Acabamos de celebrar más de un bicentenario de vida independiente. Esperemos el año entrante un cambio progresista por el México que queremos.
Después de que cada año se festeja el 15 y 16 de septiembre como la mayor de las fiestas nacionales, donde calles, edificios de gobierno, escuelas y casas se visten tricolor y la música del mariachi suena en cada rincón del país debemos preguntarnos: ¿habrá algo qué celebrar?
Si hacemos un recorrido histórico nos daremos cuenta que ha habido muchos sucesos de enorme relevancia que pudieron posicionar a México como una nación poderosa. Dicen por ahí que el país tiene forma de cuerno de la abundancia y en efecto así es, el territorio es rico en varios recursos naturales que otros países desarrollados no poseen y ni así nuestro país ha podido estar a la par de ellos ¿y por qué?
Por mencionar algunos sucesos significativos, México al término de la Independencia tenía un territorio vasto que iba desde la Alta California hasta Centroamérica, sin saberlo en ese momento, contábamos con recursos importantes que pasaron después a manos de los EE.UU. cuando se cedieron 8 estados; asimismo, al final del Primer Imperio Mexicano se perdieron otros tantos cuando se independizaron 5 países que actualmente conforman: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
Quizás otro de los grandes hechos históricos fue la Heroica Batalla de Puebla donde se cuenta que “las armas mexicanas se cubrieron de gloria” ya que se derrotó al mayor de los ejércitos del mundo en ese momento –el del Imperio Francés– y ello posicionó a México, una nación endeudada, sumida en la guerra y el subdesarrollo, como un país valeroso, aunque el efecto del triunfo no haya durado mucho tiempo. Es curioso que esta fecha sea celebrada con más fuerza por parte de la comunidad mexicana en los Estados Unidos -más que el propio Día de la Independencia de México– como el mayor feriado de orgullo nacional.
Cabría mencionar también que después de la Revolución Mexicana y de la promulgación de nuestra actual Carta Magna, se vislumbraba un futuro prominente. México tenía una de las constituciones más avanzadas del mundo en materia social y no fue sino hasta que llegó Lázaro Cárdenas que se hizo justicia a los ideales revolucionarios, a pesar de que también él fue uno de los pilares importantes que fortalecieron al periodo priísta imperante por más de 70 años.
Después del llamado “milagro mexicano” y de un gran desarrollo industrial, vino una etapa de decadencia que en gran parte fue por el desgaste del Estado de bienestar, así como las múltiples protestas y movimientos, como el del 68, creados para desmantelar al sistema autoritario y de partido hegemónico. Posteriormente vino la adopción de políticas de austeridad y reformas estructurales que estancaron a la economía, aumentaron la pobreza y por ende, la migración ilegal hacia Estados Unidos y Canadá, principalmente, así como incrementaron la delincuencia y la violencia derivada de grupos criminales. Aunado a ello, hay un lastre que ha acompañado a México a lo largo de sus 205 años y es la corrupción reinante en todos los órdenes.
Los sexenios de este último siglo tampoco han convertido al país en lo que deseamos que esté destinado a ser, ya que a pesar de que México inició su proceso independentista a la par de otras naciones latinoamericanas que sufrieron el embate de feroces dictaduras, hoy asomamos la cabeza al sur y no podemos negar el progreso económico de Brasil o Chile, la envidiable calidad de vida de los uruguayos y argentinos, o el adelanto médico y educativo de Cuba. Y entonces nos volvemos a preguntar: ¿qué pasa con México? ¿en verdad habría que celebrar año con año el furor de las fiestas patrias o quizás sea mejor incidir, exigir e iniciar una verdadera actitud patriótica para dedicarnos todos unidos a tener el país que merecemos?
Acabamos de celebrar más de un bicentenario de vida independiente. Esperemos el año entrante un cambio progresista por el México que queremos.