Mucho se ha dicho sobre los recientes sismos, temblores, terremotos que acosan a nuestro país. México, como siempre, ante la tragedia se crece y pone a disposición una Reserva Moral, que creíamos haber perdido.
La reacción inmediata de muchos, muchísimos, de miles, de millones de mexicanos es: “¿Cómo ayudar?”. La organización de la sociedad civil inmediata, dispuesta a dejar las uñas, las manos, horas y horas de desvelo, por aquel vecino que cotidianamente ni siquiera saludaba al cruzarse con él en la calle o en los pasillos de su edificio de apartamentos, o por alguien más que ni siquiera conocía. Hoy, por esa misma persona, a quien sólo definen como “uno de los nuestros”, estaba dispuesto a poner en juego, lo más preciado, la vida. Sólo por ser mexicanos, gran parte de lo mejor de la condición humana.
Ahora, a diferencia del pasado, el gobierno mexicano se hizo presente desde el primer momento. El presidente Enrique Peña, desde ese avión “que no tiene ni Obama”, dio media vuelta de su viaje a atender a los damnificados de Oaxaca e hizo de inmediato un sobrevuelo sobre la Ciudad de México, para tratar de dimensionar los daños en la Capital de la República. Convocó urgentemente al Comité de Emergencias y la mecánica de prevención de desastres se puso en marcha. Una de las más profesionales y experimentadas del mundo. Los políticos prestos a dejar sus posiciones para iniciar sus campañas de 2018 por el siguiente cargo en su carrera política anunciaron, “no dejaremos nuestras posiciones hasta que el país recobre la normalidad”. Entre ellos, los grandes ausentes, el Congreso. Diputados y senadores se declararon desaparecidos, ausentes en sus cámaras, ausentes en sus distritos. Muy pronto la sociedad les pasará la factura por su comportamiento. Lo probable, una sensible disminución de los gastos de campaña y las asignaciones a los partidos políticos para el siguiente año electoral.
La comunidad internacional veía con admiración y asombro a México. ¿Ése es el México del cual hace escarnio Estados Unidos y, en particular, el presidente Donald Trump? ¿Es ése el México de ladrones y violadores al que John Kelly, jefe de gabinete de Trump, denomina un “Narco-Estado fallido”? ¿Es ése el México en descomposición social? Definitivamente no es lo que hemos visto en estos días, en estas semanas cuando terremotos y ciclones acosan al país por todas las costas e incluso, desde abajo, desde el centro de la tierra.
Sólo hay que salir a las calles de la Ciudad de México, Puebla, Morelos o Oaxaca para darse cuenta que los mexicanos nos son de este mundo, que están hechos de un material que vuelve gruesa su piel ante la tragedia, mientras su corazón se expande a tamaños insospechados, narra Alexandre Vidal-Naquet, ciudadano francés que vive aquí en México.
Qué viene para México
Este año la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos cumplió 100 años, un siglo de enmienda tras enmienda que ha trasformado buena parte del espíritu que la impulsó como producto de la Primera Revolución Social del siglo XX. Mucho en ella es letra muerta, otro tanto ha sido transformado. Ésa ya no es más la Constitución que nos une como mexicanos.
México demanda una Nueva Constitución Política. Una Constitución basada en principios, que atienda desde lo cosmético hasta lo estructural. Una Constitución efectiva que siente las bases del México que queremos ser en el siglo XXI, construyendo desde nuestra realidad presente. Nunca más una Constitución masónica, mediocre copia mal parchada de la de nuestro vecino incómodo, ajena a nuestra realidad e identidad cultural.
Esta nueva Constitución tiene que reafirmar la obligación de todo ciudadano de contribuir al sostenimiento del aparato público que nos garantice seguridad interior y exterior, que consolide las bases de un estado de bienestar indefinidamente pospuesto para millones de mexicanos, que responsabilice a los estados y municipios de sus ámbitos de competencia en cuanto a recaudación, administración y cumplimiento del Estado de derecho; una Constitución que garantice justicia pronta y expedita, como ha sido el eterno anhelo que ya mencionada José María Morelos. En una frase: una constitución realista, responsable y con visión de futuro.
Esta Constitución del siglo XXI para México debe responder a nuestras fortalezas, corregir nuestras debilidades y dar garantías de libertad y calidad de vida para nuestra población. No debemos pretender incluir en su texto todas y cada una de nuestras problemáticas a regular, para eso están las leyes y reglamentos. Sin embargo, habremos de asegurarnos que esta Constitución sea redactada por ciudadanos notables, ilustrados y libres de ataduras. La corrupción no puede escapar de este nuevo cuerpo normativo, recuperemos lo que sea útil de lo avanzado hasta el momento, pero la corrupción debe ser sujeta de las mayores penas posibles, es un acto vil de traición a la patria y no debe dejar espacio a la amnistía de lo ocurrido en administraciones pasadas.
México, estamos en emergencia. Ciudadanos, necesitamos de su Reserva Moral, esta vez no será para salvar vidas, esta vez será para salvar generaciones, así y sólo así podremos asegurar que hemos podido…Vivir con Sentido.
Gracias apreciado amigo Roberto