He aprendido, por andar leyendo a Vila-Matas, que hace algunos años Tino Sehgal hizo una performance en Madrid a la que llamó This is so contemporary.
En la novela Kassel no invita a la lógica (de Vila-Matas, claro), el personaje principal, que ha sido invitado a la Documenta 13 a escribir en un restaurante chino como parte del proyecto curatorial de la muestra, confiesa a María Boston (la mujer que lo invita, y que hasta donde voy en la novela ha cambiado de identidad al menos tres veces) que no sabe quién es Tino Sehgal, ni tampoco sabe qué hace ninguno de los participantes de la feria. Es luego de esta confesión que la Boston exclama “¡Esto es tan contemporáneo!”. El lector (en este caso yo) puede luego entender que la frase de María Boston es dos cosas a la vez, a saber: (i) una referencia al hecho de que el mundo cada vez está más ajeno a enterarse de lo que es lo contemporáneo y (ii) una referencia a la performance de Sehgal en Madrid, con la que un grupo de vigilantes de un museo (los visitantes de museo cobran de golpe una importancia inusitada para mí) se animan de repente a bailar, sorprendiendo a los visitantes, y a cantar la frase This is so contemporary, al tiempo que señalan una obra del propio artista.[1]

Pues yo acabo de pasar unos días en Madrid. Una de las noches de esos días me encontré sin pretenderlo en un coctel plagado de personajes que estaban en esa ciudad del requiebre, el chotís, y todas esas otras cursiladas agustinlarianas, para ir a ARCO. Había gente muy interesante, quiero pensar, y me abstendré en este momento de revelar sus identidades por mera discreción (incluso a mí me cuesta trabajo creer que en mi seno albergo todavía la capacidad de ser discreto). Yo, la mayor parte del tiempo, me la pasé viendo lo que había en el departamento en donde se ofrecía el coctel (coctel al cual a mí me invitaron nomás de chiripada, por no decir que nadie me invitó). Había muchas cosas muy buenas que me llamaron poderosamente la atención. Y había otras cosas que no quiero tomarme la libertad de definir como buenas o como malas, pero que también me llamaron la atención. En lo concreto una… pero justo ahora he olvidado lo que era.[2]
Finalmente llego al punto en el que me quiero creer Vila-Matas en Kassel. Yo no fui a Arco. Y decidí que por supuesto que diría que había estado en Madrid justo ese fin de semana, pero que no había ido a la feria a propósito. Y cuando tomé esa decisión y empecé a imaginarme la reacción de mis interlocutores potenciales, me puse muy contento. Sobre todo porque estaba seguro de que más de uno diría: This is so contemporary![3]

[1] Al momento en el que escribo estas líneas todavía no he terminado la novela, pero yo quiero prometer que lo haré, y muy pronto, porque sé que esta certeza tranquilizará absolutamente al señor Vila-Matas.
[2] Para mucha gente esto debe ser una verdad “como la copa de un pino”; pero para mí es una revelación reciente: he descubierto que la razón por la que olvido la mayoría de las cosas que olvido es la falta de un interés suficientemente fuerte.
[3] Algo que yo ocultaré (y si alguien por alguna razón se entera, siempre negaré) hasta el último de mis días, es que si no fui a ARCO fue porque tenía otra razón para perderme de la feria: los últimos dos días de mi estadía en Madrid los pasé encerrado en una comisaría por haber meado, ebrio de beodo, en el escritorio de la oficina de un juez de lo civil. Y no recuerdo, a todo esto, qué carajos hacía yo en una oficina de un juez de lo civil.