El artista callado o el silencio como otra forma de belleza

“The impulse to create begins – often terribly and fearfully – in a tunnel of silence”.

(Adrienne Rich. Tomado de Maria Popova, analizando The Aesthetics of Silence de Susan Sontag)

 

“Ahora contaré hasta doce, y tú te callas y yo me voy”.

(Pablo Neruda. A callarse)

 

“There is no such thing as silence”.

John Cage

Ciudad de México.- Michel – le dije – Vamos a jugar un juego: el primero que vuelva a hablar paga las cervezas.

Íbamos camino a Montpellier. Llevaba al menos dos horas oyendo hablar al tipo de las distintas maneras en que el asbesto se podía retirar de los techos y de cómo no estaba lejos el día en que el gobierno francés obligaría a los dueños de inmuebles a entregar a la venta edificios libres de este producto cancerígeno. El ejercicio fue un fracaso. A los cinco minutos el tipo volvió con su retahíla de irrelevantes reflexiones sobre el asbesto y sus nocivas consecuencias en la salud del hombre. Lo único que deseaba yo era silencio. Pero sabía que no vislumbraría esa bendición al menos durante las próximas veinticuatro horas. Michel quedó quebrado de tanto pagar cervezas y yo beodo de tanto bebérmelas. No obstante, por más alcoholizado que estuviera, al cabo de dos horas, el zumbido de su palabrerío vacuo no paró de martillarme la cabeza.

Nunca pensé que fuera tan difícil quedarse callado hasta que conocí a Michel. Luego, algunas semanas después, me ahogué en la complejidad y en lo sublime del tema cuando leí a Sontag. Si no se hubiera muerto demasiado pronto (¿puede uno morirse demasiado pronto?) hubiera buscado preguntarle si no había muchas contradicciones en sus afirmaciones y ella, muy posiblemente, me hubiese respondido de una forma que me hubiera parecido tan contradictoria que las cosas me hubieran quedado todavía más reburujadas en la mente.

Llevo días, quizá semanas, que no hablo con nadie. Me gustaría saber cómo sonará mi voz cuando vuelva a comunicarme con otro ser humano. Quizá será cavernosa. Tal vez no podré ligar frases sin que me duela la garganta, falta de ejercicio diario.

La importancia del silencio en nuestro ruidoso mundo es un bien preciado muy difícil de encontrar. Existe una evidente contradicción entre la imposibilidad de crear de tanto estarse callado y el improbable silencio derivado de la comunicación entre obra de arte y espectador. Algo en algún momento explota. Susan Sontag había ya reflexionado sobre la función creativa del silencio en una cultura que se ahogaba en el barullo. Sabina confesó después que sus padres vivían arriba de una discoteca y que todas las noches se quejaban los de la discoteca porque hacían mucho ruido. Y un profesor cubano de letras irlandesas aseveraba que el hombre contemporáneo se hundía en el ruido constante de la conversación irrelevante, la televisión invasiva y el celular irreverente para evitar encontrarse con el schopenhauerianísimamente temido silencio de la mente vacía. Y entre estas tres frases no existe más relación que la importancia de que yo, mejor, no debería decir nada.

John Cage. 4’33”
John Cage. 4’33”

Paradójicamente, el arte no puede existir más que siendo expresado. El arte sin interlocutores quizá no exista de verdad, aunque alguien – no recuerdo bien – hiciera en un libro las loas del arte de no producir un carajo.

Tolstoi escribió un libro sobre el significado del arte. En él planteaba lo que era la belleza. Nos explicaba que en su idioma nativo el adjetivo “bello” sólo le es aplicable a lo que se puede apreciar a través del sentido de la vista. Pero reconocía que la belleza en Occidente puede percibirse de otras formas. Para mí la belleza puede ser un árbol al que no lo toca el viento. A su vera existe un envidiable silencio que engloba toda la belleza de la no-presencia del hombre.

Uno descubre que no tiene nada qué decir y sin embargo busca la manera de expresarlo. Es como una enfermedad de nuestro tiempo. Una enfermedad contagiosa y sin cura posible.

En la mente tampoco puede uno conservar el silencio demasiado tiempo. Si para una persona medianamente normal como yo, por más que haga ese ejercicio de tratar de espantar todas las ideas y respirar como un budista para no pensar en nada, el silencio resulta siempre imposible, no quiero imaginarme estar en el lugar del pobre de Edward, que había nacido con una cara adicional en la nuca que le susurraba todo el tiempo palabras que únicamente se habían oído en el infierno ( ver: Tom Waits, Poor Edward).

Edward Mordrake. El hombre con dos caras
Edward Mordrake. El hombre con dos caras

Por otra parte, existe una gran diferencia entre la capacidad de estar en silencio de los hombres con la capacidad de soportarlo de las mujeres. No se trata de un planteamiento misógino. Todos hemos notado que dos amigos – hombres – pueden estar callados durante una hora sin que nada pase. Dos amigas que se callan estando solas muy posiblemente estén enojadas.

Yo quiero silencio bucólico, pero no me puedo callar. No quiero que Michel me vuelva a hablar de asbesto, pero necesito escuchar la voz de los hombres. Sería muy creativo y generoso de mi parte no llenar los vacíos, pero no puedo evitarlo. La saciedad espiritual – dice Sontag – que surge de este diálogo entre el arte y el anti-arte precisa de la búsqueda del silencio.

Sontag pensaba que el artista serio usaba el silencio como una zona de meditación en preparación a la madurez espiritual que culminaba en el derecho a hablar, pero que paradójicamente sólo podía tomar esta decisión si era dueño de una genialidad reconocida y manifiesta. Estaremos de acuerdo con ella en que la verbosidad y lo repetitivo son tendencias claras en las artes temporales de nuestro tiempo: todo mundo tiene algo qué decir – volvemos – aún a sabiendas de que no tiene nada importante para comunicar. ¿A quién demonios le divierte la historia del asbesto? Seamos pues artistas del vivir – dice este hombre con incontinencia verbal – y ganémonos el derecho a expresarnos quedándonos callados.

Marina Abramović: The Artist Is Present Photo by Marco Anelli. © 2010 Marco Anelli
Marina Abramović: The Artist Is Present. © 2010 Marco Anelli

Twitter: @Diegodeybarra

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