Xenofobia Inmobiliaria

Hay estudios serios que inclusive señalan que el hombre mexicano desea, respeta  y le impone más una mujer extranjera, que sus propias mujeres.

En el amplio y muy usado asiento de un viejo Tsuru con los nuevos colores de CDMX, o más bien conocidos como “las panteras rosas”, según el afligido taxista, me encontraba semi-estacionado en el acostumbrado tráfico de las tardes de Santa Fé, contemplando el paisaje urbano y sorprendido de la cantidad de nuevos proyectos habitacionales y comerciales en construcción, de distintos gustos arquitectónicos, tamaños y precios que, sin duda, serán habitados próximamente por familias de mexicanos y extranjeros en evolución de “productos aspiracionales”. Pero, resulta sumamente inquietante que todas las publicidades en las bardas exteriores, sin excepción, que estaba observando sobre las banquetas de dichos proyectos, mostraban fotografías de personas disfrutando de los futuros benéficos de vivir ahí con rasgos físicos de Suecia y Noruega, por decir lo menos. Anglosajones sonriendo, corriendo por los prados con niños de cabelleras de ricitos de oro, en triciclos en pleno éxtasis de libertad; anuncios espectaculares con mujeres en el gimnasio y el Spa, que pertenecen al catálogo del buen prototipo de la mujer rusa, todo una escena de lo bello, puro, bonito y tierno, muy apegado al modelo de belleza occidental, totalmente arraigado en la mente de todos nosotros. ¡Ya quisiera ver en el folleto mujeres con rasgos indígenas en el spa, u hombres con rasgos norteños con tupido bigote en el jardín, corriendo en libertad con sus hijos de cabelleras negras y pieles obscurecidas, bueno, ¡hasta da risa de lo impensable que ya resulta algo así en la publicidad mexicana!

Entre ironías mentales y en mi desesperación, y la urgencia de entrar a hacer de la “chis”, le pedí a mi nuevo amigo taxista que se parara en el Sanborns de por ahí, y en el largo y agónico recorrido al mingitorio, pase por el “Tú eres totalmente Palacio”, repleto de publicidad de perfumes con mujeres blancas vikingas, de pelo casi amarillo, contrastando con todas las vendedoras de ahí que eran tan “totalmente diferentes”, físicamente como la abrumadora mayoría de las mujeres mexicanas. Pasé ya de regreso al taxi por la sección de revistas, para rápido aprovechar y comprar mi revista de aviación favorita; como lo he hecho varias veces y ya para rematar mis observaciones, esta vez puse mayor atención y pude darme cuenta de que las portadas de la mayoría de las revistas ahí exhibidas, tenían modelos de hombres, mujeres y niños tan alejados de nuestra realidad física, que acabó de rematar mi tarde en un recordatorio de nuestra tragedia nacional, de identidad y autopercepción más básica que cualquier nación orgullosa de sí misma pudiera tener y, sobre todo, la aceptación de algo que ya no tiene remedio: ¡estamos absolutamente peleados con nosotros mismos, el autorechazo y la desconexión se manifiesta!

Lo más increíble es que este fenómeno se da en todo el país, de norte a sur en cualquier estado, ciudad y barrio de cualquier estrato económico y tan sólo observando la publicidad inmobiliaria de la cual tengo más conocimiento, y del proyecto del que se trate, desde unidades habitacionales del Infonavit, hasta los grandes proyectos residenciales de lujo, el mensaje es la aspiración de los mexicanos de ser güeritos de ojos azules, como parte de los requisitos para poder habitar el proyecto. Pero como no se puede hacer milagros, “lo aceptamos a usted y a su dinero ni modo” y “siga usted soñando, jamás será tan guapo”.

Recuerdo de aquella vendedora que me atendió en la caseta de ventas hace un tiempo, del prestigioso Club de Golf Bosques, que al darle mi apellido, variándole unas letras de Serur a Segura (¡no vaya a ser!) me confesó en el avanzado proceso de explicación del proyecto, y ya entrados en “confiancitas”, que “no se le vende a los mexicans new rich, -en lenguaje nice-“. Es decir, a los “nuevos nacos con lana” o a los “prietitos”.

Esto es sólo un pequeño ejemplo de esta xenofobia escondida, de leyes no escritas que permean en nuestras mentes y cosmovisión nacional, de todos los sectores sin excepción. Una sociedad que se jacta de unión futbolera, pero lastimosamente clasista y feudal, opuesta a la diversidad, dividida por razas, orígenes, regionalismos, creencias, condiciones económicas, entre muchas otras. Un tema tan incómodo que todos sabemos que existe, pero nadie quiere decir nada. Y aunque la mayoría de nosotros, los mexicanos, estamos tan alejados de esos prototipos físicos de belleza occidental, donde ha quedado claro que nuestra raza es “feita”, según las percepciones y los estudios de opinión de nosotros mismos, ¡cómo olvidar a una venerable tía que decía que a “las Marías hay que esterilizarlas para mejorar la raza”!

Y para dar más ejemplos, hay un estudio que hice recientemente en el que mostramos a más de mil estudiantes en diferentes Universidades de la Ciudad de México. Se mostraron una serie de fotografías con 25 rostros de todo tipo de complexiones y razas de mexicanos, pasando desde el indígena de ojo obscuro, hasta el güero de ojos azules. Al mismo tiempo, a los estudiantes se les pusieron 50 palabras para que las relacionaran con los rostros que estaban observando y el resultado no se dejó esperar, la mayoría relacionó palabras como: bello, bondadoso, de confiar, inteligente, amigo, feliz, a los rostros de mexicanos güeros, castaños y de pieles más blancas, con grandes sonrisas. En cambio, las palabras como: narco, secuestrador, desconfianza, naco, mal oliente, torpe, se les relacionó a las fotografías con rostros de mexicanos de piel obscura, bigotes e indígenas.

Y esta misma tesitura, ¡el estudio que hizo el Museo de Memoria y Tolerancia!, que mandó mil solicitudes de Facebook, una con un perfil de persona güera y piel blanca, y otra misma con un perfil de persona mas “prietita” y complexión más burda y pelos parados; el resultado fue que los primeros fueron aceptados como amigos en un ¡90 por ciento más!

No me extraña que por eso nuestros honorables publicistas excluyan a nuestros compatriotas de las publicidades aspiracionales, aunque siendo la total mayoría, no salimos en las portadas del Vanidades ni del Cosmopolitan. ¿Te imaginas a un hombre normal, sin ser famoso como la mayoría de los hombres mexicanos, bien formado y arreglado en la edición mexicana de GQ? Es humor negro verdaderamente; sólo te recomiendo, querido lector, hacer casting para la publicidad del Teletón del Kilo de ayuda, de las fundaciones que ayudan a los jodidos” o el número de National Geografic, ahí donde damos lástima. Hay estudios serios que inclusive señalan que el hombre mexicano desea, respeta y le impone más una mujer extranjera que sus propias mujeres.

No es de extrañarse que México sea el segundo lugar de operaciones estéticas en la mujer en el mundo, y donde la mujer está muy descontenta con su autoestima física, porque todos los standards de modelos de perfección femenina que te vende la publicidad, son tan imposibles de conseguir, que es realmente cruel. Te invito al Estadio Azteca en el medio tiempo a ver a las edecanes de empresas cerveceras y de Donas, en trajes pegaditos que algunas se ven “pasaditas de peso” como “salchichón relleno” (como dicen los buenos machos conocedores), desfilando y aventando playeras hechas en China al pueblo; jovencitas nativas, transformadas en güeras artificiales, en una escena tan triste y anacrónica.

¿Por qué entonces pretendemos en todos los discursos que los mexicanos tengamos unidad, progreso, si es evidente que no nos aceptamos a nosotros mismos? Esta aceptación debe ser la condición básica de toda nación. ¿Cómo vamos a lograr el bien común, si en realidad estamos profundamente resentidos con nuestro origen mestizo? ¿Cómo vamos a lograr ser un país avanzado, si nos sentimos tan acomplejados y avergonzados, empezando por el color de nuestra raza? ¿Por qué no se establece una ley que obligue a los publicistas a mostrar a nuestros nativos en los contenidos gráficos como en Japón e India?

Sólo te invito a observar lo que aquí he dicho, mira con detenimiento la publicidad que nos rodea y tú me dirás. Haz un honesto cuestionamiento sobre tus verdaderas creencias y te asustarás de tus respuestas. Recuerda que la realidad es aquella que has heredado y aprendido como verdad común. “Por mi raza hablara el espíritu”, Amén.

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