El domingo pasado –una vez más- el cielo mexicano se cubrió de luto debido a un accidente de aviación y en esta ocasión involucra a una estrella del espectáculo querida por el público mexicano y el México-americano dentro de los Estados Unidos.
Por desgracia, este es otro de esos accidentes donde hay elementos que permiten atisbar las secuelas de la improvisación y el abandono en que está sumido el sector desde hace 12 años, tal como en este espacio se ha comentado en semanas anteriores.
Los datos que se tienen en este momento no son suficientes para determinar ni tan siquiera presumir las causas –y eso es una regla dentro del sector transporte aéreo a nivel global- pero sí es posible advertir ciertos factores que pudieron incidir en el siniestro, además de otros que es conveniente comentar en el tratamiento de este tipo de sucesos en este mundo de la información, redes sociales e internet.
Antes que nada conviene recordar que la determinación de las causas de un accidente de aviación es un proceso muy meticuloso que a veces tarda meses e incluso años, debido al cuidado con el que deben analizarse todas y cada una de las partes del aparato, los datos del vuelo específico y de los anteriores, el entorno y los factores que pudieron incidir en el evento en particular y todo ello es analizado por un equipo multidisciplinario de expertos que al final llegan a conclusiones muy documentas que además, son compartidas con toda la industria.
Por lo tanto, el tiempo para conocer las conclusiones puede sonar a mucho pues se trata de meses, pero este profundo análisis es lo más acabado en materia de investigaciones que es lo que da certeza y permite poner a la aviación como el medio de transporte más seguro del mundo.
Por otro lado –y este es un importante marco que conviene establecer antes de proseguir con el análisis de los pocos indicios comprobables que hay- nada ni nadie puede poner en duda la calidad profesional del comandante al mando, el Cap. Miguel Pérez Soto.
Con 23 mil horas de vuelo, 10 mil de ellas en Lear Jet, el avión accidentado, este piloto gozó de los mayores reconocimientos en la misma fábrica de Lear Jet y en otras armadoras de aviones. Fue tripulante en Aeroméxico y posteriormente en Presidencia y otras dependencias públicas.
En los últimos años se desempeñaba como asesor-instructor y tenía al día no sólo sus adiestramientos sino sus exámenes médicos y cursos diversos.
Los indicios que se tienen, por otro lado, van en el sentido de que la dueña de la aeronave, un Lear Jet LR-25 matrícula N3445MC, es decir, matrícula norteamericana, la empresa Strawood Management había tenido problemas con la autoridad aeronáutica de los Estados Unidos debido a la gestión de sus aeronaves, las cuales compraba y vendía tanto en Estados Unidos como en México.
Según informes de la Agencia Federal de Aviación (FAA) de ese país, Starwood es una empresa que había sido sorprendida en falsificación de bitácoras de mantenimiento y registros de aeronaves diversas.
Estos son algunos de los puntos que se analizarán en la investigación y que permitirán tener le cuadro completo de lo que pudo suceder aquella noche. No obstante, hay algunos puntos que nos gustaría compartir con los lectores y que se desprenden de los primeros datos disponibles.
Sabemos de la experiencia y prestigio del Capitán Pérez Soto y también que el día anterior él había viajado en ese mismo avión de Colima a Monterrey a donde llegó el sábado a eso de las 11 y media. De ahí se fue a dormir al hotel en donde descansó sus horas convenientes para estar descansado y listo para una jornada de vuelo nocturna.
Hacia la noche recibió al visita de uno de sus hijos, piloto de Connect Aeroméxico con quien estuvo hasta la una de la mañana para irse al aeropuerto.
Sabemos también que el vuelo inició aproximadamente a las 3 horas con 15 minutos de esa madrugada del domingo y que despegó a las 3:19. Y los datos que se tienen del radar del centro de control son que unos 9 minutos después del vuelo se pudo observar lo siguiente:
En cada barrido de radar se registra la posición de un avión con su etiqueta y cada barrido tiene una duración de 10 segundos.
En un primer barrido se ubicó a la aeronave a 27,700 pies de altura hacia la izquierda. En el segundo, a 28,800 pies hacia la derecha y en el tercero a 8,000 pies. Esto permite inferir que en el primer barrido el avión estaba tomando su altura para nivelar, en el segundo se dio un impulso de toda la potencia de los motores (1,100 pies es 10 segundos es considerable) motivado probablemente por el indicio de una falla que obligara al piloto a tratar de nivelar y de corregir, de ahí la aceleración de los motores y su posición de viraje del lado izquierdo al derecho.
En el tercer barrido se ubica ya a 8,000 pies, lo que implica que se desplomó 20,000 pies en sólo 10 segundos, lo que equivale a una velocidad de 120,000 pies por minuto, suficiente para pulverizarse en su impacto por tierra.
De acuerdo con la opinión de miembros del grupo investigador, semejante comportamiento puede darse debido a la súbita rotura de un cable en el sistema de control o alguna falla similar en los controles de vuelo, lo que explicaría que el aparato quedó sin posibilidades de “dirección” (para decirlo coloquialmente) y esto provocaría el súbito viraje a la derecha que llevó a la nave hacia una posición crítica (al quedar inclinado hacia la derecha ya sin equilibrio) lo que precipita el desplome por falta de sustentación de las alas.
La probabilidad de esta actitud del avión se verá con detenimiento y las causas que llevaron a ello también. Será cuestión de mucho cuidado puesto que los restos del aparato quedaron desperdigados a lo largo de muchos metros sobre un terreno desigual y agreste, pero esa es precisamente la labor de los investigadores, auténticos paleontólogos de los accidentes aéreos.
Independientemente de todo ello, ya en este espacio se había mencionado el asunto de la internación frecuente de aeronaves con matrícula norteamericana a las cuales es frecuente que se les extiendan permisos para operar como taxis aéreos. Y también se ha mencionado la falta de recursos de la Dirección General de Aeronáutica Civil y, en general, de las dependencias oficiales que tienen que ver con la aviación, lo cual ha provocado fallas que en el pasado llevaron a lamentables muertes de funcionarios y empresarios y hoy, a la de una estrella del espectáculo y sus acompañantes.
Ojalá que no sea necesario seguir viviendo esta clase de pesadillas para que las nuevas autoridades se decidan a actuar. La aviación es –en todas partes- un medio de transporte seguro por el cuidado que se tiene en sus procedimientos y en la capacidad de la industria para aprender a partir de los errores de otros. No lo desperdiciemos en este país.