Cualquiera pensaría que hacer “Vaselina” es de lo más fácil del mundo. Tantas veces se hace en la cartelera mexicana (y muchas más en festivales de niños de primaria) que nadie podría atribuirle un alto grado de complejidad. Todo mundo se sabe las canciones del musical: se usan para fiestas de adolescentes histriónicos o para animar una boda a las tres de la mañana. La cercanía con la historia nos hace verla como algo fácil, bobalicón o hasta, para algunos, muy pedestre.
Estoy seguro que para muchos leer esta columna sobre “Vaselina” es rebajarse. En el gusto, en el nivel cultural. Otros consideran su fascinación por Dany Seco y Sandy Tontales (en la versión mexicana) como un guilty pleasure. A muy pocas personas las veo felices, convencidas y determinadas al externar su fanatismo por el musical (y mucho menos si es en la interpretación hecha por Timbiriche).
Pero al ver la última reposición de la obra en el Centro Cultural II (antes Centro Cultural Telmex II) puedo decir que hacerla requiere de habilidades y recursos que pocos tienen. Da la apariencia de ser fácil pero, sin duda, no lo es. Cualquiera puede saberse los pasos icónicos de las canciones pero muy pocos pueden sostener un espectáculo de dos horas donde el público espera energía y un ritmo vertiginoso.
Sin embargo, las audiencias actuales necesitan algo más. Hacer lo mismo que se hizo con el exitosísimo montaje con los Timbiriche o cualquier otro de los últimos años no puede funcionar ahora. Los espectadores son más demandantes, con una enorme necesidad de pirotecnia visual y con un gran sentido de la urgencia.
Los productores Julissa, Alejandro Ibarra, Ari y Jack Borovoy saben que hacer “Vaselina” en el 2014 requiere de una nueva visión del montaje. Y más aún cuando quieren cautivar principalmente a un público infantil; compiten con internet, juegos de video, ipad, todos los musicales de Disney hechos para la televisión o hasta con las estrellas hechas por YouTube.
El primer gran logro de este montaje es que se acopla a las nuevas necesidades comunicativas de la audiencia. Esta producción es la más cara y atractiva de cualquier otra versión de “Vaselina”. Destaca el impecable trabajo con las pantallas para proyectar partes de la escenografía y el de algunos efectos especiales con la intención de llevar a escena un lenguaje más televisivo.
Benny Ibarra, productor musical, hace arreglos más cercanos a la música pop que se escucha en la radio sin perder las estructuras musicales de dominio público. El trabajo de vestuario es interesante porque combinan elementos de los sesenta con elementos icónicos donde los niños y los jóvenes puedan sentirse identificados y, al final de la función, querer vestirse como sus personajes favoritos.
El cuerpo de actores tiene la destreza técnica tanto en la voz como en el cuerpo. El primer problema actoral para hacer “Vaselina” es tener la energía necesaria para nunca dejar caer la obra; el ensamble logra cumplir el cometido.
La única irregularidad del montaje está en el ritmo. A veces se pierde, se atora. Esto me sorprende porque este tipo de problemas son lógicos en el estreno o en las primeras funciones pero el espectáculo se presentó en otro teatro durante, mínimo, dos meses. No debería presentar tales problemas.
Falta más precisión y agilidad en los cambios de escena y transiciones musicales. Hay pausas incómodas. Paulina Goto, como Sandy Tontales, es un gran talento para el teatro; tiene presencia escénica y un notable instrumento vocal para arriesgarse con nuevas armonías. Eleazar Gómez, como Dany Seco, tiene carisma pero platica las canciones.
En el ensamble puedo ver tres casos sobresalientes. Roberto Carlo como Eugenio, el nerd de la escuela, hace de un papel pequeño, intrascendente en términos dramáticos, el foco atención durante varios momentos de la obra. Su caracterización física es brillante.
Roxana Puente quien interpreta a Licha, personaje mejor recordado por cantar “Freddy, mi amor”, es un talento fuera de serie. Tiene una energía, precisión y destreza vocal poco vistas en la escena mexicana. Por último, Luja Duhart como Memo, miembro de la pandilla de Dany, tiene una voz fácilmente radiable y lista para estar en un disco de pop.
En la función que me tocó existieron muchos problemas de audio. Fallas en los micrófonos y en la ecualización fueron una constante. Yo espero que sólo sea un ajuste técnico por haberse cambiado de teatro porque realmente vale la pena escuchar, con precisión y claridad, los nuevos arreglos de la música y el trabajo vocal de los intérpretes.
Sí vale la pena ver “Vaselina” porque es un trabajo que se acomoda al ojo y al oído de las audiencias actuales. Aunque no cualquiera puede hacer este musical, aunque no sea nada fácil, es un espectáculo a prueba de balas. Al final, la nostalgia y el cariño por las canciones y los personajes conmueven al público.
“Vaselina”
De: Jim Jacobs y Warren Cassey
Centro Cultural II (Avenida Chapultepec y Avenida Cuauhtémoc, delegación Cuauhtémoc)
Jueves y viernes 20:30 hrs., sábados 13:30 y 18:30 hrs., domingos 13:30 y 17:00 hrs.