Retos de la economía mexicana ante el Primer Informe de Gobierno

El desarrollo social está entre las mayores asignaturas pendientes del país; no de ahora, sino desde hace décadas. Atinadamente, tiene esa preponderancia en el proyecto político del actual gobierno. Sólo en ese sentido puede ser comprensible que retóricamente se ponga en segundo plano al crecimiento económico, y más aún, si hay indicios de estancamiento al respecto. Sin embargo, más allá del discurso, si la economía no crece con inversión que lo permita, difícilmente puede haber una mejora en términos de bienestar para las familias, al menos que sea sólida y perdurable.

La experiencia y la lógica señalan que el crecimiento sí importa: sin él, simplemente no aumenta la riqueza que puede distribuirse de forma sustentable. Ni recursos en expansión para financiar a un Estado impulsor del desarrollo, ni multiplicación de empleos y oportunidades que den pie a la movilidad social.

En el mensaje del Primer Informe de Gobierno –o tercero, según fue numerado por los presentados a los 100 primeros días y a un año del 2 de julio– fue reiterativo en cuanto a que no estamos sólo ante una nueva administración federal, sino frente a una magna transformación. Se afirma que ese nebuloso grupo al que se llama “los conservadores”, ha sido derrotado moralmente, y que lo mucho que se ha alcanzado en nueve meses demuestra que “no ha sido ni será más de lo mismo”.

AMLO.
Imagen: Infobae

Curiosamente, al menos en materia económica, el factor en que las administraciones sexenales pasadas tuvieron sus resultados más sólidos y demostrables, es el mismo que en el actual en estos primeros nueve meses: una relativa estabilidad macroeconómica, más que una economía con crecimiento dinámico y avances sustantivos en el camino hacia una sociedad menos desigual.

En las últimas décadas persistió lo que muchos llamamos “estancamiento estabilizador”: crecimiento moderado (poco más de 2.2% anual de 1998 a 2018) con equilibrios en las variables macroeconómicas fundamentales, incluyendo las finanzas públicas. Esto, al menos, nos blindó de crisis de hechura interna como las que vivimos en los años 70, 80 y en 1994, si bien es totalmente insuficiente ante problemáticas como la pobreza que enfrentan millones y la desigualdad que marca a la nación desde siempre.

Más allá de victorias morales, reales o asumidas, se conserva la estabilidad macroeconómica que se viene edificando desde los ajustes de la segunda mitad de los años 80, que siguieron a los excesos, errores y manipulaciones de lo que se ha llamado “la docena trágica” de 1976 a 1982, con sus secuelas y recaídas. Si bien con sombras al acecho, tanto desde el lado de la economía internacional, con amenazas de recesión, como por elementos internos, eso sigue en pie, incluso con algunas mejoras.

Las cuentas externas se mantienen en balance, con reservas de divisas por más de 180 mil millones de dólares, la inflación bajo control, el déficit público va la baja e inclusive y hay una ligera reducción en la deuda neta.

Estancamiento.
Ilustración Nexos.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con la inercia de bajo crecimiento que arrastramos. Desdeñada como mediocre, ahora estamos en un escenario de estancamiento: en lo que va del año, sólo décimas arriba de la recesión técnica.

Así las cosas, no hay datos objetivos que comprueben que hay un mayor bienestar y una mejora en la distribución de la riqueza, ni mucho menos en un concepto tan amplio y que puede prestarse a tantas interpretaciones como lo es el desarrollo. Sí los hay, en cambio, respecto a un bajo desempeño en materia de inversión y crecimiento.

Aquí, despunta otro rasgo común con la mayoría de los informes de gobierno, de ahora y del pasado, en México, en los estados y en el mundo: ponderar como importante lo que va bien y como marginal aquello donde no hay los mejores resultados.

Toma todo.
Ilustración: La Jornada.

Crecimiento

El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que la economía crece poco, pero con la acotación de que no hay recesión. Como sea, en cuanto a la variación del PIB en el primer semestre, el desempeño es más bajo que en las últimas tres administraciones: el sexenio de Fox arrancó con 0.73% (aunque el año cerró con una contracción de -0.40%); el de Calderón, con 2.13%; el de Peña Nieto, con 1.93%; esta vez, 0.21%.

Cabe recordar que en el primer trimestre se dio una contracción de 0.2% respecto al periodo previo, mientras que en el segundo se reportó un crecimiento marginalmente por arriba de cero. De lo contrario hablaríamos ya de recesión, según una convención entre muchos economistas.

Para este año, el Banco de México acaba de bajar su perspectiva a un intervalo de entre 0.2 y 0.7 por ciento, desde la anterior de entre 0.8 y 1.8 por ciento; en tanto, para 2020 la redujo a entre 1.5 y 2.5 por ciento. Recordemos que la promesa es un crecimiento sexenal al 4% promedio anual.

Lo preocupante es que se acumulan las señales en cuanto al ciclo de crecimiento de la economía estadounidense –que se ha prolongado por 10 años–, y el cual puede acabar, más pronto que tarde, y así, frenar sensiblemente el motor que estaba compensando la caída, desaceleración o debilidad en los otros rubros: gasto de gobierno, consumo y, sobre todo, inversión.

Manual de crisis.
Imagen: Wowdeals.

Precios y salarios

En materia inflacionaria, hoy se registra la tasa más baja de cuatro arranques sexenales. En el acumulado de los primeros ocho meses, el incremento de los precios con Fox fue de 2.95%; con Calderón, 1.59%; con Peña Nieto, 1.50%; actualmente, 1.35%.

Como en las administraciones previas, la estabilidad de precios es uno de los factores con los que se ha podido incidir en una mejora económica para muchas familias.

Este año, además de la continuación de la dinámica de recuperación del poder adquisitivo por la inflación bajo control, la cual empezó a darse desde la década de los 2000, viniendo de una contracción brutal de hasta 70% por las crisis y ajustes referidas, ha habido aumentos salariales importantes.

Salarios.
Ilustración: Nexos.

Empleo y salarios

En los primeros ocho meses del sexenio se crearon menos empleos formales que en los dos previos, pero muchos más que en el de la primera alternancia democrática, que inició con la recesión que siguió a la crisis de las dot.com. Con cifras redondeadas: Fox, -210 mil; Calderón, 368 mil; Peña Nieto, 304 mil; ahora, 253 mil.

Los salarios mínimos subieron 16.2%, y tanto las negociaciones colectivas como los empleos que cotizan al IMSS promedian alzas de más de 6%.

Con este trasfondo, hasta ahora hay más evidencia de que, si de verdad hubiera un mayor bienestar, como afirma la propaganda oficial, al menos en términos de ingresos tendría que ver preponderantemente con la estabilidad de precios que, de hecho, permitió que se dieran las alzas salariales sin generar un efecto inflacionario relevante.

Efectivamente, el aumento en los salarios ha compensado la pérdida de empleos o una reducción sensible en su generación en varios sectores, como construcción y gobierno. Así, la masa salarial se ha conservado o crecido ligeramente, para contener un mayor estancamiento económico o la propia recesión.

Un reconocimiento, a fin de cuentas, para quienes defendieron la opción de elevar los salarios de forma proactiva, desde el sector político, el sindical y también desde el empresarial. Asimismo, para la política de estabilidad macroeconómica y sus dispositivos, como la independencia del Banco de México y su mandato único constitucional, así como el poner coto al endeudamiento y los déficits en el sector público.

Empleo.
Ilustración: Nexos.

Inversión y empresas

La inversión es uno de los rubros con peor desempeño en lo que va de la presente administración, con una importante disminución tanto en la privada como en la pública, en este caso con fuertes recortes, además de un lento ejercicio, en el marco de la llamada austeridad republicana.

La relación gubernamental con el sector empresarial ha sido de claroscuros: por una parte, acercamientos formales con empresarios relevantes o algunas dirigencias; por otra, acciones que han dañado sensiblemente la confianza, como la cancelación de las obras del aeropuerto de Texcoco y la ofensiva contra instituciones autónomas o procesos, políticas y programas relevantes.

La Inversión Fija Bruta ha tenido su peor comportamiento para un inicio de año desde 2009. A mayo, se ha contraído 3.2%, mientras que en el mismo periodo del 2009 se desplomó 12.7 por ciento, por efecto de la recesión que siguió a la crisis financiera global del 2008.

¿Qué hay detrás? Además de lo que pasa fuera de México, lo cual incluye al T-MEC aún sin aprobarse, se presenta el efecto de la incertidumbre. Por lo pronto, en julio, los sectores manufacturero y construcción nuevamente registraron caídas en el Índice de Confianza Empresarial. El del comercio también cayó, aunque sigue ligeramente arriba de la línea de 50 puntos.

Recordemos que la inversión, en particular la privada –seis veces la del sector público de sólo 3% del PIB–, es el factor indispensable para aspirar a crecer más, con relativa estabilidad macroeconómica.

El acuerdo de los gasoductos es un buen signo y puede ayudar a mejorar el clima de confianza empresarial y la inversión. Más allá de que el gobierno inició el problema, es una buena noticia para la inversión y la industria, que depende de insumos competitivos. Ojalá se den más señales y rectificaciones pragmáticas de este tipo.

Inversionistas.
Ilustración: Nexos.

Desarrollo social y bienestar

Como comentábamos, a nueve meses de gobierno, no existen datos que puedan comprobar si está funcionando el enfoque actual de política social, basado en gran medida en transferencias directas y programas como Jóvenes Construyendo al Futuro.

Hay muchas dudas tanto en la efectividad en el largo plazo de este tipo de políticas, como en la sustentabilidad del financiamiento, en ausencia de reformas estructurales en materia hacendaria y de seguridad social, que siguen como grandes asignaturas pendientes de la nación, en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

Todos debemos apoyar la visión de una sociedad más justa: es prioridad de nación; no sólo de un gobierno. Pero el camino importa, y mucho.

Hay que tener presente que los países que han podido construir sociedades más igualitarias y prósperas, lo han hecho con una combinación de políticas sociales y de un Estado de bienestar bien dirigido y sustentado financiera e institucionalmente. Pero no sólo eso, sino, en todos los casos, en combinación con una economía en crecimiento, que genere oportunidades y empleos en cantidad y calidad suficiente para que la gente progrese con su propio esfuerzo. Éste es el gran reto de México, hoy como ayer.

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