Reelección de legisladores

Recientemente se aprobó una Reforma Constitucional para que los Senadores y Diputados puedan ser electos hasta por dos y cuatro periodos consecutivos (12 años), respectivamente. Es evidente la permanencia inmoderada en todo su esplendor.

La historia no puede considerarse como el simple relato de hechos del pasado; debe tener un sentido práctico de constante enseñanza. Su estudio es indispensable para repetir aciertos y evitar errores; es fundamental analizar experiencias y considerar sus aspectos positivos y negativos.

La reelección en nuestro país ha sido de consecuencias fatales. Desde siempre ha sido pernicioso el mantenerse en el poder de manera indefinida o prolongada. Consideremos algunos de los más graves eventos en el tema de la reelección:

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Imagen: Víctor Solís.

1. El noveno Presidente de México, Antonio López de Santa Anna, estuvo en el mando en 11 ocasiones (de 1833 a 1855).
2. El Benemérito de las Américas, Benito Juárez, fue reelecto Presidente de México, sus periodos comprenden de 1858 a 1864, lo que motivó severas inconformidades; unos años estuvo fuera del cargo, pero se reintegró al mismo de 1867 a 1871. Su fallecimiento originó abandonara el Palacio Nacional.
3. Porfirio Díaz ejerció la Primera Magistratura durante 30 años, de 1876 a 1911, con la interrupción del gobierno, donde mantuvo como incondicional a Manuel González. Durante su mandato hubo importantes avances, pero el aspecto democrático quedó rezagado, como es natural. 

Francisco I. Madero, elabora en 1910, un importante lema que se convierte en base de sustentación de la Revolución Mexicana, “SUFRAGIO EFECTIVO NO REELECCIÓN”, esto es, que se respetara el voto de manera absoluta y bajo ningún concepto se extendieran los hombres públicos.

La lucha maderista de nada ha servido con esta reciente Reforma Constitucional. Ahora los legisladores mexicanos se favorecen en grande. Alegan profesionalización e inclusive señalan como ejemplo a los Estados Unidos de América, ya que hay representantes que se mantienen en el puesto 30 o más años.

La historia de cada pueblo es distinta; en México, insisto, ha sido sumamente grave y dañino el mantenerse en un cargo por largo tiempo. Tristemente se han dado aspectos “mañosos”. Lo que sí sucedía, era que Diputados o Senadores dejaban pasar un periodo y regresaban a su sitial, algo que, si bien no era deseable, se encontraba en el ámbito del derecho legítimo de que está investido cada ciudadano. Definitivamente los cambios a la Constitución no auguran ventajas, más aún cuando nos mantenemos en un régimen presidencialista, en que el Ejecutivo avasalla a los otros poderes. Actualmente en la práctica, el único y verdadero legislador es el Presidente de la República; los Diputados y Senadores en pocas ocasiones se oponen a sus órdenes o a sus recomendaciones, para señalarlo con suavidad, que les dicta el Jefe del Ejecutivo; a lo sumo se retrasa la disposición del gran jerarca, pero al final los dóciles asambleístas obedecen. Cuando se muestran repelentes, realizan negociaciones, siempre con beneficios nada decentes; el caso reciente y de conocimiento público, fueron las famosas Reformas que procesó el gobierno del sexenio pasado, tanto en el ámbito energético, como en otros más donde no estuvo ausente el de carácter educativo. Se sabe que los nada respetables congresistas, recibieron dinero para aprobar los caprichos de Enrique Peña Nieto, mismos que le dejaron tanto a él, como a sus colaboradores, quienes ahora se encuentran en el banquillo de los acusados, buenos dividendos.

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Imagen: Al Derecho.

Al margen de la ineficacia de los legisladores mexicanos, es conveniente señalar la cantidad de los mismos: en la Cámara de Diputados hay 500, que como sabemos, poco asisten a sus trabajos, volviéndose una carga para el erario; se convierten en traficantes de influencias y promotores o beneficiarios de infinidad de negocios sucios; es claro que 300 de ellos son electos por el pueblo, pero otros 200 son rémoras que supuestamente representan a los partidos políticos, los cuales en la práctica son inexistentes e indeseables; poco o nada hacen tantos diputados. Debemos volver a la tesis de que solo ocupen un escaño quienes sean votados por la ciudadanía, de esta forma el costo se reduciría sensiblemente.

En el mismo tenor se encuentran los Senadores, que fueron incrementándose, al extremo de que ahora llegan a 128; lo adecuado es que sean dos representantes por cada Entidad Federativa, como en el pasado; 64 es un número suficiente para desempeñar funciones que son irrelevantes.

Es imprescindible crear un sistema estatal acorde con nuestra realidad política y que la mentira y la ficción se eliminen; todo habrá de recaer nuevamente en el erróneo, dramático y desgastado régimen presidencialista. Basta de tiranos sexenales, quienes ahora corremos el riesgo que también puedan alargar su permanencia y que el record de Porfirio Díaz sea superado.

Consideremos que la reelección es perjudicial y contraria a la moral política, el aspecto histórico tiene esencia y fundamento; es claro que los legisladores deben primero lograr una respetabilidad social, pero si se mantienen indefinidamente en sus cargos, solo se alejarán de ella.

Lo que se reclama con urgencia es una nueva Carta Magna con alteza de miras, donde el presidencialismo llegue a su fin y la no reelección sea un principio absoluto, inalterable, básico y sustancial de nuestra política.

El dominio otorga más dominio. El dominio en posiciones de autoridad política no debe poderse reelegir fuera de su mandato inicial en términos de tiempo y forma. Multiplicarle los periodos de tiempo es dar dominio al dominio.


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