Religión

A propósito del Día Internacional de la Mujer

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Noticieros, prensa escrita, redes sociales, no dejan de hablar de esta conmemoración que año tras año se viene celebrando en el mundo entero. Debates, manifestaciones, reivindicaciones y hasta grupos violentos hacen de este día un tiempo para reflexionar y entrarle a un tema que muy poco se ha hecho para buscar la tan “cacarea igualdad” de la que nos gusta alardear.

Se critica a las Instituciones que en su mayoría están regidas por varones y concretamente a la Iglesia católica porque siempre ha relegado a la mujer a un papel secundario en las funciones fundamentales que la Institución lleva a cabo. Es cierto y parece olvidarse que Jesús siempre le concedió la misma dignidad al hombre que a la mujer, pero no nos hemos atrevido a dar el paso definitivo para que esto suceda.

Me viene a la mente un texto bíblico del Evangelio de Juan donde Jesús con suma delicadeza le da un espaldarazo a la mujer que era condenada por adulterio en una sociedad “machista” –como la nuestra– y de paso “condena” al hombre por su falta de sensibilidad y prepotencia. El relato aludido menciona que una mujer fue sorprendida en adulterio, humillada públicamente, condenada por los varones respetables y sin defensa posible ante la sociedad y la religión. Jesús, sin embargo, desenmascara la hipocresía de aquella sociedad, defiende a la mujer del acoso injusto de los varones y le ayuda a iniciar una vida más digna.

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Imagen: James Clark.

La actitud de Jesús ante la mujer fue tan “revolucionaria” que, después de veinte siglos, seguimos en buena parte sin querer entenderla ni asumirla. ¿Qué podemos hacer en nuestra sociedad y en la Iglesia? Mencionaré algunos aspectos que considero de gran importancia para mí, como creyente y sacerdote católico.

En primer lugar y haciendo una referencia a la Iglesia católica, necesitamos actuar con voluntad de transformarla. El papa Francisco lo viene haciendo, aunque no con la rapidez que muchos quisieran. Sin embargo, los hechos hablan por sí solos. El cambio es posible. No debemos de dejar de soñar con una Iglesia diferente, comprometida como nadie en promover una vida más digna, justa e igualitaria entre varones y mujeres.

Debemos ser conscientes de que nuestra manera de entender, vivir e imaginar las relaciones entre varón y mujer no proviene siempre del evangelio. Somos prisioneros de costumbres, esquemas y tradiciones que no tienen su origen en Jesús, pues conducen al domino del varón y la subordinación de la mujer.

En la enseñanza religiosa estábamos acostumbrados a escuchar expresiones como ésta: “ocasión de pecado”, “origen del mal” o “tentadora del varón”. Hemos de eliminar estas visiones negativas de la mujer y desenmascarar teologías, predicaciones y actitudes que favorecen la discriminación o descalificación de la mujer. Sinceramente, esta manera de pensar no es evangélica.

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Imagen: De Agostini.

Llama también la atención dentro de las comunidades cristianas el silencio absoluto que hay ante la violencia doméstica que hiere los cuerpos y la dignidad de tantas mujeres. Como creyentes no podemos vivir de espaldas ante una realidad tan dolorosa y frecuente, que se da muchas latitudes de nuestro país y del mundo entero. Feminicidios, violaciones, acoso… ¿Qué gritaría Jesús hoy ante esta realidad?

¡Basta ya! Tenemos que reaccionar contra la “ceguera” generalizada de los varones, incapaces de captar el sufrimiento injusto al que se ve sometida la mujer sólo por el hecho de serlo. En muchos ámbitos es un sufrimiento “invisible” que no se sabe o no se quiere reconocer. En el Evangelio de Jesús hay un mensaje especial, dirigido a los varones, que todavía no hemos escuchado ni anunciado con fidelidad.

La mujer, no necesita de planes y normas, sino una mano amiga que la comprenda y le ayude a levantarse de tanta postración. Jesús lo hizo con la mujer adúltera y con muchas otras que se acercaron a él.


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Ceniza para llevar

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Ante el inicio de la Cuaresma, y la imposibilidad de realizar actos religiosos debido a la pandemia por Covid-19, las iglesias católicas del Valle de Toluca reparten bolsitas con cenizas a los fieles creyentes para que puedan imponérsela en Miércoles de Ceniza.

Cardenal Carlos Aguiar Retes y sus retos

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Hace tres años, el 5 de febrero, un día especial para la Iglesia en México y, especialmente, para la Arquidiócesis Primada. En esta fecha se celebra al primer mártir mexicano, San Felipe de Jesús, martirizado en Japón con un gran grupo de sacerdotes y fieles laicos. En una fecha como ésta, también el Cardenal Aguiar comenzó su ministerio en esta gran ciudad como Arzobispo Primado de México.

D. Carlos, después de haber estado en Texcoco y luego en Tlalnepantla, llega a la Arquidiócesis de México siendo una de las más pobladas de la cristiandad. Los retos no eran pocos después de haber sido gobernada durante 22 años por el Cardenal Norberto Rivera con su estilo propio de gobierno y con no pocos problemas, tanto en el clero como en la misma administración.

La Arquidiócesis estaba dividida en ocho zonas pastorales o vicarías como se le conoce a la jerga clerical. Al frente de cada Vicaría estaba encargado un obispo auxiliar que prácticamente fungía como autónomo en su propio territorio y con el consiguiente aparato burocrático y administrativo. Si bien este modelo administrativo daba ciertas ventajas al obispo encargado de la zona y al mismo clero, también creaba una falta de identidad dentro de la Arquidiócesis. Con la llegada de Carlos Aguiar, muy pronto se dio a la tarea de hacer consultas entre los mismos obispos auxiliares, el clero, vida consagrada, así como organizaciones eclesiales y civiles. Todo ello con la finalidad de crear tres nuevas diócesis y reestructurar los órganos administrativos para una mejor atención de los files y evitar una burocracia innecesaria.

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Imagen: Cuartoscuro.

Con el consentimiento casi unánime de los consultados y después de pedir la anuencia del Episcopado Mexicano, el Santo Padre, el papa Francisco dio el consentimiento de crear las diócesis de Xochimilco, Iztapalapa y Azcapotzalco. Con ello, se pretendía que las familias, jóvenes, niños y adultos mayores tuvieran una mejor atención espiritual y pastoral. Creadas estas nuevas diócesis, la Arquidiócesis Primada queda con una población de cerca de cinco millones de habitantes. De este modo, se podía administrar y dirigir los destinos de la Iglesia acorde con los postulados del papa Francisco.

Las prioridades del Cardenal han sido la formación de los futuros sacerdotes, por lo que los primeros cambios significativos los hizo en el Seminario Conciliar de México, buscando que los jóvenes, que sienten la llamada a ser sacerdotes, tengan  un ambiente donde no sólo aprendan Filosofía y Teología, sino que aprendan a ser pastores según el corazón de Dios, mediante una formación integral, en donde desarrollen su crecimiento humano y espiritual y aprendan una aplicación de la Teología en la vida de la Iglesia. Por lo que los seminaristas que cursan la última etapa, ahora llamada Etapa de Configuración con Cristo Buen Pastor, viven en parroquias acompañados por un párroco y un sacerdote formador; pero no sólo por ellos, sino por la comunidad parroquial, en donde comiencen a vivir y participar de los procesos pastorales, participen y acompañen los grupos parroquiales y el consejo pastoral, toquen la iglesia viva de un modo constante y  no sólo en apostolados o actividades de un fin de semana.

También la implementación de un año donde los jóvenes que concluyen sus estudios de filosofía, etapa de Discipulado, después de vivir la experiencia de la comunidad del seminario por tres años, donde se adquieren convicciones propias, salen y viven con sus familias, buscando un trabajo para mirar y vivir la experiencia de la vida cotidiana de todo hombre o mujer que se tiene que ganar su propio pan para vivir. No es un año de prueba o un receso de formación, sino un momento personal donde el joven seminarista debe de entrar en un discernimiento profundo de su vocación, confrontando su propia vida con las exigencias de la vida sacerdotal.

En la formación sacerdotal, D. Carlos ha puesto mucho énfasis tanto en la formación del clero como en el seminario, subrayando la “tolerancia cero”. Es decir, erradicar y en su caso denunciar todo abuso que algún sacerdote pudiera cometer con menores. Así mismo, se creó una comisión diocesana interdisciplinaria para atender a las víctimas de abuso sexual y a sus familias.

Las parroquias en las grandes ciudades se enfrentan a muchos retos para que los laicos participen en las actividades parroquiales y se identifiquen con su comunidad y puedan recibir una sólida formación bíblico-teológica. Para facilitar todo esto ha propuesto la creación de unidades pastorales, o sea, agrupar tres o cuatro parroquias vecinas, con identidad social, donde la feligresía desarrolle su conciencia de pertenencia a la iglesia, se facilite su participación; unificando fuerzas con agentes de pastoral suficientes para atender las diferentes áreas y servicios con mayor facilidad y eficacia.

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Imagen: Cuartoscuro.

Ante los desplazamientos constantes de las familias, las largas jornadas de trabajo, etc., hacen casi imposible que muchas familias acudan a su parroquia. Por eso ha creado las así llamadas “parroquias personales” en algunas empresas para atender a los empleados en su lugar de trabajo.

Para que una diócesis funcione bien, es necesario tener una administración transparente y una economía solidaria. Por eso desde su llegada, D. Carlos se dio a la tarea de reorganizar las dimensiones de la administración. Tarea nada fácil en el ambiente clerical pero que con constancia y perseverancia, poco a poco, se puede crear una estructura que, si bien los frutos son lentos, en un futuro cercano se verán los beneficios para que los sacerdotes tengan una jubilación adecuada a las circunstancias, atención médica y otras prestaciones que les ayuden a tener seguridad en su futuro tanto personal como pastoral.

La pandemia que estamos viviendo por COVID-19 también en la iglesia ha causado muchos estragos. Iglesias cerradas y sacerdotes contagiados. No por ello, D. Carlos estuvo ajeno a los problemas de las familias y ordenó prestar asistencia social en las zonas más pobres de la diócesis. Asimismo, se crearon también centros de escucha para ayudar  a las personas que habían caído en situaciones de depresión y desánimo.

El Cardenal Aguiar no es un hombre de “reflectores”, al contrario, prefiere el anonimato y lo que busca es que, tanto los sacerdotes como los fieles laicos, den lo mejor de sí buscando siempre la espiritualidad de la comunión para que con su servicio contribuyan a hacer de esta sociedad un mundo más humano y justo.

En estos tres primeros años de su ministerio episcopal en la Arquidiócesis de México, además de felicitarlo, queremos que todas sus iniciativas de evangelización contribuyan a hacer un modelo de vida pastoral, espiritual y humana.

Que el Señor lo bendiga en su labor.


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Hablar de Dios sin hablar de Dios

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Para algunos sectores de la sociedad hablar de Dios es una prohibición porque crecen en una época donde negarlo era el concepto preponderante. Efectivamente, más allá de las experiencias y reflexiones, las argumentaciones del entorno influyen en los conceptos que se comparten comunitariamente.

Ciertamente, la negación de la existencia de Dios no es un dato de los últimos siglos. Desde la antigüedad hubo quienes cuestionaron su existencia, como también la insistencia de otros en afirmar su realidad. Ambos extremos tienen sus razones de ser. El escucharlos y profundizar en ellos permite de suyo la expansión de la consciencia, como capacidad de darse cuenta, y de la conciencia, como herramienta valorativa de la realidad.

Se puede decir que la negación de Dios en ciertos tiempos corresponde más bien a la comprensión de su misterio que se hace en las diferentes épocas y regiones; en ese sentido, el rechazo no corresponde precisamente a Dios, sino al discurso y la institucionalización que lo contiene, es decir, a las estructuras sapienciales, éticas y celebrativas propias de las religiones.

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Imagen: Skander Khlif.

Sin embargo, eso que llamamos Dios se encuentra mucho más allá de cualquier definición, estructura o sistema que pretenda abarcarlo total y definitivamente, por ello, separar el Misterio que da origen, sustento y sentido a la realidad de la idea institucionalizada provoca deserciones religiosas, pero no necesariamente carencia o alejamiento de experiencia espiritual.

En efecto, la realidad está rodeada de algo que le da fundamento, cohesión y sentido a toda la existencia. Fluir en ella es aceptar el origen, alimentarse de él, tomar lo nutritivo y eliminar el resto, integrar en sí mismo aquello que se es, con luces y sombras, con capacidades y limitaciones, con aciertos y errores para armonizar el propio ser sin engaños, ni falsas expectativas, es aceptar el futuro dirigiendo la vida en aquella dirección que de vida en plenitud porque se entrega la vida para que otros la tengan.

Esta realidad espiritual, buscada, reconocida y experimentada, que subyace en la experiencia de todo ser humano, necesita ocupar un lugar específico en la vida de cada persona para generar los frutos que posee y que benefician por igual a quien los recibe como a quien los aporta.

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Imagen: Tijana D.

Así, el sentido más profundo de este misterio se encuentra en la cohesión que hace de todo lo existente, en esa articulación que va más allá de las individualidades, en la regeneración constante, en la armonía que suscita, en la belleza que provoca. En toda la creación esto funciona mecánicamente, como respondiendo a un programa pre-establecido que la observación y el conocimiento humano va descubriendo paulatinamente. Así se descifra que la existencia particular sólo cobra sentido en la medida que existe para el entorno.

En el caso de las personas, la capacidad de vinculación, el reconocimiento tanto del otro como de lo otro y el papel que se ocupa en el orden cósmico no son el producto de un programa al que se está condicionado, sino el resultado de decisiones y acciones que pasan por la intención y la voluntad.

El alcance de esta capacidad se manifiesta desde formas muy sutiles hasta las más grandes y heroicas manifestaciones, la tarea conjunta de todas ellas sostiene y hace más llevadera la existencia propia y ajena, por ello, más allá de la creencia religiosa que se tenga, el efecto de este misterio en la vida cotidiana de una persona evoca, provoca y convoca; se percibe, su ejemplo inspira, su modelo contagia y sobre todo abre el horizonte a la esperanza personal y comunitaria.


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¡Ya basta de mentiras!

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Cualquiera podría decir que esta pandemia que estamos viviendo, nos ha vuelto un poco “locos” a todos. Los sociólogos y estudiosos de la ciencia tendrán mucha “tela” donde cortar para hacer estudios y análisis de esta situación que nos ha cambiado la vida y nos ha afectado en la mente y el corazón. Noticias de todo tipo pululan por las redes sociales y no importa si son verdad o mentira. El caso es “dar nota” de la manera que sea y como sea. Si hay que embarrar a personas de probada honestidad y de buenas intenciones,  se hace, con tal de llamar la atención y sacar provecho de la misma.

Días pasados supimos del contagio del cardenal Rivera por Covid. Según información recibida, ni la familia ni él mismo quisieron que la noticia saltara a los medios. Pero tratándose de un personaje como él, era imposible que no se supiera. Pero todo cambió de repente cuando su ex-vocero, P. Hugo Valdemar comenzó a decir que al cardenal Norberto Rivera se le había informado que el seguro médico del cual disponía la Arquidiócesis y en el que estaba inscrito, no cubría los gastos que se pudieran originar por Covid.  Hasta aquí no hay ninguna mentira. Sin embargo, el cardenal Rivera, por su investidura, nunca hubiera tenido problemas de ser atendido en un hospital de tercer nivel, o sea, de primera categoría, de los que cuenta el Estado mexicano. Pero él decidió por su propia cuenta, ser atendido en uno privado costeándose él mismo sus propios gastos.

Cardenal Norberto Rivera Carrera
Cardenal Norberto Rivera Carrera (Foto: Milenio).

Decir que la Arquidiócesis, al frente del cardenal Carlos Aguiar, no pagó el seguro al Sr. Norberto Rivera, es una mentira y los hechos lo demuestran. A principios de diciembre del año pasado, el cardenal Rivera fue sometido a una operación en el hospital Mocel de la Ciudad de México. El seguro médico de la Arquidiócesis pagó su operación. Otros casos de sacerdotes que han sido intervenidos por alguna dolencia, el seguro sacerdotal se ha hecho cargo de los gastos originados. Por eso, decir que el cardenal Aguiar ha abandonado a sus sacerdotes en tales circunstancias, además de ser una mentira, también ronda la calumnia.

Sucede que algunos Prelados, no sabemos si es el caso del cardenal Rivera, a veces contratan seguros privados para tener una cobertura más amplia que el seguro de una mutual sacerdotal, como es el caso de la Arquidiócesis de México, donde quedan excluidos ciertos nosocomios de los beneficios de un seguro médico de “línea dorada”. Es decir, hospitales de tercer nivel, como se les suele llamar, cuya atención es de VIP.  Hospitales de esta categoría son para gente pudiente y de muchos recursos que podrán pagar su estancia sin mayor problema. Hoy, las finanzas de la Arquidiócesis de México están en números rojos y lo que se trata, según nos informan, es salvar el seguro médico y las pensiones a los sacerdotes jubilados. Desde la llegada de Carlos Aguiar Retes cambió la estructura financiera. El seguro médico de los sacerdotes, lo paga íntegramente la economía diocesana así como otros gastos que antes los cubría cada sacerdote.

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Imagen: John Pritchett.

Pero, ¿qué puede haber detrás de toda esta vendetta que ha estado dando vueltas en los medios con una cobertura inusitada? Los análisis pueden ser muchos y muy variados. Desde la llegada de Carlos Aguiar a la diócesis Primada de México, se comenzaron a tener muchas expectativas de cambio después de una larga duración del cardenal Rivera. Van a ser tres años de la llegada de Carlos Aguiar y mucha gente se pregunta, ¿cuáles han sido los cambios? ¿En qué se diferencia del anterior? Carlos Aguiar no necesita defensores, sus mismos hechos lo avalan. Es un hombre sencillo, sobrio, que no le gustan los reflectores y que gusta de rodearse de un equipo al cual le da facultades para operar en su nombre dentro de los objetivos trazados en el grupo. En el equipo del Cardenal no encajan los protagonismos ni los francotiradores. Una de las características de la administración anterior, era el protagonismo de algunas personas que a veces  obnubilaban al mismo Jefe. Con la llegada de Carlos Aguiar, esto fue cambiando por una mayor sinodalidad, es decir, darle juego a una serie de actores en sus respectivos campos de trabajo. Como es lógico, esto no gustó a los que antes ocuparon puestos de cierta relevancia. De ahí que ayer y hoy se hayan desatado unas reacciones viscerales ensuciando toda acción pastoral y administrativa del Primado actual.

 Deseamos una pronta recuperación al cardenal Norberto.


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Las apariciones de la Virgen de Guadalupe (Segunda Parte)

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En mi colaboración inmediata anterior me he referido al tema de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, y a la polémica sobre las mismas a través de los siglos, transcurridos después de la llamada Conquista de México por los secuaces de Hernán Cortés y aliados de pueblos originarios sometidos por el imperio azteca, a la cual se puso fin el 13 de agosto de 1521 con la caída de la gran Tenochtitlan, y justamente diez años después ocurre el prodigio del cual, por cierto, no existe ninguna evidencia documental del Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, protagonista esencial sobre este acontecimiento sobrenatural en tierras americanas, por ser el encargado de construir una iglesia por mandato de la Virgen en el lugar de la aparición, según hacen constar historiadores nacionales y extranjeros que han investigado al respecto.

El año de 1996 sobrevino la declaración de Guillermo Schulenburg (1916 -2009), abad del santuario mariano, publicada en la Revista Ixtius en su edición de invierno de 1995, en las cuales negaba la existencia del indio Juan Diego y por tanto la aparición de la Guadalupana, al expresar que fueron manos humanas quienes pintaron la venerada imagen en tela de algodón, de lo cual dieron fe expertos en materia plásticas, dadas a conocer en repetidas ocasiones a diversos funcionarios del Vaticano, quienes hicieron caso omiso, y a pesar de esto lo inscribieron en el santoral. Lo anterior le costó, con el consentimiento expreso del Arzobispo Primado de México, Norberto Rivera Carrera, su expulsión del cargo que ocupó durante 33 años.

Guillermo Schulenburg
Guillermo Schulenburg, ex abad de la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México (Imagen: Wikimedia).

Años más tarde el culto y talentoso sacerdote, Manuel Olimón Nolasco, recogió todas las investigaciones y misivas dirigidas a la Santa Sede por los antiaparicionistas en su libro titulado En Búsqueda de Juan Diego, en el cual llegó a la conclusión de que no había encontrado, bajo un riguroso principio de objetividad histórica, al controvertido vidente (se dijo que Olimón Nolasco estuvo a punto de ser excomulgado). Rivera Carrera le reviró con el libro denominado Juan Diego: el Águila que Habla, donde reafirmaba la existencia del polémico indígena, y se condolía de sus hermanos en la fe cristiana que no supieran gozar y disfrutar el maravilloso suceso.

En el mes de junio de 1991 entrevisté al Delegado Apostólico en México, Gerónimo Prigione, por encargo de la revista Acta, de la cual fui colaborador, y que dirigió, por breve tiempo, mi buen amigo Fernando García Cordero, y entre otras cosas le pregunté que, “cuánto tiempo podría llevar la canonización de Juan Diego”, a lo que respondió: “Llevará tiempo. La Santa Sede dio, como primer paso, reconocimiento al culto público; más que todo se trató de una beatificación. El Papa reconoció solamente un culto que tiene siglos de existencia. El segundo paso requiere la comprobación de hechos portentosos y de allí su importancia para demostrar la intervención de este beato en la vida de las personas y en el cumplimiento de los milagros. Esto requiere de mucho tiempo para ser comprobado, no puedo fijar fechas, pero pasará algún tiempo”.

Girolamo Prigione
Girolamo Prigione, prelado italiano de la Iglesia católica (Foto: Wikimedia).

Posteriormente, para corresponder las veces que había sido invitado a cenar y comer por Monseñor Prigione, en cierta ocasión le correspondí con una comida en mi casa, la cual gustosamente aceptó, pues habíamos cultivado una buena relación política por haber sido miembro del equipo del Partido Revolucionario Institucional, que dirigía Luis Donaldo Colosio, para establecer un puente sobre el proceso de la reanudación de las relaciones del gobierno de México con el Vaticano. Por mi parte, invité a algunos amigos míos, entre ellos a Antonio Frausto Martínez y José Luis Caballero Cárdenas, con los que departimos el vino italiano Barolo, el preferido del distinguido invitado.

En un momento dado la conversación recayó sobre el tema de la existencia de Juan Diego y las apariciones de la Virgen de Guadalupe, a lo que el prelado afirmó: “Tales apariciones son solamente mitos, y la existencia de Juan Diego, también”, ante la estupefacción de los presentes por la insólita declaración del representante papal. Hay que tener en cuenta que Prigione no tenía en alta estima a los sacerdotes españoles, pues les atribuía los daños que cometieron durante la evangelización de los indígenas. Han pasado los años y me pregunto si la reticencia mostrada sobre la canonización de Juan Diego, en aquella entrevista con Monseñor Prigione, estaban basadas en las investigaciones que se habían llevado a cabo sobre la existencia de Juan Diego y las apariciones de la venerada imagen, él ya las conocía de primera mano. Lo cierto es que al momento de la canonización por el Papa Juan Pablo II, él no dijo esta boca es mía. Sin embargo, la vieja querella religiosa y secular continúa. 


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La creación, el ser humano y el tiempo

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Una de las grandes preguntas de la humanidad tiene que ver con la existencia misma. ¿Cuál es el origen del mundo? ¿Cómo se originó la vida? ¿Para qué existe el ser humano? Éstas preguntas recorren la historia de la humanidad y se encuentran aún vigentes.

Para responderlas, las culturas primitivas emplearon mitos vinculados a sus tradiciones religiosas ancestrales, luego, la ciencia se ha dedicado a buscar la respuesta al origen de lo creado por medio de ciertas teorías. Así, cada una de las afirmaciones tiene consecuencias en la forma de entender la vida, las relaciones y la propia existencia.

Independientemente de las múltiples explicaciones que hay al tema, tomo dos específicamente provenientes de tradiciones antiguas: la primera del mundo sumerio, la segunda de la tradición judía por la influencia del cristianismo en el mundo occidental al cual pertenecemos en su mayoría los lectores de El Semanario.[1]

De la zona mesopotámica, entre el Tigris y el Éufrates, provienen los relatos escritos más antiguos encontrados hasta el momento. De ellos, el poema de Atrahasis, es el mito que habla de la creación del ser humano. En esta narración los dioses de la tierra Igigu, agotados por la dura tarea de hacer los ríos y las montañas, se rebelan contra su soberano, el dios Enlil, quien junto con Anu, el monarca de los dioses del cielo, y Enki, rey de los dioses del inframundo, deciden crear al ser humano para que realice las tareas correspondientes a los insurrectos y así resolver la situación.

Esta narración, muy anterior a la bíblica, fue conocida en todo el cercano Medio Oriente Antiguo y seguramente influyó en la comprensión hebrea. Sin embargo, para el pueblo de la Alianza, la relación con su Dios, Yahvé, era de otro orden. Si bien en la Biblia se encuentran dos relatos de creación, en ninguno de los dos el origen está condicionado a la esclavitud. Por el contrario, Dios crea simultáneamente al hombre y a la mujer en el primero de ellos, en el segundo, hace al hombre primero y de su costilla forma a la mujer; en ambos, Dios entrega el mundo a sus criaturas para que lo dominen y sometan, pero también para que lo cuiden y lo disfruten.

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Imagen: Houston Hanna.

Dominar y someter se suele interpretar como abuso y opresión, pero también se puede entender como dirección y organización. Sin lo creado no existe la humanidad. Su dependencia de todo lo no humano es absoluta e indispensable para su existencia y por ello necesita cuidarla y entablar una relación que le permita seguir subsistiendo para continuar recreando la vida común.

Ciertamente todo es diferente entre sí, pero las personas reconocen una diferencia mayor que les permite relacionarse de una forma distinta, abierta a la novedad, no repetitiva ni predictiva como en todo lo demás; una capacidad que también facilita descubrir el funcionamiento cíclico del mundo que sirve para cambiar lo periódico por espiral y combinarlo con la historicidad humana.

En efecto, aunque se regrese recurrentemente a un mismo punto, al iniciar un día, un mes, un año; la posibilidad de enfrentarlo y relacionarse con él siempre está abierta a la novedad, a emprenderla como carga o reto, con desaliento o ánimo, con pusilanimidad o valor, con pesimismo u optimismo, con desconfianza o imaginación, con desconsuelo o esperanza.

Estamos en las vísperas de iniciar un año, que trae sus desafíos, sus incertidumbres, sus amenazas, pero también la certeza que la vida sigue, que la fraternidad nos hermana, que la solidaridad nos impulsa a todos, que la responsabilidad mutua nos mueve a entablar dinámicas favorables para todos y que la consciencia y la conciencia nos acompañan para ver, reflexionar y elegir. Hoy tenemos la posibilidad de encarar este nuevo año con decisiones que construyan paz, armonía y esperanza personal y comunitaria.

Termino con una cita que encontré en el texto de Atrahasis provenientes de Nuestros Ancestros: “No hay decisiones buenas y malas, sólo hay decisiones y somos esclavos de ellas”.

 “Feliz Año Nuevo”.


Notas:
[1] El cristianismo permeó la cultura occidental independientemente de la postura religiosa, ateo o agnóstica de cada quien.


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La gracia de la Navidad

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La Navidad encierra un secreto que, desgraciadamente, escapa a muchos de los que en esas fechas celebran “algo” sin saber exactamente qué. No pueden sospechar que la Navidad ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia. Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas sobre el sufrimiento, la frustración, la muerte… Ante estas y otras muchas preguntas, parece que Dios guarda un silencio impenetrable.

Sin embargo, en Navidad, Dios ha hablado. Y no nos ha hablado para decirnos palabras hermosas, sino para decirnos: “La Palabra de Dios se ha hecho carne”. Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia. Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. No responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.

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Imagen: Mc Dermott.

Eso lo cambia todo. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Por eso Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.

La Navidad nos obliga a revisar ideas e imágenes que habitualmente tenemos de Dios, pero que nos impiden acercarnos a su verdadero rostro. Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento. No sigue los caminos que nosotros le marcamos. Dios es imprevisible. Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario, prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano.

La Navidad nos recuerda que la presencia de Dios no responde siempre a nuestras expectativas, pues se nos ofrece donde nosotros menos lo esperamos. Ciertamente hemos de buscarlo en la oración y el silencio, en la superación del egoísmo, en la vida fiel y obediente a su voluntad, pero Dios se nos puede ofrecer cuando quiere y como quiere incluso en lo más ordinario y común de la vida.

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Imagen: Outdoors.

Ésta es la fe revolucionaria de Navidad, el escándalo más grande del cristianismo, expresado de manera lapidaria por Pablo: “Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno de tantos y presentándose como simple hombre” (Filipenses 2,6-7).

El Dios cristiano no es un Dios desencarnado, lejano e inaccesible. Es un Dios encarnado, próximo, cercano. Un Dios al que podemos tocar de alguna manera siempre que tocamos lo humano. Por eso Jesús no nació en un Templo, ni en un lugar sagrado y, menos aún, en un palacio. Así nos está diciendo que lo que él trajo al mundo se tiene que vivir, no sólo desde lo humilde y lo sencillo, sino además desde lo laico, lo profano, desde lo más vulgar y cotidiano. Desde la vulgaridad sublime de un establo. Esta es la señal: “un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Con esto está dicho todo.

De todo corazón, amigo, amiga, les deseo que este Dios que nace cada día en tu corazón, lo hagas presente en tu vida y en la de los que te rodean.