“Tengamos el sexo en paz”: “Cuando todos hablan. Cuando nadie habla.”

No dejo de preguntarme qué tan complaciente el teatro debe ser con los gustos del público. En esta columna siempre considero valiosas las obras que logran integrar el pulso de las nuevas audiencias a sus montajes en cuanto a estructuras, ritmo, diálogos y situaciones; todo esto con la clara intención de volver a la experiencia teatral competitiva (y sumamente interesante) en la forma.

Pero si sólo se siguen las demandas del público, en cuanto al fondo, la lista de anécdotas se reduciría porque hay historias mejor sintonizadas con aquél. El teatro sería un escaparate frívolo, sin ningún tipo de trascendencia fuera de la sala. Contar sólo las historias apetecidas por el público volvería al teatro un medio de expresión chato y la posibilidad de ofrecer algo extra-ordinario sería nula.

Por eso al ver “Tengamos el sexo en paz”, en el Teatro 11 de Julio, me parece que lograr sincronizar la forma y el fondo es de las tareas más difíciles de lograr. Salí de la sala confundido. Con una sensación de estar en el medio equivocado para ver y escuchar la “anécdota” del espectáculo.

“Tengamos el sexo en paz” es la versión teatral del libro “El Zen o el arte de coger” escrito por Darío Fo, Franca Rame y Jacopo Fo. Fue un hito de los noventa porque hablaba de la sexualidad humana desde una crítica al manejo de información y las prácticas culturales. Es un discurso (es importante decirlo otra vez: discurso) valiente en su tiempo porque ponía a la luz los temas más guardados en el clóset e intentaba liberar las conciencias para hablar del sexo en pro de la salud y el placer.

Darío Fo, al pertenecer a la tradición teatral, fue persuadido de hacer una adaptación del libro al teatro. Lo hizo con unos resultados poco favorecedores. Y la principal razón es porque “El Zen o el arte de coger” no tiene nada de teatral; el resultado fue un monólogo que más se parece a una conferencia académica o de superación personal, sí, con unos escasos momentos de acción dramática. El teatro no es el mejor medio para el contenido.

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Cuando yo veía el montaje mexicano, sentía que algo no empataba, no producía sentido, porque el medio teatral no es el adecuado para hacer el espectáculo. Por otra parte, el libro salió en 1992; han pasado 22 años y el texto por momentos es anacrónico. En su momento, fue valiente y, podría decir, hasta avant-garde. Ahora no lo creo. Los problemas se parecen mucho a los de hace dos décadas, pero la manera de vivirlos es diferente.

Para colmo de males, la adaptación mexicana tiene un tratamiento regañón, un poco cursi, y moralino. Ese espíritu revolucionario del libro no está. Se habla de la sexualidad con chistoretes fáciles y obvios pero no creo que ayude a liberar conciencias ni mucho menos brindar claridad sobre cómo hablar de ella y practicarla.

Y es aquí donde conecto los primeros párrafos de esta columna con “Tengamos el sexo en paz”: si en una cultura como la mexicana estamos acostumbrados a hablar del sexo de una manera superficial y medio ramplona, ¿el teatro podría ofrecer una mejor opción para retratar el asunto? Y aquí está la dificultad: ¿hasta qué punto seguimos siendo chabacanos y en qué punto dejamos de serlo? ¿Hasta dónde somos superficiales y hasta dónde no?

Me queda claro que “Tengamos el sexo en paz” tiene la mejor de las intenciones pero no aterriza en un buen lugar. Otro punto difícil de entender: si la obra es un monólogo, ¿por qué en la versión mexicana se hace con dos actores? En la idea original se plantea a una mujer quien lleve las riendas del espectáculo. En México, con una actriz y actor hay una pérdida de efectividad escénica; además, que sea sólo una mujer sí es importante porque todo el concepto de esta conferencia-monólogo tiene más afinidad con el mundo femenino.

Si pudiera hablar de la experiencia en términos teatrales (creo que no se puede pero lo intentaré), encuentro una dirección justa. La escenografía es digna. Tienen poco tiempo de estrenar y en algunas transiciones todavía no hay fluidez. Es normal.

Sobre la actuación (más difícil de encontrar por la naturaleza del evento), es importante destacar que el elenco se compone por estrellas que tienen una trayectoria más televisiva. Es un gancho publicitario pero, al final, no decepciona. Los intérpretes se acoplan al lenguaje del medio.

Luz Elena González tiene encanto con el público. Necesita lograr mayores puntos climáticos, tanto en la voz como en el cuerpo, porque tiene la desventaja de enfrentarse a un discurso, a un documento, no a una anécdota teatral. Su vestuario me causa conflicto; es una especie de Mata Hari moderna sin ninguna relación directa con el texto.

En la parte masculina, se alternan las participaciones de Marcus Ornellas y Juan Colucho. Me tocó ver a Ornellas. Se nota su falta de destreza en la parte vocal y corporal pero se ve que tiene la disposición de aprender. Por sus tareas escénicas, veo a una persona disciplinada y, sin duda, toda esta temporada le ayudará a crecer mucho en su actoralidad y entrenamiento teatral.

La propuesta de dirección permite muchos momentos para improvisar e interactuar con el público. Luz Elena González y Marcus Ornellas pueden explotar mucho más esta posibilidad. Es más, el espectáculo puede ser más digerible si los actores escuchan al público y tienen la audacia de generar un rutina cómica con sus aportaciones.

“Tengamos el sexo en paz” es sumamente complaciente con el público. Se habla de sexo y sexualidad de la misma manera que se habla en la televisión, en la calle o en una reunión de curiosos. Pero, en este caso, la complacencia se vuelve enemiga del proyecto. El contenido es flaco en razones y motivos; no existe algo capaz de conectar de una forma contemporánea con el espectador. Al final, no llega al fondo de las cosas y ese deseo de ayudarlo en el tema sexual es inexistente.

Y si nos ponemos a pensar que a este país le hace falta tanta educación sexual, el proyecto adquiere otras dimensiones. Yo veo “Tengamos el sexo en paz” y mi pregunta es cómo hablar de esos temas tan privados y espinosos desde el teatro. Cómo hablar del sexo cuando todo mundo habla de él pero, en realidad, existe una enfermiza desinformación, taras y traumas dolorosos (peor aún, normalizados).

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“Tengamos el sexo en paz”
De: Dar
ío Fo, Franca Rame y Jacopo Fo
Direcci
ón: Claudia Ríos
Teatro 11 de julio (Doctor V
értiz 689, colonia Narvarte)
Viernes 19:00 y 21:30 hrs., s
ábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 18:00 hrs.

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