El fin de la modernidad y la implantación pública del caos!

La ciudad de México como continente, físico y simbólico, de las instituciones nacionales, de los organismos políticos, públicos y administrativos de la federación y los propios de la ciudad, de las instituciones religiosas que, actualmente diversificadas, están dispersas sobre todo su territorio, de las representaciones nacionales e internacionales, de los organismos empresariales, de las firmas, compañías, consorcios y corporaciones comerciales y financieras más relevantes de la vida económica de la nación y la ciudad, de entes de los grupos organizados de la sociedad, de las asociaciones de gremios…en fin, la metrópoli como territorio del cúmulo de instituciones y símbolos de la construcción democrática mexicana, está asediada por el fin de la modernidad y la implantación pública del caos.

 

La modernidad como manifestación de avance en lo político, hacia la construcción de las leyes, códigos, normas y reglamentos que rigen nuestras interacciones socio-económicas-culturales; en lo productivo –económico-, hacia la industrialización, la especialización y la organización del trabajo; en la ciencia y tecnología, hacia la preeminencia de la razón y la lógica, y en lo público, hacia la construcción y fortalecimiento de las instituciones y sus representantes. Precisamente, el avance sustantivo logrado en muchas de las sociedades industriales y modernas fue, además del crecimiento ordenado y unas veces pausado y otras acelerado de sus componentes productivos y económicos, fue, en gran medida, por la construcción de leyes, códigos y reglamentos y por la constitución de instituciones y organismos, en busca del interés general y que se regían por los primeros. La meta de toda sociedad –al menos, relativamente avanzada- es lograr transitar hacia el fortalecimiento de sus instituciones y las leyes que las rigen.

 

A pesar de los esfuerzos de nuestros dirigentes –en especial, del anterior jefe de gobierno de la ciudad de México- por ubicarnos como el número uno en algo, en lo que fuera, no importaba en qué, sino que estuviéramos como el número uno en cualquier cosa…si mal no recuerdo, somos el número uno en la rosca de reyes más grande del mundo, el número uno por la cantidad de personas que se besaron en el zócalo, el número uno por la cantidad de personas que bailaron como Michael Jackson frente a Bellas Artes…en fin, un sinnúmero de número uno y logros, tantos que no es posible enumerarlos y, claro está, tan gloriosos que no quisiera enumerarlos y, por error, dejar alguno fuera! Los maestros de la CTNE, por su parte, seguramente estarán cerca de abatir algunos records propios y, con certeza, algunos mundiales o al menos del hemisferio sur. Sin embargo, insisto, a pesar del gran esfuerzo realizado por nuestros gobiernos por posicionarnos positivamente en la ruta de las ciudades más cosmopolitas del mundo, las realidades y las sustancias urbanas muestran caras diferentes.

 

El asedio en el que se encuentra la ciudad por la ingente cantidad de marchas, plantones, éxodos, peregrinaciones y expresiones socio-culturales públicas, nos ubica, quizás no como la ciudad número uno en este tema, pero seguramente, en los primeros lugares al nivel mundial, lo cual de suyo no necesariamente tendría que ser malo en tanto fueran las expresiones públicas de una ciudad y una sociedad que está avanzando hacia la materialización de un modelo socio-político más democrático, más incluyente, equitativo, competitivo, sustentable…en fin, que fueran los sucesos para la transformación y transición hacia la construcción de una sociedad moderna. Pero, muy desafortunadamente, todo parece indicar que no estamos avanzando, que más bien nos encontramos, como históricamente lo hemos visto hasta el hartazgo, en la inmortalización de las relaciones de poder tradicionales, típicas y pintorescas, de los grupos de poder, de la hegemonía partidista, de la desvinculación entre la teoría y la praxis, la desvinculación de la sociedad laboral y los grupos de intelectuales, y que permanecemos, en el mejor de los casos, inmóviles, sin avanzar, sin construir un mejor futuro para todos o, al menos, para nuestros hijos.

 

Sin embargo, no sólo no avanzamos o estamos inmóviles en muchos temas que nos involucran a todos, en otros temas estamos retrocediendo a paso fuerte –o redoblado y vuelto a doblar-, estamos retrocediendo a épocas oscurantistas, de desorden, desconcierto, de falta de gobierno y de debilitamiento de las instituciones democráticas. Estamos avanzando -hacia atrás- a épocas en las que, ante el desorden y ante la incapacidad autoasumida y autoimpuesta de los representantes de nuestras instituciones democráticas dedicadas a hacer respetar la ley y poner orden en la ciudad y su circunstancia, se declaran, de inicio, incapaces de dirigir y guiar los flujos y la inmensidad de los vectores sociales y económicos que atraviesan la ciudad. Hacia una inteligencia institucional basada en un conjunto de valores antropocentristas y humanistas de lo más arcaico, concluyendose que, ante el caos y el desorden ocasionados por cualquier tipo de expresión social –laboral, política, religiosa, social, etc.- un ciudadano –el caso específico fue escenificado, literalmente, por una ciudadana- o, para ser más precisos con lo sucedido, cualquier automovilista, debe tener, según la autoridad que resguarda el derecho de todos a transitar de manera equitativa, responsable y libre, el ‘derecho’ a decidir lo que más convenga a sus intereses particulares sobre los interese de todos los demás que también deseamos salir del embotellamiento.

 

La reflexión institucional, la inflexión reglamentaria y la deflexión vehicular materializadas en la autorización expresada públicamente, no tiene desperdicio:

 

Perdonan infracciones durante marchas

 

Ante marchas y bloqueos, los policías podrán perdonar infracciones a conductores que circulen en sentido contrario o por carriles confinados, señaló el subsecretario de Control de Tránsito, Gabriel Carreón.

 

De esta forma Carreón justificó a una conductora que el miércoles se acostó frente a su auto para evitar que lo remolcara una grúa por circular en carril de contraflujo en Eje Central.

 

Tenemos que ser considerados, porque tenemos bloqueos, vialidades que se cierran, de repente la gente se desespera y lo que busca es una manera muy rápida de llegar a su destino, porque muchas llevan urgencias.

 

“Les he dicho a los policías: ‘seamos considerados’. En este caso, la señora venía en sentido contrario, hizo todo un drama tirándose al suelo, la gente la empezó a apoyar, después le empezaron a decir que era una mitotera”, dijo el funcionario.

 

La infractora argumentó que invadió el carril confinado porque sobre Paseo de la Reforma estaba cerrado por una marcha de maestros.

 

Carreón indicó que los agentes buscaron que no hubiera alguna confrontación ni pretendían retirarla por la fuerza y tampoco remolcar el vehículo al corralón.

 

Hay que ser flexibles y entender por las circunstancias que está pasando la Ciudad (por las marchas y bloqueos), pues necesitamos tener un poco de tolerancia“, explicó.

 

Señaló que no habrá sanción para los agentes de Tránsito que estuvieron relacionados en este caso.

 

“Fue mejor no hacer de un problema pequeño uno grande”, consideró Carreón.

 

 

Ciudad REFORMA, viernes 20 de septiembre de 2013

 

 

Primera pregunta: Si una marcha genera desorden y todos sabemos que lo genera –vamos, hasta los agentes de tránsito y sus jefes lo saben-, ¿no sería mejor capacitar a los agentes de tránsito y policías, para que dirijan y guíen, si fuera el caso y si fuera necesario, la circulación contraria a los flujos normales de las calles, para que TODOS –y no sólo el o la vivales automovilista- circulemos y resolvamos, de manera ordenada, EN CONJUNTO e incluyente de todas las modalidades de movilidad, la llegada a nuestros destinos y, de esta forma, fortalecer la imagen y la función, fundamental, de los agentes de tránsito y de la institución de seguridad pública en nuestra ciudad?

 

Segunda pregunta: Si a los automovilistas es a quienes se les está permitiendo transgredir las normas viales ante un ‘embotellamiento’ –causado por marcha o manifestación o bloqueo o peregrinaciones-, ¿porqué la autoridad no voltea a ver a los ciudadanos que también circulan en la ciudad y también se ven afectados? ¿Porqué no garantiza, al menos, que el transporte público tenga preferencia de circulación sobre los automovilistas?

 

Tercera pregunta: Acaso ¿nuestras autoridades no saben o no conocen a la ciudad y a sus habitantes y no reconocen que todos –bueno, quizás no todos pero sí una mayoría apabullante-, siempre circulan con urgencia de llegar a su destino y, por lo tanto, a poco también sería justificable ante cualquier situación de ‘embotellamiento’ vehicular que los automovilistas vulneren el reglamento de tránsito?

 

Habría que modificar el reglamento de tránsito y reformar alguno de sus artículos, quizás podría quedar de la siguiente manera: “…si usted está en un embotellamiento que ya lo tiene hasta los…se puede pasar la luz roja de cuantos semáforos le vengan en gana, se puede subir al camellón para dar vuelta prohibida y salir disparado lo más rápido posible del lugar, puede invadir el carril del metrobús y, por supuesto, saturarlo hasta generar, junto con otros tantos que tendrán la misma brillante idea que usted, otro embotellamiento, si por casualidad le toca la mala suerte de encontrarse a alguna autoridad, no le haga caso por ningún motivo, evítelo a como dé lugar –están permitidos todo tipo de disfunción psicológica, desde las propias de los infantes hasta las más abyectas de los adultos- y así, sucesivamente, hasta que logre, al menos usted, salirse con la suya!

 

Porque, curiosamente, la permisividad particular de la transgresión del Reglamento y las normas viales, además de los estragos de por sí causados por las expresiones sociales en el espacio público de la Ciudad, a quienes más pega es a quienes utilizan el transporte público, ya que las unidades de transporte público –en particular, los que derivan de “programas públicos”: trolebús, metrobús y RTP- ahora tendrán que sortear y evitar, no sólo las manifestaciones, sino también a los automovilistas, que en su afán de resolver su problema de circulación, invadirán el carril confinado y, supuestamente, exclusivo del transporte público, para saturarlo y, seguramente y como resultado del libre albedrío autorizado por la ‘autoridad’, colapsarlo!

 

La muestra de estos sucesos y las amplias, sesudas y sabias reflexiones realizadas por nuestros dirigentes, nos colocan marchando antagónicamente al fortalecimiento de nuestras instituciones, hacia un escenario de implantación de la ley de la selva, de la ley del más fuerte –o el más berrinchudo o berrinchuda-, hacia una sociedad en la que se instaure –aunque, podríamos decir que nunca nos ha abandonado- el clásico dicho: el que tiene más saliva come más pinole –o, para el caso, el que transgreda mayormente el reglamento, más rápido se sale con la suya- y sin importar que, en su marcha privada, generará más caos y mayor desorden del original. Desafortunadamente, la señal –y no es de tránsito- de la autoridad se dirige hacia el debilitamiento de nuestras leyes, códigos, reglamentos e instituciones y hacia el imperio de la individualización y lo privado en el territorio común, en el área de la –supuesta- urbanidad, en el espacio material de la sociedad –supuestamente- democrática, en un modelo que priva el interés particular sobre el interés común, un modelo de implantación del autoritarismo generalizado y plural, que no mueve hacia la retroalimentación e implantación pública del desorden y el caos.

 

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