Un balance del 2020. También hay buenas noticias

Está por terminar este año tan raro y retador que nos hizo darnos cuenta lo poco que controlamos el futuro. Cuando nos despedíamos del 2019, con planes y deseos, no podíamos imaginar lo lejos que estábamos de saber cómo sería el 2020.

Éste ha sido un año de muchas pérdidas. En primer lugar, por la cantidad de vidas que ha cobrado la Covid-19, esto en todo el mundo, pero hablando de nuestro país, duele saber que las cifras oficiales sumen más de 115,000, más todas las que se deben a otras enfermedades que no se han atendido por la pandemia. Muertes que para muchos enfermos fueron en solitario, sin recibir las últimas palabras, afecto y muestras de lo que significaban para quienes los sobrevivían. A esto hay que añadir el hecho de que muchos deudos no han podido seguir los rituales que hubieran querido y necesitado para despedir y honrar a sus difuntos y para iniciar de manera más favorable su propio duelo. Hay que sumar las pérdidas de salud en muchas personas que se recuperaron de Covid, pero han quedado con muy graves secuelas. Están también las de trabajo y medios para ganarse la vida que han padecido millones de personas. Y, por supuesto, hemos sufrido una pérdida enorme al ver limitadas las reuniones con familiares y amigos, los abrazos y otras formas de contacto físico que son una parte esencial en nuestras vidas.[1]

final de vida
Imagen: Swiss Info.

La confrontación con nuestra fragilidad debido a la pandemia y el recordatorio de que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina nos han obligado a reflexionar en la vida y a  distinguir entre las cosas que no podemos controlar y las que sí. Sin duda, sirve cuidar nuestra salud y, en el momento que vivimos, tomar precauciones para no contagiarnos de Covid (y no infectar a otros), pero nada nos garantiza que no vamos enfermarnos gravemente de ésta u otra enfermedad o que no sufriremos un accidente que ponga en peligro nuestra vida. En realidad, de lo único que tenemos control es del momento presente. La reflexión sobre nuestra mortalidad nos ayuda a dar valor a la vida y a las personas que forman parte de ella.

En consonancia con el tema específico de esta columna, estoy convencida que confiar en tener un buen final de vida también es un elemento que contribuye de manera muy importante a poder ocuparnos con  plenitud del presente. Al terminar el 2020 ha habido avances importantes (a pesar de todos los obstáculos) en el movimiento mundial que defiende el derecho de las personas a elegir cómo vivir el final de la vida, en lo cual se incluye la posibilidad de decidir ya no vivir (cuando se han agotado otras posibilidades de aliviar el sufrimiento a través de los cuidados paliativos) contando con la ayuda médica que garantice una muerte segura y sin dolor. Veamos algunas de las buenas noticias al respecto y algunos de los temas de mayor discusión en la actualidad entre quienes desean mantener el control sobre el final de su vida.

 En Nueva Zelanda se aprobó en noviembre pasado la muerte médicamente asistida y se dará un periodo de preparación para que pueda empezar a aplicarse a partir de noviembre de 2021. En España esta semana se aprobó una iniciativa de ley para permitir esta ayuda, la cual pasará al Senado para ser aprobada definitivamente en 2021. En Austria, el Tribunal Constitucional ha dictaminado que el suicidio asistido debe ser legalizado. En Tasmania, la Cámara Baja acaba de aprobar una iniciativa para permitir la muerte asistida; se espera tener la votación final en marzo del próximo año, con lo cual Tasmania será el tercer estado que permita esta ayuda en Australia (junto con Victoria y Australia Occidental). Finalmente, en Estados Unidos, hay confianza de que pronto se aprobará un proyecto de ley para permitir la muerte médica asistida en el estado de Massachusetts, con lo cual sumarían ya 10 los estados, además de la capital del país, en que los ciudadanos pueden contar con esta ayuda.

eutanasia
Imagen: Blanca López.

Aun sin una respuesta tranquilizadora, en la mayoría de los lugares, sigue manifestándose un creciente interés en muchas personas, sobre todo las que van envejeciendo, de poder evitar vivir en una etapa avanzada de demencia en caso de llegar a padecer esta enfermedad. Actualmente, sólo en Países Bajos, Bélgica y Suiza una persona puede acudir a la muerte asistida cuando se encuentra en la etapa temprana de la enfermedad (en que puede hacer un pedido voluntario) y sólo en Países Bajos una persona puede solicitar la eutanasia, mediante una voluntad anticipada, pidiendo que se le ayude a morir cuando su demencia haya avanzado y ya no pueda pedir por sí misma la ayuda.

En la mayoría de los países, incluido el nuestro, una persona que quiere evitar vivir con demencia puede pedir en la voluntad anticipada que no se le den tratamientos para prolongar su vida si se encuentra en la fase avanzada de demencia. Pero eso significa que hay que esperar a que se necesiten esos tratamientos para que esa persona, que no querría vivir así, pueda rechazarlos y morir.

Para tener más opciones de control sobre el final de la vida, se está discutiendo en otros países (principalmente en Estados Unidos) la posibilidad de adelantar la muerte dejando de comer y beber (voluntarely stopping eating and drinking, VSED); la persona muere en un periodo no mayor a dos semanas, pero requiere apoyo para aliviar los síntomas físicos, superar el deterioro cognitivo que pueda presentarse y sentirse acompañada y respaldada en todo el proceso. Éste es un tema que no se ha discutido en nuestro país, pero deberíamos hacerlo, pues también aquí hay personas que quisieran decidir cuándo morir mientras la eutanasia y el suicidio médicamente asistido no sean opciones.

final de vida
Imagen: Kathia Recio.

Hablando de lo que se necesita en nuestro país, quiero subrayar que no se trata de buscar opciones aisladas, sea la decisión de dejar de comer y beber, sea la eutanasia, las cuales ciertamente se necesitan. Se trata de contar con una atención adecuada y completa al final de la vida que incluya todos los medios que puedan necesitarse para que las personas tengan una muerte digna, entendida ésta como el mejor final de vida posible y de acuerdo a los valores de la persona. De manera que necesitamos: 1) decisiones sobre el final de la vida (que permitan suspender tratamiento que no benefician) que sean legalmente claras; 2) cuidados paliativos a los que tengan acceso todos los pacientes; 3) voluntad anticipada con las especificaciones necesarias para facilitar su uso. A estos medios que ya son legales en nuestro país, si bien requieren establecerse con más claridad y apoyo logístico, debemos añadir: 4) acciones que permitan al paciente adelantar su muerte en las mejores condiciones, si es esto lo que desea. Todos estos medios no deben contemplarse como excluyentes sino como complementarios, formando parte de un continuo.

Y lo que más necesitan y merecen todos los mexicanos es que mejore nuestro sistema de salud para hacerlo más justo y equitativo de manera que todas las personas reciban a lo largo de su vida (y hasta el final) la mejor atención. A pesar de todas las limitaciones, lo que ha quedado claro es el compromiso, entrega y profesionalismo del personal de salud. Para ellos, todo mi agradecimiento y admiración.

Y dejo un regalito, cortesía de Compassion & Choices, que nos puede ayudar a reflexionar y a actuar en lo que nos corresponde hacer si queremos asegurarnos el mejor final de vida. Ojalá tengamos pronto nuestra versión en español, quizá a ritmo de cumbia:


Notas:
[1] Me refiero a las pérdidas causadas por la pandemia, lo cual no significa ignorar que todos los años mueren personas por diferentes enfermedades o situaciones y estas pérdidas son igualmente lamentables, sobre todo, las que podrían evitarse.


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