Uno de los libros más famosos del recién fallecido escritor Carlos Fuentes es La Región más Transparente, el cual narra la vida en la Ciudad de México en los años 50. Las preguntas que me suscitan a escribir hoy sobre Fuentes son ¿qué tanto ha cambiado la vida en el país en 60 años y cuáles son los factores que han influido en esos cambios?
Pues bien, el cambio más importante, desde mi punto de vista, es en indicadores de capital humano. Primero que nada, en la longevidad y salud de las personas. Los datos del CONAPO indican que mientras en 1950/1955 la esperanza de vida era aproximadamente de 52 años, hoy se ubica en alrededor de 76 años, una ganancia de poco menos de medio año cada año.
En concordancia con lo anterior, se observan disminuciones muy significativas en la tasa de mortalidad infantil (TMI). A mitad del Siglo XX la TMI promediaba 119 defunciones por cada 1,000 niños. En 2012 este mismo indicador se calcula en 13.
Estas ganancias han sido sorprendentes. Hoy las personas mueren en su mayoría por enfermedades no transmisibles, que por enfermedades transmisibles y prevenibles con mayor facilidad. Una familia, con ciertas excepciones en zonas rurales y alejadas, no debe esperar que su pequeño muera por una gripa o una diarrea, como sucedía antes.
En el tema de educación, información oficial registra que a principios de los años cincuenta, había únicamente 220 jardines de niños, públicos y privados, en todo el país y 113,000 niños inscritos; la mitad de los niños de 6 a 14 años no iban a la escuela y había sólo 145,000 alumnos en escuelas post-primaria, de los cuales sólo había 10,500 en preparatoria. Hoy tenemos prácticamente cobertura universal en primaria, en la educación secundaria se ubica alrededor del 90 % y en preparatoria en alrededor de 70 %. Lograr la cobertura universal de preparatoria es por cierto promesa de campaña. Finalmente, hay que decirlo, el acceso a la universidad en los años 50 se limitaba a la élite del país.
El segundo aspecto que considero muy relevante tiene que ver con las decisiones que toman las mujeres: matrimonio, fecundidad y su participación laboral. En el pasado, a los 20 años ya se había casado la mayoría de las mujeres, hoy es una gran minoría; lo que implica que la edad del matrimonio se ha retrasado muchos años. La tasa de fecundidad en 1950 se ubicaba en cerca de siete hijos por mujer; hoy se ubica en dos hijos por mujer. Finalmente, en 1950 sólo participaban económicamente 12% de las mujeres, hoy se estima su participación en el 45%.
Este cambio de la mujer tiene consecuencias muy positivas para la economía, a través de la generación de riqueza y disminución de la pobreza, y para la sociedad y las familias. Hoy podemos hablar de mayor equidad intrafamiliar, aunque faltan temas por resolver, pues hoy el hombre sigue sin ser reciproco con la mujer en las responsabilidades del hogar.
En otros temas, el país era más rural, más pobre, más desigual, menos meritocrático y siendo un país cerrado al mundo tenía una industria ineficiente y los mexicanos podían disfrutar menos de los bienes que se producían en el mundo. En términos políticos, la diferencia es significativa con múltiples retos hacia adelante, pero de ello ya ha dado cuenta ampliamente Carlos Fuentes.
Los avances que hemos observado en los temas de capital humano y de la mujer son muy significativos. Sin embargo, cuando nos comparamos con el mundo estos cambios no lucen tan espectaculares.
En temas de salud y longevidad México ha avanzado a la par de lo que han avanzado economías similares, y de hecho tiene peores indicadores que Chile y Argentina, por ejemplo.
En el tema de educación los avances considero han sido peores de lo que ha pasado en el mundo. Ya en ocasiones pasadas he comentado que Corea, país que en la época de la Región Más Transparente era más pobre que México y con peores indicadores de bienestar, hoy tiene casi cobertura universal de preparatoria y los resultados de sus alumnos en la encuesta PISA ubican al país entre los primeros lugares del mundo.
Los cambios que se observan en la mujer mexicana van en concordancia con lo que sucede en la mayoría de los países occidentales. Muchos de estos cambios no se ven afectados por las políticas públicas, que únicamente han podido incidir, como es en las tasas de fecundidad a través de campañas de control natal, pero nada más.
En resumen, considero que México es un país muy diferente en términos de capital humano y de la mujer hoy que hace 60 años. Sin embargo, ambos procesos son muy complejos en los cuales intervienen múltiples factores, muchos de ellos ajenos a la política pública. Presumir nuestros resultados de salud y educación es presumir que no somos un Estado fallido en estos aspectos, pero nada extraordinario, comparado con lo que sucede en la mayoría de los países del mundo.