David Ibarra

Nuevas realidades reclaman nuevas políticas

Maestro de generaciones de economistas, David Ibarra sigue a sus 91 años aportando a la comprensión de la economía mundial y nacional; fue Secretario de Hacienda del gobierno del presidente López Portillo durante cinco años, a partir de 1977; no lo era cuando ocurrió la devaluación de 72% del peso ante el dólar en febrero de 1982, porque el presidente lo separó de su cargo por haber advertido del riesgo ante los diputados, en noviembre del año anterior.

El maestro Ibarra no ha dejado de trabajar como investigador académico y en consejos de administración; el sábado pasado dio una conferencia al término de la Asamblea anual del Centro Tepoztlán AC, en la que Clara Jusidman terminó su brillante periodo como presidenta y Miguel Basáñez fue electo para encabezar este foro de reflexión que Víctor L. Urquidi fundó hace 40 años.

En su conferencia, el maestro Ibarra estableció la interrelación de seis temas para articular un panorama de la economía mundial; habló de la formación de capital, comercio internacional, industria, finanzas, política fiscal y empleo y de sus conexiones.

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David Ibarra Muñoz, economista mexicano (Foto: La Jornada).

En la economía global, “Se unificaron mucho los estilos y propósitos de las políticas económicas nacionales. En contraste, no se ha afianzado todavía una mezcla sabia, ponderada, de objetivos internos de los países con los del orden transnacional”. Las exigencias del comercio internacional dominan sobre las demandas sociales de los países y en el nuestro hasta impusieron reformas a la Constitución.

Del sistema económico global, dijo el maestro Ibarra, que pierde dinamismo desde hace décadas por causas aún imprecisas: “La tasa de crecimiento de la inversión mundial cae substancialmente del 4.4% al 2.1% entre los años 2000-2019”, debilitamiento que explica el de la producción, aunque “No se ha precisado si la retracción observada en la inversión obedece al agotamiento de los estímulos de la apertura de mercados, al descenso en la tasa de rentabilidad, al decaimiento de las inversiones públicas”.

Hay, en efecto, diversas corrientes de interpretación del lento crecimiento, como la que subraya el rezago de la capacidad de demanda de los mercados ante la mayor oferta, o la del británico Michael Roberts que lo atribuye a la menor tasa promedio de utilidades de las inversiones, cuyo reparto lo acaparan las más grandes empresas.

Sobre el comercio internacional, analiza David Ibarra cómo “La integración de mercados fue la vía de homogeneizar a las políticas nacionales” y cómo los objetivos propios de cada país no se han compatibilizado con los del sistema global.

Augura que ni Estados Unidos ni China, los dos principales polos impulsores del comercio internacional, seguirán impulsándolo como en décadas pasadas, cada uno por sus propias razones.

Argumenta Ibarra que la desindustrialización de los países ricos y de desarrollo intermedio, en favor del sector de los servicios, afecta la del número y calidad de los empleos y la distribución del ingreso, dado que la industria es la actividad de mayor eficiencia productiva y la que paga mejores salarios.

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Imagen: El Colombiano.

De la economía global, un aspecto preocupante es el serio deterioro en la calidad del empleo. Entre 1960 y 2012, la participación del trabajo en el producto norteamericano cayó aproximadamente del 62% al 58%, la de Inglaterra del 64% al 57%; la de Italia, del 70% al 53%; la de México del 44% al 28% (de 1940-2019). Todo indica que la participación de los sueldos y salarios de los trabajadores continúe cayendo en el producto mundial y de los países. 

Por razones como el déficit comercial externo de la inmensa mayoría de los países y los gastos fiscales extraordinarios hechos ante la pandemia, que representan alrededor del 10% del producto global, “desde 2008, con la única excepción de Alemania, la deuda gubernamental de las zonas industrializadas crece más que su ingreso presupuestario”.

Tal crecimiento del déficit fiscal impondría reformas fiscales en todos los países y, sin embargo, la globalización ha puesto a competir a los sistemas tributarios para atraer inversiones extranjeras, es decir, “Ante la competencia universal (los gobiernos) han preferido en los últimos 10 o 20 años, no emprender la remodelación de los sistemas impositivos”.

Del panorama económico mundial podría decirse, con el maestro Ibarra, que “hasta ahora, el camino preferido de los gobiernos líderes ha sido el de llevar a extremos extraordinarios las prescripciones antirrecesivas de siempre. Así se inunda de liquidez a las economías por la vía de la banca, del crédito y se incrementa sin parangón el gasto público, incluidos subsidios a empresas y grupos sociales. Ambas acciones son de aplaudir por marchar juntas, libres de prejuicios ideológicos por primera vez en mucho tiempo. Aun así, dejan de lado reformas necesarias, unas globales, otras nacionales frente a la complejidad de las nuevas y viejas realidades. La conferencia de David Ibarra está disponible en la página del Centro Tepoztlán, AC.


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Reactivar y repensar la economía mundial: David Ibarra en Centro Tepoztlán

A David Ibarra en celebración de sus 91 años.

El 14 de enero David Ibarra cumplió 91 años y los celebró el sábado pasado con un mensaje rico en cifras, certero y oportuno. Urgió a repensar la economía mundial y a visualizar el futuro de México en el nuevo contexto emergente. “Una visión parcial”, bromeó.

El Secretario de Hacienda 1977-82 dio el sábado pasado una conferencia magistral con motivo de la Asamblea anual del Centro Tepoztlán AC, foro de reflexión y diálogo estratégico creado hace 40 años por Víctor Urquidi, otro gran economista con visión interdisciplinaria y de largo plazo.

Comenzó afirmando que “el mundo y su economía se encuentran abrumados por desacuerdos, tropiezos e inacción colectiva y que la recesión mundial de 2008-2009 fue apenas un llamado de atención”. Desde entonces, a pesar de los esfuerzos realizados, “no se ha recuperado la estabilidad anterior, la confianza política, ni identificado senderos seguros compartidos de desarrollo”.

Subrayó que en los últimos 30 años, en un afán globalizador, se liberaron flujos de comercio e inversión, pero se dejó a un lado la protección del empleo, la salud y el medio ambiente. En este contexto la pandemia del coronavirus vino a develar la fragilidad de las economías nacionales y de los encadenamientos transnacionales, la falta de salvaguardas sociales y la debilidad de la gobernanza global.

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Imagen: Blog Bankia.

“Ha ocurrido un gran cambio. Estados Unidos, gran promotor de su prosperidad interna y del multilateralismo mundial, vio disminuir su ritmo de crecimiento entre el 30 y 40%, así como su formación bruta de capital fijo. Entre 2000 y 2019 el ritmo de la inversión mundial decrece del 4.4% al 2.1%, sobre todo en los países desarrollados, seguidos por casi todas las economías medianas y pequeñas”; mientras que China, la India y Corea del Sur han elevado sus indicadores comparables y sobre todo mantienen altos niveles de ahorro e inversión.

También destacó el investigador de la UNAM que poco a poco el comercio internacional ha perdido lustre como un impulsor del crecimiento y como medio para hacer competitivas a las economías. “A partir de la crisis del 2008 el producto mundial se expande al 3.4% anual, mientras el comercio internacional decae 3.1% anual… Entre 2008 y 2019 Estados Unidos acumula un déficit de 5.4 millones de millones USD, Reino Unido de 1.3 y América Latina otro 1.3. En contraste, Alemania acumula un superávit de 3.0 millones de millones USD, China de 2.4 y Japón de 1.7. Los países deficitarios se ven obligados a endeudarse para compensar esos déficits.

También han comenzado a reconocer que es importante generar empleos y valor agregado nacional y que no se puede depender de importaciones –principalmente en áreas estratégicas de salud, alimentación y seguridad pública y mucho menos de un solo proveedor externo–.

Por su parte, “las cadenas productivas, si bien ordenan la producción interdependiente mundial e incorporan a los países en desarrollo en ofertas y tecnologías exitosas… también congelan la división internacional del trabajo y encierran con frecuencia a los países periféricos en actividades poco promisorias”.

Estados Unidos demostró en los últimos años una tendencia proteccionista, contraria a la tradicional de gobiernos republicanos. La rivalidad con China es un buen ejemplo. El T-MEC es otro. Habría serias dudas de que el gobierno demócrata de Biden cambie la tendencia –más bien podría intensificarla–, aduciendo razones laborales o ambientales. “Estados Unidos”, argumenta Ibarra, tiene “limitaciones reales para seguir absorbiendo buena parte de los excedentes productivos de los países superavitarios”.

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Imagen: Elkin DW.

Del lado de China, las tensiones externas y razones internas quizás la obliguen a una tasa de crecimiento más pausado, con menores necesidades de importación y financiamiento externos. “Podría esperarse sustitución de importaciones en sus encadenamientos productivos y el reforzamiento de integración con sus áreas externas de influencia, como lo atestiguan su ambicioso proyecto de inversión de la Ruta de la Seda, el Banco Asiático de Infraestructura y el nuevo acuerdo comercial de 15 países asiáticos”.

Es probable que por razones distintas los dos grandes líderes económicos mundiales no puedan dar el mismo impulso tradicional al comercio internacional.

“También”, concluye, “hasta hace poco prevalecía despreocupación por los problemas distributivos, explicable en la pronunciada estabilidad en el reparto del ingreso entre empresarios y trabajadores en los países desarrollados… Sin embargo, desde hace 3 o 4 décadas ese mundo se alteró debido al desarrollo del orden internacional, el outsourcing, la desaparición de las presiones inflacionarias y el abatimiento de la progresividad impositiva, conduciendo a mayor desigualdad, erosión del sindicalismo y del ahorro de las familias y el acotamiento de las soberanías nacionales”.

“Quizás”, advierte David Ibarra, “la libertad de mercados en la globalización y las estrategias de crecimiento hacia afuera, con alta movilidad del capital e inmovilidad comparativa de la mano de obra, alentaron el desequilibrio entre producción y demanda interna, entre utilidades y salarios”. La pandemia amplificó y puso al descubierto debilidades estructurales del comercio internacional y de la desigualdad.

Otro tema que enfatiza Ibarra es el del cambiante entorno industrial. El aporte de la industria al PIB se reduce en favor de los servicios, particularmente en Estados Unidos, Francia, Reino Unido, España, Portugal e incluso en Brasil, Argentina y México. Sin embargo, afecta menos a Alemania, Dinamarca, Japón, China, Corea del Sur y Vietnam, que crecen, manteniendo a su industria entre un 20 y 30% del PIB, con políticas de impulso a sus manufacturas y sus exportaciones. Las tasas de crecimiento industrial 2000-2019 se relacionan con la multiplicación de los centros productivos y tecnológicos en Asia frente a una demanda mundial que se rezaga comparativamente.

“Históricamente la industria ha guarnecido a los trabajadores mejor remunerados y a las actividades con mayor eficiencia productiva,” nos recuerda David. El declive manufacturero ha incidido sobre la distribución del ingreso entre utilidades y salarios. Otra manifestación es el menor incremento en la productividad. “Acaso la revolución de la tecnología digital, de las telecomunicaciones y de la Inteligencia Artificial no han mostrado todavía sus efectos positivos, mientras los negativos del empleo están a la vista”.

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Imagen: El Universal.

La pandemia ha operado como amplificador de riesgos al obstruir o forzar el reemplazo temporal o permanente de encadenamientos productivos.

La última parte de su conferencia se concentró en los problemas financieros, de la deuda y la recaudación fiscal y los flujos entre países ricos y en desarrollo. Ameritan un artículo por separado. Lo importante a destacar ahora es que el viejo orden está en entredicho y las opciones de política monetaria y fiscal frente a la problemática existente todavía no acaban de definirse. Subraya que en los últimos 30 años los flujos netos destinados a países en desarrollo se han reducido a razón del 3.6% anual –destacando los préstamos, reducidos al 4% anual–. Ante la concentración de recursos en Estados Unidos y tasas cero o negativas de interés han ocurrido un retorno a la política fiscal.

Ésta recobró vida con la pandemia, que ha llevado a comprometer más del 9% del PIB en países industrializados y del 6% en países en desarrollo para el combate al Covid-19 y la defensa del empleo, el ingreso y las empresas. Estados Unidos con Biden está subrayando esa tendencia, gracias a su capacidad de imprimir dólares. Los saldos brutos de la deuda de los gobiernos a nivel mundial pasaron del 80 a casi el 100 % del PIB mundial entre 2012 y 2020. Seguirán creciendo.

Todo esto exige repensar el mundo y la gobernanza global; también a repensar América Latina y a México en el nuevo entorno emergente.

México no puede permanecer al margen. Urgen la reflexión, el diálogo y estrategias nacionales renovadas, concluimos en el Centro Tepoztlán, que hasta este sábado presidió destacadamente Clara Jusidman y ahora tiene al frente a Miguel Basáñez.


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