Quien más habla más se equivoca

Se necesitan dos años para aprender a hablar

 y sesenta para aprender a callar.

Ernest Hemingway.

No. La frase de Ernest Hemingway no tiene nada que ver con que el gobierno de la 4T cumple dos años de gobernar ni tampoco que, al concluir el sexenio actual, el presidente AMLO cumpla 70 años edad. Y que a lo mejor –digo quizás, sólo quizás-– será entonces cuando deje de hablar tanto, porque para entonces –por ventura– sea iluminado por la sabiduría de los años.

De no ser así sería seguir en la tesitura de proferir y proferir, cayendo en la oquedad donde caen los habladores, porque está requetecomprobado que quien más habla más se equivoca; y ése ha sido –precisamente– el vicio desde la génesis de su intención para llegar al solio presidencial, según para salvar la patria que hoy se hunde en la sima donde tal vez caiga él mismo.

Aunque antes he escrito y sostengo que no es mi intención abrazar los señalamientos per se generando odios, sí creo que se vale hacer críticas en el marco de la democracia pese a las filias y fobias sobre el sistema.

A dos años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, hoy presidente de la República de los Estados Unidos Mexicanos, la evaluación, de acuerdo a los analistas y estudios de la Ciencia Política, así como de comentaristas mediáticos y, por supuesto, la oposición, sostienen que no hay nada que festejar; por el contrario, sus seguidores acérrimos dicen que se sienten orgullosos de los resultados porque hay grandes beneficios.

Sostengo, si bien no es una frase mía, sino de la lógica política de sentido común, que no es lo mismo ser oposición –que sólo ve lo malo del gobierno de turno–, que gobernar –donde sólo ven lo que conviene– para sustentar el sistema.

Cuando un político habla de que va a ser el remedio de todos los males del país, inmediatamente digo: “ése será un fraude en el gobierno”. Y claro que no voto por los que venden sueños, por el contrario, sí por quienes son más realistas.

discurso politico
Imagen: El Financiero.

Desde mi experiencia y práctica, cuando se ha dado la oportunidad, he recomendado a los políticos que no digan el “qué” sino tienen el “cómo”, incluso el “cuándo”, y de ser posible el “cuánto”. Que no engañen a la gente, que no jueguen con sus esperanzas.

Aunque ello tampoco es una garantía de que serán buenos gobernantes, porque estando ahí se les olvida lo dicho; les da indigestión de poder y ataques de avaricia. Muy pocos, casi ninguno en verdad, terminan bien su gestión, sin embargo, no dudo que haya alguno que sí.

No faltan los que en sus discursos cantan sobre las luces hermosas de las estrellas, que nadie puede alcanzar porque sencillamente es utópico. A eso le llamo poesía política o retórica poética. Cuando un discurso electoral suena a poesía es seguro que lo que viene como resultado son los no resultados de lo prometido.

Es muy fácil deducir cuando un político está entre el discurso idealista que sabe que no va a cristalizar tal cual lo dice, y la realidad. Palabras claves son: todo, nada, nadie, nunca, siempre, jamás.

Así las frases son: “Todo va a cambiar conmigo; todo lo que hicieron los otros fue para su beneficio”. “Nada de lo que hicieron los otros sirvió, no fue bueno”. “Nadie hará algo mejor”. “Nunca se han preocupado por ustedes como nosotros”. “Siempre les tengo en mis pensamientos”. “Jamás les vamos a defraudar”.  

Son frases trilladas a lo largo de la historia que han discurrido unos y otros. El asunto es que en sus discursos no ubican la realidad porque creen que pueden vulnerar sus intenciones de poder.

Por ejemplo, un opositor no hablaría de lo bien que ha hecho un gobernante, aunque lo haya obrado, porque sería avalarlo; es mejor decir que nada sirve.

4T AMLO
Imagen: Reporte Índigo.

El gobernante no le da la razón a la oposición, aunque la tenga porque eso podría perjudicar las posibilidades de que él o su partido sigan en el poder. Lo más fácil es predicar mitos para penetrar a las mayorías electoras para ganar su anuencia.

En esta realidad lo que deciden es hablar. Hablar para ocultar eso que saben que es real, y que no les conviene decir. O decir nada, pero hablar buscando todas las formas de apagar sus defectos resaltando los defectos de quienes lo adversan.

La oposición hace exactamente lo mismo. Tapan sus errores resaltado las fallas de los gobernantes porque lo que quieren es llegar al poder.

Estoy convencido de que “quien más habla más se equivoca”, por lo mismo lo que hoy es el argumento de unos después será el de los otros. Es cíclico. Sólo hay que esperar y veremos resultados.

Un país no avanza por la decisión de una sola persona. Es imposible y fantástico creerlo. A todos nos toca algo qué hacer por el bien del país.

Por otro lado, está el tema con los vecinos de más al norte y la impensada visita de AMLO –programada en tan sólo una semana– que tuvo a la Casa Blanca en estos tiempos de pandemia; pero acuerdos son acuerdos y algo hubo que acordar más allá de lo referido sobre el T-MEC –Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá–, porque así es la diplomacia.

Más aún, donde se desnudan objetivos electorales a corto plazo; dice el dicho popular –y no la Biblia– “ayúdame que yo te ayudaré.”

enseñanza de los 3 monos
Imagen: El País.

De acuerdo a la teoría de conjuntos, el conjunto Continente Americano lo forman 35 países divididos en cuatro subconjuntos o regiones que son: América del Norte, América Central, América del Sur y Las Antillas.

El subconjunto (región) Norteamérica lo forman: Canadá, Estados Unidos de América y Estados Unidos Mexicanos (México). Luego entonces México no es un estado de Estados Unidos, son naciones diferentes.

Los elementos de una nación son: territorio, que es el espacio geográfico donde el Estado ejerce su soberanía; la población que es el grupo de personas que reside dentro de la Nación; y el gobierno que es Estado debidamente formado y constituido que posee y ejerce plena soberanía.

Se suma la conciencia nacional, derivación de elementos comunes de la propia población: costumbres, religión, raza, idioma entre otros factores compartidos como los objetivos e ideales. Otra vez, México no es Estados Unidos ni al revés. Si bien hay una influencia histórica en el nombre, pero ésa es otra historia relacionada a la Constitución.

Es sabido que cada una de las naciones tiene sus propias características por mucho que se puedan parecer o coincidir ideologías; sobre todo si no tienen las mismas ideologías. Bajo ningún criterio per se, ninguna Nación es igual a otra. Ni siquiera un Estado dentro de una Nación, como es el caso de los estados federales, ninguno es igual a otro.

Toda esta explicación porque no es de fácil comprender cómo hay quienes quieren que México sea como Estados Unidos. ¿¡Cómo es posible!?

Se puede entender por parte de la población civil por qué muchos ven en aquel país aquello que le falta a México: mejor educación, mejor sistema de salud, mayor seguridad, mejor sistema de jubilación y pensión; mejores oportunidades laborales, mayores posibilidades de desarrollo profesional, comercial, social. Como si fuera poco, lo que más se requiere aquí es democracia. Eso es lo que deseamos todos.

grafiti, sembrando odio
Fotografía: The Alternative UK.

Pues bien, para nuestros políticos, no es igual. Aunque se hable de soberanía de los pueblos, de respeto a nuestra idiosincrasia, a nuestras culturas y nuestras raíces. Por el efecto de las buenas relaciones, por ejemplo, con Estados Unidos, y porque no somos componentes solitarios, porque requerimos de otros, entonces, de ser posible ceder, se cede.

Y, lo que un día (ayer) constituyó sostener un discurso nacionalista, patriótico para lograr el poder, al otro día (hoy) si se tiene que conferir por y para el logro de los objetivos, entonces se consiente por una decisión política, aunque pueda ser contraria al pensamiento y sentimiento nacional; o, más bien, utilizar el pensamiento de la población que tiene cifradas sus esperanzas en lograr una mejor vida haciéndole ver que ceder es lo que conviene, y quizás sí.

Es cuando vemos que se encarniza la frase trillada: “Es de sabios rectificar”. Por lo mismo me parece que la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a  Estados Unidos significó una postura inteligente, para él, aunque no una postura mexicana. Otra vez, los mexicanos hemos sido utilizados en la ruta de conveniencia política.

Él, AMLO, sabe lo que quiere y nada ni nadie lo va a hacer cambiar; él siempre ha sabido qué debe hacer. Si eso significa sí, modificar el discurso, ¡claro que lo hará! Él no cambiará sus planes estratégicos. ¿Buenos? ¿Malos? Sólo la historia al final del periodo lo dirá.

La premisa matemática dice que “los polos iguales se repelen y los polos distintos se atraen”. ¿Les suena?


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