Me hubiera gustado saber…

He tenido la virtud de vivir personalmente la gran luz y la gran obscuridad en el camino de mi vida, y son sin duda las dos “grandes maestras” implacables de la existencia, quizás siempre con la esperanza de que en algún momento se pueda tener el entendimiento suficiente de ellas para corregir los caminos en el tiempo propicio y cuando sea necesario hacerlo. Quizás en mi vida, como la de muchos adultos maduros, se dio por entendido que aprenderíamos a vivir a ser felices y libres con el paso del tiempo, a través de la experiencia misma, y de los golpes de la vida, como si fuera normal crecer a base de fregadazos y sufrimiento para que tenga chiste hacer lo debido y lo correcto sumidos en los patrones ideológicos y sociales que nos tocó vivir, logrando de manera casi empírica adaptarte y desarrollarte como persona en todos los aspectos: trabajar, formar familias, creer en dioses, etc., porque sólo así se podría aprender honorablemente a vivir.

Es, por demás, común para mí, tener diversas charlas con personas de diferentes regiones del país, ricas, de escasos recursos que batallan por el pan diario, empresarios y obreros, personas educadas e ignorantes, gente exitosa socialmente, o aquellos quienes son ignorados, y me resulta por demás curioso que la mayoría coinciden en que sus más grandes problemas en la vida son el amor la sexualidad, los problemas familiares, las dificultades matrimoniales, problemas con los hijos, de afectividad, de confusión espiritual y religiosa, de amistad, el manejo del dinero, no haber vivido lo que querían, la frustración, la culpa por sus errores, e infinitas situaciones muy similares; siempre damos por hecho que estos temas tan importantes de desarrollo humano se aprenden en casa o deberíamos aprenderlos “así nomás”, por osmosis o dados por la providencia divina , y jamás incluidos en los temarios de las escuelas y, “neta”, hasta el día de hoy nunca he escuchado a alguien comentarme que tuvo un problema con el algebra o de física cuántica, que se vea afectado porque Napoleón fracasó en su campaña militar por Rusia, o con problemas para entender la química cerebral, etc.

Hoy, sin duda, vivimos inmersos en el mundo de las emociones y se ha probado constantemente en cientos de estudios serios que el éxito de una persona en la vida depende de su habilidad de percibir, manejar y motivar su mundo internamente. Por lo que siempre me he preguntado “¿por qué jamás se nos enseñó en nuestro sistema educativo el humanismo, el desarrollo del pensamiento y las emociones humanas?”. Porque nos guste o no, así como en la vida se aprenden matemáticas, también se aprende a ser feliz; así como se aprende la historia, también se aprende a saber que eres libre y que tienes el derecho a vivir como quieres por propia dignidad. ¿Por qué se subestima la capacidad de los niños, adolescentes y jóvenes universitarios a que tengan la capacidad de saberlo y el derecho inexorable por nacimiento de aprenderlo?

Hasta el día de hoy no existe ningún estudio razonablemente aceptable que refute que los primeros 7 años de vida de un niño son vitales para la formación de su personalidad, y que los próximos 10 años de la vida son igual de esenciales para el pensamiento y la formación del razonamiento, y ¿qué decir del choteadísimo y cursi tema de los valores fundamentales? Entonces, ¿por qué no enseñamos a nuestros jóvenes a aprender la ciencia del manejo de las emociones fundamentales de la existencia, el razonamiento, el enamoramiento y la ética filosófica básica? Porque quizás les podríamos dar una “ayudadita” para que ellos puedan diseñar su vida un poco mejor y se den cuenta de las infinitas posibilidades de decidir una vida más plena y satisfactoria, que sepan que pueden hacer lo que quieran, pues no se puede “vivir” condenado y repitiendo los mismos patrones culturales de nuestra sociedad, religión o de nuestros padres, ya que precisamente ese derecho a cuestionar y pensarlo se aprende también.

Hoy, a mis 46 años, concluyo que me hubiese gustado saber que aparte de la física, la química y las matemáticas en la escuela –que sin duda también son necesarias–, que alguien me enseñara otras cosas que no sólo se acotaran a que a recibir órdenes y deberes, que hubiera puesto frente a mis ojos las preguntas básicas de la existencia, mover mi pensamiento y desarrollar mi capacidad y humanismo; quizás no me hubiera resuelto la vida pero al menos hubiese sido un poco mas fácil encontrar el significado de lo que es la realidad, la libertad, Dios, el amor, la pareja, el sentido de la vida, las emociones básicas humanas, la ética, la resolución de problemas, el dinero, el bien o el mal, lo que me conviene o no; porque sin duda para mí, muchos de estos aprendizajes llegaron demasiado tarde y confieso que pude haberme ahorrado algo de dolor, y si lo hubiese encausado un poco más sobre mí mismo quizás habría tomado otro tipo de decisiones.

Académicamente es claro que hasta el día de hoy no hay un psicólogo o teoría psiquiátrica sensata que se oponga a validar que las decisiones de la vida se toman por lo que se tiene en la cabeza, por cómo experimentamos la realidad, de la experiencia percibida, así como del concepto que tenemos de nuestro ser. Entonces, ¿por qué si sabemos todo esto no tomamos las medidas educativas necesarias? Porque hoy sólo estamos tan preocupados y enfocados en las escuelas, en el “bullying”, en la adicción a las redes sociales, estar fit, que los jóvenes no tomen muchos refrescos y comida chatarra, que vayan a cuatro clases de fútbol y de inglés, y que a los 13 años vayan a educarse en sexualidad con una “amiguis” de Sullivan para que así aprenda a amar… Sin duda alguna, ésta es la mejor forma de aprender a cómo tratar a una mujer o el arte del matrimonio cuando el chamaco se case, y así podríamos escribir varias de estas ironías o “joyas de la educación contemporánea”. Pensamos que esta política de que el aprendizaje de lo importante es, “así nomás”, pero, más bien, en el fondo no confiamos en nuestros jóvenes; a ellos los subestimamos pensando que son tan estúpidos, que no pueden tener la capacidad de entendimiento de “los grandes temas de la vida”. Quizás tan sólo sea un reflejo de nosotros mismos. Quizás, si aprendiéramos más de todo esto, hoy no tuviésemos tantos ciudadanos adultos tan insatisfechos con su propia existencia.

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