Inteligencia, corrupción y justicia

Una de las facetas de la entretenida comedia nacional, el combate a la corrupción, estandarte de la transformación de la vida pública de México, va dejando al descubierto, paulatinamente, redes de ilegalidad tejidas desde las más altas esferas de la clase política.

Desvíos multimillonarios, sobornos, privilegios fiscales, componendas, empresas fantasmas, ocultamiento, simulación y excesos, bien pueden, a la vista de las recientes revelaciones, caracterizar el ejercicio del poder en este pauperizado y esperanzado país, que alcanza, pese a la negación y vehemencia de los defenestrados, los más amplios estratos en los sectores público y privado y toda la geometría ideológica. Elocuencia histórica. Parece que nadie quedó a salvo de la tentación maliciosa.

Por donde se vea, la información vertida oficial o informalmente y los trascendidos sobre las investigaciones de las autoridades hacendarias, conducen a un actor principal, hasta ahora tocado sólo tangencialmente: el jefe del Ejecutivo de la administración anterior.

Imagen: Freepik.

Los actores mencionados, son, particularmente, personajes identificados como parte del círculo inmediato del exmandatario o renombradas personalidades de la industria (política, financiera, agroindustrial, del entretenimiento, energética, comercial, inmobiliaria, sanitaria, farmacéutica, de defensa, seguridad pública o nacional), todas las áreas relacionadas con los inimaginables productos y servicios que son demandados por una sociedad moderna y líquida como la mexicana.

Personajes adecuados, como es natural, fueron colocados en ubicaciones estratégicas, con amplia libertad y capacidad de decisión, lo que, planteado en su conjunto, les otorgaría gran cobertura para la realización de todo tipo de operaciones, con los más diversos fines. El gran negocio, la marca México.

Visto el poder, no como labor sublime para la búsqueda del bien común, sino como una oportunidad de jugosos negocios, demanda de estrategia para la construcción de una red compleja, como la que en apariencia se está descubriendo, requiere de una concepción puntual, ubicación de las piezas correctas en el tablero, un soporte jurídico y administrativo suficientemente sólido, relación con actores relevantes públicos y privados, tecnificación y, desde luego, una plataforma de comunicación e imagen que difunda las bondades del sistema y la noble intencionalidad de las trascendentes decisiones en beneficio colectivo. Pero demanda obligadamente de un gran orquestador. Un cerebro director que armonice calculadoramente las jugadas.

Corrupción.
Ilustración: Adrián Pérez.

Por otra parte, los casos que se investigan tienen como origen común el lavado de dinero, que se viene ubicando como el eje fundamental de todas las indagatorias desde el inicio del actual gobierno, así como un actor protagónico en toda la trama, la Unidad de Inteligencia Financiera, desde donde se ha iniciado el seguimiento de las operaciones que han dado ya como resultado preliminar la aprensión de destacados personajes y la dimisión de un Ministro de la Corte por presunto blanqueo de capitales.

Cierto es que los ingentes beneficios, producto de la corrupción, no pueden ser almacenados bajo el colchón, requieren obligadamente ocultarse y fluir a través del complejo entramado del sistema financiero, de tal forma que, siguiendo la ruta del dinero, tarde o temprano, la verdad pueda ser revelada y expuestos los actores que tejieron la madeja.

Es evidente que la actual administración ha optado por esta vía, como el núcleo operativo de su estrategia anticorrupción, ya que es tan versátil que puede ser aplicada a voluntad a la más variada gama de casos.  Pero, desde luego, seguir los flujos del dinero, su origen, dispersión, los reales dueños y su destino final representa una tarea ardua en cualquier caso, trátese de delincuencia común u organizada, pero se torna más complicada cuando los presuntos implicados son entes gubernamentales de la relevancia, posición y nivel de los que hoy son indagados.

Corrupción.
Ilustración: Aleus.

Aunque difícil, definitivamente no es una misión imposible si existe verdadera voluntad política de llegar al fin y sancionar los actos apartados de la legalidad, por parte de quienes debieran ser la luz y guía inmaculada de esta sufrida nación.

Identificar la ruta del capital es, sin embargo, apenas la primera fase de una serie de procesos judiciales que deben transcurrir, no pocas veces, por senderos tortuosos que puede tener incluso alcance internacional.

Por desgracia, no es tan sencillo, si bien la inteligencia es una herramienta fundamental para la investigación de delitos, de todo tipo, en este caso particularmente de operaciones con recursos de procedencia ilícita y ser un soporte esencial para combatir la corrupción, requiere del acompañamiento de un sólido aparato de procuración de justicia, representado en las fiscalías y, desde luego, de la acción esmerada y honesta de los impartidores de justicia.

Sin la acción eficaz de todas las entidades, con la aportación de elementos de juicio sólidos, técnica y jurídicamente fundamentados, no sería difícil que la máxima sanción que obtendrían los sujetos denunciados fuera simplemente el escarnio público y el linchamiento mediático,

Una vez más… Ojalá no.

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