Amigos queridos:
Lamento la ausencia pero en realidad me he sentido un poco fatigada físicamente. Anímicamente estoy bien, parece ser que ya dimos con el quid del asunto y se trata del colesterol… veamos que ocurre. No obstante lo anterior, fui al teatro ante la entusiasta recomendación de mi amigo Pepe Dayán, a quién le agradezco su insistencia, pues la obra me encantó.
Se basa en la galardonada novela de Mark Haddon del mismo título publicada en 2003, fue su primer libro para adultos. El británico ya se había consagrado ante el público infantil, que a mi gusto es el más exigente. Después de ver la obra, devoré el libro; pese a conocer la historia, el ritmo que toma a través de la voz de su protagonista es tan honesta y divertida que no pude parar.
La historia es narrada por Christopher John Francis Boone, un adolescente de 15 años 3 meses y 2 días, quién encuentra a Wellington(el perro de su vecina) asesinado en el jardín, por lo que decide resolver el crimen y plasmarlo en una novela policiaca. Hasta aquí pudiera parecer algo trivial, pero me falta comentarles un pequeño detalle: Christopher padece el Síndrome de Asperger.
Quizás algunos de ustedes sepan de qué se trata, yo no tenía idea, así que investigué un poco al respecto. El Dr. Hans Asperger lo denomino “psicopatía autista”, es un trastorno neuro-biólogico que se presenta desde muy temprana edad. Suelen focalizar su atención en un tema de manera exhaustiva, su inteligencia es como la media (y en algunos casos muy superior para ciertas materias como las ciencias exactas), pero carecen de empatía emocional, no pueden entablar contacto social; el lenguaje no verbal es un código inexistente para ellos y toman todo de manera literal, así que el humor o las metáforas son incomprensibles.
Ya se estarán imaginando el deleite que es descubrir el mundo a través de la mirada de Christopher, una perspectiva completamente diferente. Me encantó encontrar cuestionamientos velados a los comportamientos socialmente aceptados a través del contraste, con la inocente coherencia del protagonista, quien te roba el corazón desde el primer momento.
Volviendo a lo nuestro, la puesta en el Insurgentes está bárbara. Muchas veces en el teatro comercial, al amparo de superproducciones y elencos de renombre comercial, encuentro trabajos que cumplen, pero hasta ahí, pese al elevado costo del boleto.
En esta ocasión conjugaron todo, hay una gran producción, pero no sólo basada en un alto presupuesto, sino en un juego creativo de escenografía, iluminación y dirección. El ritmo me pareció de lo más divertido y las actuaciones muy bien logradas, desde los actores incidentales hasta los protagonistas que, como bien dice Betito, conforman un elencazo.
Particularmente me gustó Cecilia Suárez, quien hace maravillas con un personaje que en el texto se antojaría más bien grisesón.
Luis Gerardo Méndez en el rol principal merece una mención especial, este joven actor demuestra ser un viejo lobo de mar en un papel que podría consagrarlo. Lo qué más le aplaudo es que no se haya dejado encasillar en “El Javi”, realizando papeles diversos que le permitan mostrar la versatilidad que debe tener un actor. ¡Bravo!
Les mando un fuerte y apretado abrazo,
Claudia