden obtener conclusiones fáciles ni definitivas, ya que la balanza puede inclinarse hacia el lado liberal como en Francia o hacia el lado conservador como en Gran Bretaña; por lo que se requiere de un cuidadoso seguimiento y análisis sobre el rumbo de los acontecimientos internacionales para extraer distintas lecciones internas, observar y anticipar los flujos externos.