Agenda americana sin Trump

“El presidente Trump no asistirá a la 8ª Cumbre de las Américas en Lima, Perú, ni viajará a Bogotá, Colombia, como estaba programado originalmente. A pedido del presidente, el vice-presidente viajará en su lugar”, subrayó Sarah Sanders, Secretaria de prensa de la Casa Blanca. Ésta iba a ser la primera visita de Donald Trump a la región latinoamericana desde que asumió el cargo, el pasado enero de 2017.

En un principio podría advertirse una colosal tendencia del gobernante estadounidense de propiciar la creación de muros, en vez de potenciar la construcción de puentes, tanto a nivel personal, nacional y global. Trump aduce la necesidad de observar desde Estados Unidos y estudiar con sigilo la posibilidad de ejecutar una respuesta militar coordinada contra el régimen sirio (a raíz de que le suponen responsable por el supuesto reciente ataque químico contra la población civil en la localidad de Duma).

Creo que el mandatario estadounidense ha estado muy ocupado en asuntos de seguridad interior, la detención a como dé lugar de los inmigrantes que entran por el sur de la frontera, y la escalada retórica con sus vecinos latinoamericanos, que necesita crear escenarios de distracción para evadir sus fallas verbales, que no hace más que generar una tensión inoportuna y contraria a la política de la “buena vecindad”, propiciada e impulsada como un legado del ex presidente Franklin Roosevelt, para construir relaciones fraternas con la comunidad latinoamericana, basadas en el respeto mutuo y la cooperación en los más diversos sentidos y con los más variados matices.

Por otra parte, podría advertirse una ausencia de Trump, que en mayor o menor medida podrían tener algún grado de relación con el reciente llamado de desaprobación del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, en el que le insta a privilegiar el diálogo “con seriedad, de buena fe y con espíritu constructivo”. Esta reacción del líder mexicano se da después de que el senado mexicano emitiera, el pasado cuatro de abril, un comunicado en donde “exige al Presidente Donald Trump respeto al pueblo de México, condena las expresiones infundadas y ofensivas sobre México y los mexicanos, y demanda el trato que requiere la relación entre países vecinos, socios y aliados”.

Asimismo, podríamos intuir que el dignatario norteamericano quiere ocultar sus desafortunados actos de “mala fe” (continuas denuncias de acoso sexual), con actos de buena fe (no tolerar eventos de violencia contra la población civil siria, generados por el “animal” de Bashar Al Asad).

Desde que comenzó a gobernar, hemos observado un desbordado comportamiento del presidente estadounidense que se traduce en un ultra marcado nacionalismo, que no ha hecho más que generar divisiones y distanciamientos con líderes globales. Posibilitando, entre otras cosas, el ataque preventivo a una base estratégica del régimen sirio; la “guerra comercial” con China (por los aranceles a ciertos productos); la expulsión de diplomáticos rusos por envenenamiento a ex espía ruso, y el cruce de palabras (que en algún momento se dieron en el contexto de la campaña presidencial entre el Papa Francisco y el magnate estadounidense, en relación al flujo migratorio en la frontera sur de Estados Unidos).

Trump Nacionalismo

Bajo todo este contexto, Estados Unidos debe dar muestras de reciprocidad en el diálogo, demostrar buenas intenciones en el fortalecimiento de las buenas relaciones y fomentar de esa forma la prosperidad en la vecindad latinoamericana (como arma preventiva en la generación de desarrollo u oportunidades a lo interno de las comunidades de emigrantes de la región). Lo anterior implica, sin lugar a dudas, la colaboración efectiva de los círculos de corrupción y que las autoridades estadounidenses piensen en la necesidad de tener comportamientos honestos y transparentes (ajenos a la hipocresía que ha caracterizado de algún modo u otro el ejercicio diplomático de la nación norteamericana, en su trato con “el otro”).

Bajo mi punto de vista, la creación en 2010 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), debe ser un mensaje claro sobre que hay una cierta animadversión en la región hacia las políticas imperiales-verticales de Estados Unidos, lo cual contribuye a generar marcos de tensión que no abonan en nada a la resolución de los principales problemas de la zona: narcoactividad; corrupción; flujos migratorios clandestinos, etc.

En conclusión, la cita de Perú, que tiene como lema de convocatoria “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, debe movilizar a la comunidad en la búsqueda de los mecanismos apropiados y transnacionalizados para cerrar las diversas fuentes que posibilitan el empobrecimiento de las personas, pero que además contribuye a normalizar tales actividades generadas al margen de la ley para beneficiar a minorías.

Posdata: (Perú, como país sede los días 13 y 14 de este mes de la VIII Cumbre de las Américas, paradójicamente, ha enfrentado recientemente la renuncia del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski, después de una serie de escándalos de corrupción que lo vinculan con la empresa brasileña Odebrecht y con la supuesta compra de votos en el congreso a cambio de obras públicas). Le ha sucedido Martín Vizcarra al frente del país andino. Además de Donald Trump, de acuerdo a reportes de prensa, estará ausente el Presidente venezolano, Nicolás Maduro.

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