Pues ahora resulta que el señor presidente fue informado de un atentado en contra del “avión presidencial” (sic) por parte del Estado Mayor. Curiosa declaración del presidente en la fiesta que preparó para los empresarios con motivo de su 50 aniversario, aunque no precisó ni fechas ni circunstancias específicas que dieran más luz sobre este posible atentado.
Sin embargo, la revelación del presidente dice, textualmente, que “fui informado por el Estado Mayor presidencial de … que querían atentar contra el avión presidencial”. Según esto, el mandatario mandó traer – en ese preciso momento- a los técnicos para grabar un video para sus hijos.
Independientemente del dramático relato, que añade tintes de heroicidad a una gestión que se ha querido engrandecer por una guerra contra el crimen organizado que muchos cuestionan, lo cierto es que en todo este escenario faltan algunas piezas importantes.
La primera de ellas tiene qué ver con la situación general de la aviación mexicana.
Es obvio que en este relato falta la parte más importante del asunto, a saber: que el atentado real no fue contra el avión presidencial –es decir, no sólo contra el avión presidencial- sino en contra de la aviación mexicana como tal, ya que ha sido ésta la que ha estado en medio de un verdadero caos desde hace casi 12 años. Veamos.
A fines del sexenio de Ernesto Zedillo se realizaron los últimos arreglos de importancia para el sector transporte aéreo, una vez que la Dirección General de Aeronáutica Civil publicó las Normas Oficiales Mexicanas para estar en concordancia con las obligaciones adquiridas con la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), de la cual México es miembro fundador.
Como si el sector no existiese más, la siguiente administración que encabezó en este rubro del arquitecto Pedro Cerisola, pasó por alto varios puntos de acuerdo tanto con la OACI como con la Agencia Federal de Aviación (FAA) de los Estados Unidos. Por ejemplo, el Comité de Seguridad Aeroportuaria dejó de reunirse hasta que el Congreso de la Unión solicitó una urgente reorganización, con motivo de las nuevas disposiciones en EUA derivadas de los atentados del 11 de septiembre del 2001.
Asimismo, mecanismos como la Comisión Controladores-Pilotos para la seguridad en aeropuertos, en especial en el de la Ciudad de México, también despareció, a pesar de los innegables beneficios que arrojaba el hecho de que se contara con un mecanismo de revisión periódica de los incidentes de aviación y sus factores contribuyentes para tomar acciones correctivas.
Pero lo peor fue la reducción de presupuestos de las dependencias como la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), que acusa un atraso considerable; el organismo Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam) que sufre de carencias desde hace muchos años, además de la falta de capacitación y equipos nuevos y compatibles.
Una vez que el avión de Juan Camilo Mouriño se accidentó en la Ciudad de México, tanto la FAA como la OACI que participaron en las investigaciones fueron particularmente incisivos en sus recomendaciones para que el gobierno mexicano tomara en serio las deficiencias que acusaba ya desde entonces el sistema completo de transporte aéreo.
Consecuencia de la falta de acciones en este terreno fue la decisión de la FAA, como autoridad de los Estados Unidos, de degradar a la autoridad aeronáutica mexicana a la Categoría 2, es decir, ejercer presión para que –impidiendo la entrada de nuevas aeronaves procedentes de México a territorio estadounidense- las dependencias del gobierno mexicano se pusieran a hacer su trabajo.
Pero parece ser que ninguna de estas llamadas de alerta ha sido suficiente. El Seneam, por ejemplo, tuvo como directivos primero al responsable directo de que el controlador que actuó en el episodio de la caída del avión de Mouriño tuviera exceso de horas extras. Se trata de Agustín Arellano, quien todavía quedó en el cargo durante varios meses más después de este fatal evento. Más adelante, este directivo fue sustituido por Ever Molina, quien sólo fue despedido después de muchos conflictos apenas hace un par de meses.
Algo similar ocurrió con Aeronáutica Civil. El exsubsecretario de Transportes, el regiomontano Humberto Treviño Landois, dejó el cargo en medio del absoluto rechazo de los actores de la aviación y fue sustituido sin mayor suerte que éste por el exfuncionario de Economía, Felipe Duarte.
En ambas gestiones, la aviación ha sufrido el deterioro más grave de su historia. Basten algunos casos para ejemplificar:
La degradación a Categoría 2 por parte de la FAA; la continua deserción de los mejor preparados funcionarios de DGAC por falta de oportunidades en el sector; en el Seneam enlistamos a continuación algunos hechos ocurridos hace un par de meses, en junio y reseñados por controladores de tránsito aéreo:
TIJUANA. Hechos: falla de radares y de comunicaciones aire-tierra durante casi 30 minutos el día 7 de junio pasado. Resultado: Espacio aéreo ciego, aviones sin control desde tierra.
GUADALAJARA. Hechos: Problemas de interconexión entre la señal de Telmex y los equipos de tierra en Seneam, lo que genera retraso o delay, congelamiento de las etiquetas en el radar, mostrando posiciones incorrectas de las aeronaves.
Consecuencias: confusión y estrés en el controlador por un sobreesfuerzo en la atención, y desconfianza en los equipos de apoyo.
MÉRIDA. Hechos: en las pantallas del radar se registran frecuentes activaciones de alarmas de conflicto falsas, mostrando a las aeronaves en rumbos opuestos al mismo nivel vuelo, como si estuvieran próximas a una colisión.
Consecuencias: es un distractor para el Controlador de Tránsito Aéreo, ya que tiene que cerciorarse que efectivamente las aeronaves están en los niveles correctos, haciendo doble la carga de trabajo pues es imposible confiar en los equipos de apoyo.
CHETUMAL. Hechos: el VOR fuera de servicio por más de ocho días, interrumpiendo el servicio aéreo.
Consecuencias: daño a usuarios y compañías aéreas.
Este reporte es uno de los muchos que estos trabajadores fueron generando a lo largo de los meses, desde 2000 a la fecha. Fue hasta hace unas cuantas semanas que, después de las incontables quejas por terrorismo laboral, abulia de los directivos y otras graves deficiencias, se decidió cambiar de mando en este organismo que tiene la grave responsabilidad de cuidar la seguridad en el espacio aéreo mexicano.
Se ve, pues, que el presidente de la República recibió una información parcialmente correcta: sí ha habido un atentado, pero no específicamente contra el avión presidencial, sino contra la aviación mexicana, de la que todos los ciudadanos somos o bien usuarios o posibles víctimas, en caso de que una aeronave sufra algún incidente o accidente.
Ojalá que, además de elaborar videos con mensajes que hablen de la lucha contra el crimen organizado, el gobierno federal tome cartas en el asunto, remueva a los funcionarios ineficientes, ponga orden en el sector y le proporcione a este país al menos el mínimo nivel de seguridad y calidad de aviación que teníamos antes del año 2000. No es mucho pedir, ¿o sí?
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