ORLAN VERSUS GAGA

 

La performancera francesa Orlan ha creado su cuerpo de obra a través de la explotación de un vicio. Los psicólogos afirman que la adicción es una enfermedad, así que su enfermedad, para ella tiene nivel de arte. Es adicta a las cirugías estéticas, como lo era Michael Jackson o miles de personas que tienen el dinero para hacerlo. Una enfermedad burguesa que se cura cuando se acaba el dinero y que de paso engancha a los analgésicos.

 

La performancera freak está demandando a Lady Gaga por 31.5 millones de dólares y el 7% de las ganancias de su álbum Born this way. El abogado de Orlan, que debería de darse de alta como curador por el lenguaje y los argumentos que utiliza, dice que la acusación de Orlan es ética y no legal, ¿entonces para qué pide dinero? La acusa de robarse su trabajo artístico y reproducirlo ilegalmente. El trabajo de Orlan consiste en operarse la cara y deformarse, tal vez un acto preventivo a una cirugía que tiene altas probabilidades de ser fallida. Es una combinación perfecta: fraude y escándalo, fama y dinero.

 

GAGA VS ORLAN

 

 

Orlan para obtener ganancia de su oportunismo desdeña el tan usado recurso del arte contemporáneo de la apropiación: si el artista plagia en válido, si otra persona lo hace no es válido. Si la apropiación es un recurso para uno debería serlo para todos, Orlan relativiza a su conveniencia algo que ya es canon en el arte contemporáneo. ¿Quién tiene la exclusividad del ridículo? ¿Quién es dueño de los derechos de autor del exhibicionismo? Gaga, como Orlan, ha hecho su fama de aparecer como un fenómeno, huyendo de la imagen de las cantantes pop de ser sexys como plataforma para la fama. Gaga is a freak, a nice freak.  Pero lo que ella hace no es arte, como no lo es en el caso de Orlan. Tan disparatada es la pretensión de que una cirugía grotesca es arte, como pelear los derechos de autor en contra de alguien que se disfraza para hacer un video clip.

En lo único que coinciden es en el recurso de parecer fenómenos de feria para llamar la atención. Es un truco viejo que desde hace siglos se utiliza en los espectáculos, ya en la película Freaks de 1932 dirigida por Tod Browning se llevó esto a niveles que aun hoy son insuperables. Los programas de televisión han hecho del freak social un recurso para subir el rating. Orlan usó la misma fórmula para existir como artista y Lady Gaga lo hace por marketing. Entonces ninguna tiene la exclusividad de este recurso. Orlan admite que su cara la ha copiado de la Gioconda de Leonardo, la Venus de Botticelli y Europa de Boucher incluyendo toques de estatuillas precolombinas, al margen de lo alejado que está el resultado del modelo original, si de este collage quirúrgico no le paga derechos de autor a nadie ¿cómo le pide derechos a otra persona? Que Orlan y su abogado se pongan a ver todas las películas de monstruos y marcianos que ha producido Hollywood y demanden a toda la historia del cine, la del video clip, prohíban los disfraces de Halloween y terminen su cacería de dinero con Star Trek y y Mister Spock.

La carrera de Orlan estaba olvidada y extinguida, su acción es nada contra los reality shows de cambio de imagen y los programas de desgracias médicas que alimentan el morbo del público. Esta demanda la pone en el mapa mediático, pero hace algo que nunca pensó para su carrera: ser visible para un público inmenso que no sabe quién es ella. Googlear a Gaga arroja 420 millones de resultados, googlear a Orlan 270 mil. ¿Cuántas operaciones más se puede hacer Orlan para seguir existiendo y no dejar su última actuación en un viaje de Propofol? Muy pocas a su edad. Sin obra, sin trayectoria real, sin haber aportado nada al arte que pueda trascender, esta oportunidad es lo único que le queda.

A estas alturas Orlan debería estar asociándose con Gunther von Hagens, el alemán que plastifica cadáveres, para donarle su cuerpo y que hagan una obra póstuma conjunta, porque su torturado y adicto cuerpo no le va a servir de nada más al arte. Por lo general las demandas suceden en sentido contrario, son los artistas contemporáneos lo que son perseguidos por la ley de derechos de autor. Jeff Koons y Richard Prince tienen un reservado lugar fijo en el estacionamiento de sus abogados por sus juicios de flagrante robo. En este caso es tan difusa y arbitraria la demanda que si gana Orlan, el juez debería de dirigir por lo menos la Tate Modern, porque su dictamen va a influenciar al plagio y la apropiación tanto como el texto de Duchamp sobre su urinario.

 

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