Universidad emprendedora

En estos días revisé junto con mis alumnos de maestría el libro de Joseph E. Stiglitz y Bruce C. Greenwald llamado La creación de una sociedad del aprendizaje. Es un trabajo interesante y provocativo que además de discutir en términos teóricos con la teoría neoclásica, pone de manifiesto una serie de elementos que desde la teoría heterodoxa se han discutido sobre el crecimiento económico, la importancia del aprendizaje, la innovación y el papel del Estado. Una de las afirmaciones es que la brecha más relevante entre países desarrollados y en vías de desarrollo es la “brecha de conocimiento”, lo que tiene una implicación directa con el aprendizaje. Stiglitz va más allá de señalar este hecho y cuestiona temas como los derechos de propiedad, el papel de la inversión extranjera directa, la política industrial, los mecanismos de protección y reformula el concepto de ventaja comparativa considerando que la verdadera ventaja es la que surge a partir del cúmulo de conocimiento y de la capacidad de aprender. Sin duda, el libro ha sido motivador para repensar qué tipo de Estado requerimos y qué condiciones económicas son las realmente relevantes.

Les he hecho esta pequeña introducción porque en uno de los apartados, los autores hablan de la importancia de la inversión en educación dado que es el mecanismo principal de generar conocimiento y, por tanto, aprendizaje. Lo anterior me llevó a reflexionar sobre otro tema que ha causado mucha controversia entre mis alumnos y tiene que ver con el papel de las universidades públicas en el nuevo contexto mundial. Desde hace ya varios años, se ha venido discutiendo cuál debería ser el papel de las universidades en el contexto productivo y social y cómo y hacia dónde deberían evolucionar. Si partimos del hecho de que en las economías modernas la productividad, la competitividad, el crecimiento económico y el bienestar de la población, está fuertemente asociado con la generación de conocimiento y éste proviene básicamente de las universidades; significa que debemos replantearnos cómo se produce, difunde y usa ese conocimiento.

Debido a que una parte importante del conocimiento se desarrolla en las universidades, éstas se han convertido en un actor social central como productores y transmisores de conocimiento para el desarrollo económico y no sólo como centros de investigación y docencia (formación de recursos humanos). A este cambio algunos autores le han llamado como “la tercera misión de la universidad”: “universidad emprendedora” y, en términos generales, la han insertado en el famoso modelo de Etzkowitz de la triple hélice. Todos estos esquemas coinciden en que la universidad debe tener un rol pro activo para generar desde más y mejores procesos de vinculación con la industria y sociedad, promover la transferencia tecnológica mediante licenciamientos y regalías de sus derechos de propiedad (por lo tanto, patentar más) y en algunos casos hasta se ha propuesto que las universidades puedan comercializar sus productos con marcas propias y permitir que sus investigadores se conviertan en empresarios.

Todo lo anterior ha sido muy discutido en las universidades y hay modelos diversos. Por ejemplo, en el caso de México desde 2015 se modificó la Ley de Servidores Públicos para que los científicos de instituciones públicas pudiesen escalar sus investigaciones a nivel empresa sin que eso represente un conflicto de interés. En 2016 se emitió el decreto correspondiente y se instó a que las universidades y centros de investigación modificaran sus legislaciones internas con el fin de que no entraran en contradicción. Esto no ha ocurrido y la mayoría de las instituciones públicas no han realizado los cambios necesarios para que esto pueda suceder.

Como les dije antes, hay muchos modelos de universidad y no apelo a que nos convirtamos en una totalmente empresarial que venda servicios y productos, pero sí considero que deberíamos tener mejores mecanismos que nos permitan resolver problemas. La pregunta es: ¿qué tipo de conocimiento requiere nuestra sociedad y cómo vamos a usarlo? Sin duda, un esquema que facilitara que las universidades puedan relacionarse con las empresas y la sociedad, ayudaría a la difusión y uso de lo que se hace en nuestras instituciones públicas. Recuérdese que el conocimiento es un recurso que no pierde valor cuando se usa, al contrario, se incrementa y en nuestro contexto particular, deberíamos luchar porque ese conocimiento circule y genere mecanismos de aprendizaje que nos permitan crear capacidades tecnológicas competitivas. Yo no sé ustedes, pero a mí me gustaría que nuestras universidades tuviesen un rol más activo en la resolución de problemas sociales, medio ambientales, de salud, productivos y económicos. Creo que tenemos la calidad y condiciones para aportar más allá de sólo escribir un par de artículos en revistas que leemos nosotros mismos. Pero esto, sin duda pasa por un proceso de cambio de creencias y una readaptación de nuestro imaginario, porque el hecho de que la universidad sea más cercana al mercado no quiere decir que la ciencia se prostituya (como algunos investigadores han expresado), sino que seamos realistas y observemos que el mundo cambia continua y rápidamente, por eso necesitamos mirar más allá de nuestros laboratorios, cubículos y salones de clase. Espero que este escrito sea una provocación, pero no para pelear, sino para que construyamos un nuevo esquema mental social que nos permita evolucionar.

Saludos y ¡buen fin de semana!

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