El partido demócrata en Estados Unidos busca candidato. Una difícil tarea en tiempos de polarización, que no se salva de la tendencia actual de sociedades divididas, políticos divididos, partidos divididos.
Las diferentes corrientes del partido están reflejadas en sus propios contendientes: los progresistas, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, los del establishment, el exvicepresidente, Joe Biden o el flamante Mike Bloomberg, los de centro, Amy Klobuchar y Pete Buttigieg.
Estamos a finales de febrero y, salvo las elecciones del próximo 29 en Carolina del Sur, –donde se espera que gane Joe Biden por el voto afroamericano–, el pre-candidato puntero es el senador Bernie Sanders. Es sorpresivo porque en las elecciones del 2016 no pudo contra Hillary Clinton, la representante del establishment. Es sorpresivo también porque ha demostrado, hasta ahora, que tiene muchos elementos para ganar: va adelante en las encuestas, tiene un buen equipo de campaña que ha sabido mandar el mensaje correcto y, sobre todo, tiene los recursos monetarios para sostener su carrera hacia la presidencia.
Lo que desconocemos es si todo esto es suficiente para ganarle las elecciones al presidente Trump, aquí los dilemas:
Primer dilema: En una encuesta reciente de Real Clear Politics –el promedio lo obtienen de varias encuestas–, Sanders aventaja a Trump con 3 puntos de diferencia, tiene 49. 7 % frente a Trump que tiene 45.3%. Es allí donde está el dilema, la diferencia no es mucha y podría ser una elección muy cerrada.
Segundo dilema: El tema de los fondos, de acuerdo a opensecrets.org, para enero de 2020 Sanders había recaudado $333, 456, 491 USD frente a Trump con $217, 940,58, lo que le permite tener más líquido para gastar que el presidente actual.
Tercer dilema: que las catástrofes y las declaraciones incómodas no acaben con su candidatura.
El presidente Trump no la tiene nada fácil frente al coronavirus. Ha tratado de minimizar el fenómeno por todos los medios, pero justo esta semana y por presiones internas, tuvo que nombrar una “coordinadora” para responder y articular –una especie del zar del coronavirus– las acciones en la eventual posibilidad que el virus llegue al país. La elegida fue la embajadora Debbie Brix, quien actualmente funge como la representante del gobierno de Estados Unidos en el combate del VIH/Sida a nivel global. Ella tendrá, a su vez, que reportar la situación al vicepresidente Mike Pence. Poco se imagina Debbie Brix que la reelección del presidente Trump está en sus manos. Si el coronavirus llega a Estados Unidos, llega en el momento más delicado, en pleno proceso electoral, y si el manejo de la “crisis” se complica, el costo para Trump y su gabinete puede ser muy alto.
En cambio, el senador Sanders tiene que cuidar más sus formas. En declaraciones recientes se ató la soga al cuello ya que hizo declaraciones enfáticas sobre Cuba y sobre el grupo de lobistas más poderoso pro-Israelí, AIPAC.
Declaraciones que poco le favorecen con ciertos grupos afiliados al partido demócrata y con el electorado más moderado. Alabó el proyecto educativo de Fidel Castro y se negó a ir a la reunión anual del AIPAC, argumentando que le preocupa que el grupo apoye a líderes intolerantes de Israel.
El mensaje es contradictorio porque la opinión demócrata podría alegar que, en una actitud muy convenenciera a su ideología, acepta a la figura de los “dictadores de izquierda” pero no de “autoritarios de derecha”.
Pero Sanders le tiene que ganar primero a sus contrincantes demócratas que, como se vio en el debate del pasado martes, se le fueron a la yugular. Este tipo de declaraciones juega en su contra.
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