“Tren hacia la noche”: Nada se busca, nada se encuentra

 

Hay obras difíciles y “Tren hacia la noche” de Cormac McCarthy que durante este mes se presentará en el Teatro Rafael Solana. Y la dificultad radica en dos cosas: el texto habla de un tema filosófico hasta el tuétano y el espectáculo necesita de un público “activo” que esté dispuesto a cuestionarse cada momento de la obra. El reto es para actores y espectadores: cada uno lanza la pelota y espera el saque del otro para responder con la misma intensidad.

“Tren hacia la noche” habla sobre la fe y sólo necesita de la conversación entre dos hombres para abordar la experiencia lo más humanamente posible. Un ex convicto impide el suicidio de un hombre; después de recuperarse del shock de estar tan cerca de morir reventado por un tren, el “salvado” trata de convencer a su “salvador” del por qué morir es un derecho para renunciar a la angustia y entregarse por completo al vacío, a la oscuridad.

El que anhela la muerte es un profesor universitario; durante toda su vida privilegió la razón sobre cualquier cosa. Para él la vida era empirismo y manipulación hasta que se sintió desprovisto de motivos para seguir. El conocer este mundo lo llevó a entender su fragilidad y sinsentido. El ex convicto, por el contrario, decide refugiarse en la fe y la religión después de enfrentarse a un ambiente hostil y violento.

 

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Para esta especie de predicador espiritual vale la pena vivir esta vida a pesar de reconocer nuestro lado más oscuro. La fragilidad y la angustia siempre serán calmadas por un Dios poderoso para seguir cumpliendo una serie de pruebas que determinan nuestra misión en la vida. La razón y la fe se disputan la conversación de estos dos hombres.

Cormac McCarthy tiene una gran fama como novelista y se nota cuando decide escribir “Tren hacia la noche” porque le otorga a la palabra el poder absoluto para contar esta historia. Estamos acostumbrados a seguir la acción, el conflicto y la psicología de los personajes para conocer un argumento, en este caso, todo depende de los diálogos, de un verdadero ejercicio dialéctico que sólo podría suceder en la ficción.

La dramaturgia regresa a la esencia del teatro porque lo que el personaje dice es importante, divertido y emocionante. Las relaciones y el conflicto se subordinan al terreno dominado por la palabra. Es un gran homenaje a toda la tradición de la Grecia Antigua, al Renacimiento, al Barroco, a Shakespeare. El público “activo” que decide entrar en esta convención necesita confrontarcon sí mismo las posturas de cada personaje en todo momento y ahí el espectáculo adquiere unas dimensiones extraordinarias.

Sé perfectamente que las audiencias actuales no están acostumbradas a este tipo de lenguajes; éstas prefieren un ritmo veloz, un estallido permanente de conflictos y un sinfín de significados otorgados por imágenes visuales. El Tren de McCarthy nos invita a un viaje distinto: un ritmo lento, la concentración de la historia en una sola escena y un conflicto subrepticio.

 

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Me parece lógica la decisión de Mario Muñoz, el director, de reducir el montaje a lo mínimo, sin ningún elemento distractor que haga perder al público de todo el ejercicio discursivo. Toda la propuesta de interpretación, movimiento e iluminación depende del ritmo de las palabras, de su aspecto denotado y connotado, hasta de la sensación al decirlas y escucharlas.

Se necesitan dos actores con muchas horas de vuelo para subirse al escenario y a este Tren porque la construcción de ambos personajes nunca se hará de manera explícita; las relaciones y la psicología quedarán tatuadas por debajo de los diálogos, se sugerirán pero nunca se mostrarán a plena luz.

Aplaudo el regreso a la escenarios del extraordinario Álvaro Guerrero; él interpreta al profesor y le imprime una profundidad que da miedo. Se nota su colmillo porque genera en el espectador una montaña rusa de emociones para acabar en un punto altísimo de tensión, ritmo y emotividad. Expresa perfecto la angustia que genera la idea de la nada, el vacío y la desesperanza de no encontrar una Realidad Suprema, un Plan Maestro.

 

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Gustavo Sánchez Parra encarna a este hombre redimido por la fe con claridad y precisión. Es el contrapeso ideal para Guerrero en tono. Su propuesta hace un personaje con los suficientes matices y transiciones para hacer verosímil un hombre que ha visto el horror y decide escoger un camino de fe. Resalta su trabajo corporal para caracterizar de una manera más contundente a este hombre.

“Tren hacia la noche” es una obra que requiere de toda la participación del público para que se muestren sus efectos y alcances. Tiende a un ejercicio más discursivo que dramático. No obstante, cuando decides dejarte llevar por los estímulos del montaje llegas a un lugar alucinante donde la mejor respuesta es la de cada espectador.

 

 

“Tren hacia la noche”

De: Cormac McCarthy

Dirección: Mario Muñoz

Teatro Rafael Solana (Miguel Ángel de Quevedo 687, colonia Coyoacán)

Viernes 20:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 18:00 hrs.

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