Este quizá no es un buen indicador de la capacidad emprendedora del país, fijarnos en el número de empresas que cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores es quizá más indicativo, aunque como veremos párrafos abajo no es el indicador que refleja la capacidad de progreso de un país. El número de empresas en la BMV no ha crecido significativamente desde hace años, o quizá décadas. Entonces, ¿dónde está la capacidad emprendedora del país?
Un extraordinario libro de los economistas Baumol, Litan y Schramm habla de un tipo de capitalismo bueno y de un capitalismo malo. Si capitalismo se entiende como aquél sistema económico donde la capacidad productiva está en manos privadas, capitalismo bueno es aquél que genera progreso, mientras que capitalismo malo es aquél en el cual no se genera progreso y más bien los dueños de las empresas buscan mantener sus ganancias.
En efecto, según los autores hay cuatro tipos de capitalismo, y unos llevan a un capitalismo bueno y otros a un capitalismo malo. El primero es al que llaman al capitalismo de “emprendedores”. Estados Unidos es el ejemplo principal. En ese país son las ideas de los emprendedores las que han explicado las importantes ganancias de productividad, especialmente las observadas desde finales de los años 90.
El segundo tipo es el capitalismo de “empresas grandes”, en el cual el crecimiento económico se explica por el desempeño de grandes empresas, mientras que el resto de la economía son pequeños establecimientos dedicados al comercio o a los servicios. Este es el caso de los países europeos y Japón. Las empresas automotrices en estos países son ejemplo de grandes corporativos.
El tercer tipo es aquel en el cual las empresas están en manos privadas pero que el Estado trata de incidir y de dirigir el rumbo de la capacidad productiva; a este capitalismo lo bautizan con el nombre de “capitalismo dirigido”.
Finalmente, el cuarto tipo de capitalismo es aquél en el cual la capacidad productiva está en unas cuantas manos, que no generan progreso y más bien sólo generan rentas para unos cuantos. A este capitalismo lo llaman “oligárquico”.
Según los autores del libro el capitalismo bueno es el que combina el capitalismo de empresas grandes con el capitalismo de emprendedores, entendiendo como emprendedores no aquéllos que abren una empresa, sino los que desarrollan un nuevo método que les permite lanzar al mercado un producto o un proceso a un menor costo, en otras palabras, a los que innovan. La combinación de emprendedores con grandes empresas es necesaria pues muchas veces los innovadores no tienen economías de escala para asegurar que su innovación llegue al mercado.
No hace falta ser un experto en México para asegurar que estamos lejos de un buen capitalismo. Por un lado, aunque tenemos grandes empresas, más bien la mayoría está en pocas manos y en mercados poco competidos; y por el otro, no tenemos muchos emprendedores. Según los datos del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial en el 2011 se registraron 14,055 solicitudes de patentes en el país, de los cuales 1,065 fueron de nacionalidad mexicana. En Estados Unidos en el mismo año se registraron poco más de 535,000 solicitudes, de las cuales poco menos de la mitad son de origen estadounidense.
Mas bien, en mi opinión estamos en un capitalismo malo, el capitalismo oligárquico. Los resultados del PIB per cápita y los niveles de desigualdad lo reflejan.
¿Qué hacer? Lo primero que se tiene que reconocer es que el tema de la innovación y del progreso es un tema de largo plazo, lo que implica por un lado, que tener estabilidad económica es necesario pero no suficiente.
Los autores señalan 4 factores fundamentales. Primero, los procesos burocráticos para abrir (e inclusive cerrar) un negocio deben ser expeditos, los emprendedores deben tener acceso al crédito de los ahorradores y los mercados laborales deben ser flexibles. Segundo, se debe garantizar que los innovadores puedan explotar sus patentes, es decir, se deben de respetar los derechos de propiedad. Tercero, el Estado debe impedir las actividades emprendedoras fuera de la Ley, como por ejemplo la venta de drogas ilícitas. Cuarto, el Estado debe garantizar que los emprendedores y las empresas grandes sigan teniendo los incentivos a innovar. Aquí resulta de suma importancia que los empresarios estén inmersos en un ambiente de competencia a través de leyes y agencias antimonopolios, pero sobre todo, que estén expuestos a la competencia mundial.
Estos factores no son menores, requieren de un Estado fuerte y con visión de largo plazo. Como sociedad civil exijamos al gobierno estas condiciones estructurales y dejemos de lado el discurso de que hacen falta recursos públicos para investigación y desarrollo, pues aunque cierto, sólo desvían la atención de los temas sustantivos.